Con el termómetro marcando picos de temperatura, la salud de los más chicos entra en zona de riesgo. No es solo el sol; es el aire pesado y la humedad los que pueden llevar al organismo de un niño al límite. Para la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), la clave está en una distinción que puede salvar vidas: el agotamiento por calor es el estadio previo, pero el golpe de calor es la emergencia médica.
Agotamiento por calor: señal de alerta
Es cuando el cuerpo empieza a avisar que ya no puede regular la temperatura. Los síntomas son: sudoración excesiva, piel pálida y fresca, sed intensa, calambres y dolor de cabeza o náuseas.
¿Qué hacer en estos casos? Trasladar al niño a un lugar fresco (si hay aire acondicionado, mejor), mojarle todo el cuerpo con agua fresca y ofrecerle agua (si es grande) o pecho/fórmula (si es lactante). No esperes: consultá al pediatra.
Golpe de calor: La emergencia real
Aquí la temperatura corporal trepa a los 39°C o 40°C. La situación es crítica. Los síntomas son piel roja, caliente y seca (ya no hay transpiración), pulso acelerado, confusión, delirios o pérdida de conocimiento.
¿Qué hacer e estos casos? Llamar de inmediato al servicio de emergencias. Mientras llega la ambulancia, desvestirlo y enfriarlo rápidamente con agua fría. Si está consciente, darle de beber agua fresca.
El mito del agua en bebés
Un error común -y peligroso- es darle agua a los bebés menores de 6 meses “para que no sufran el calor”. La SAP es tajante: los bebés que toman teta no necesitan agua extra. La leche materna tiene todo lo necesario para hidratarlos. Darles agua a esa edad puede ser perjudicial para su salud. Solo hay que ofrecerles el pecho con más frecuencia.
Más allá de las cremas solares, la prevención pasa por el reloj. Entre las 10 y las 16 horas la exposición debe ser nula, especialmente en menores de un año. La ropa debe ser suelta, clara y de materiales livianos, siempre acompañada por un gorro o pañuelo.





