Llegan las fiestas y, con ellas, el pánico escénico frente al horno. Sin embargo, este 2025 la tendencia no es complicarse con ingredientes exóticos, sino dominar la técnica. La cocina de este fin de año se trata de paciencia, temperatura controlada y, sobre todo, de animarse a intervenir los clásicos de siempre con una vuelta de tuerca contemporánea.
Si vas a ser anfitrión, olvidate de los platos tristes y secos. No hace falta improvisar genialidades: alcanza con entender el proceso. Estas son las dos estrellas de la temporada y un pequeño manual de estilo para que tus invitados sigan hablando de tu cena hasta el próximo diciembre.
El rey de la mesa: pernil de cerdo
El pernil ya no es solo esa pieza gigante que se compra hecha. El secreto para que no termine como una suela de zapato está en dos conceptos clave: hidratación interna y respeto por el colágeno.
Para una pieza de entre 6 y 8 kilos, la herramienta fundamental es la salmuera de inyección. Un litro de agua, 100 gramos de sal, 30 gramos de azúcar -clave para el dorado final-, ajos machacados, romero y tomillo. Atención a este detalle: nunca se inyecta caliente. Se deja enfriar, se cuela y se aplica con jeringa cada tres centímetros, llegando bien al hueso.
Antes de ir al horno, conviene dibujar un cuadrillé en el cuero para que la grasa drene. La cocción debe ser lenta y baja: entre 150 y 160 grados. La idea es transformar el colágeno en gelatina, no provocar un incendio forestal. Tres horas tapado con aluminio y una última hora destapado para lograr el “crunch” final. Si hay termómetro, el número mágico es entre 65 y 68 grados en el centro.
Tip de oro: el reposo no es negociable. Veinte minutos antes de cortar. Si se ataca apenas sale del horno, los jugos terminan en la tabla y la carne, inevitablemente, seca.
Para acompañar, funciona muy bien un chutney de manzana y jengibre, que corta la grasa, y una ensalada fresca con repollo morado, manzana verde y semillas de girasol tostadas.
Pollo relleno: la galantina exprés
Si la idea es algo más refinado y fácil de servir frío, el pollo deshuesado es una gran opción. Pero acá aparece uno de los errores más comunes: no “ligar” bien el relleno.
La base tiene que ser miga de pan remojada en leche y huevo. Esa mezcla funciona como una esponja que retiene la humedad. A partir de ahí, se puede sumar jamón, panceta salteada para el toque ahumado y bastones de mozzarella.
El paso clave es el bridado. Atar la pieza con hilo de carnicero, dándole forma cilíndrica, garantiza un corte limpio. Se cocina en bolsa para horno a 180 grados durante unos 90 minutos. Consejo de experto: una vez cocido, dejarlo enfriar con un peso encima —una fuente con latas alcanza—. Eso compacta el relleno y logra rodajas prolijas, casi quirúrgicas.
Para servir, una mayonesa de hierbas frescas -ciboulette y estragón-, picadas a cuchillo y no en procesadora, para evitar ese verde radiactivo espantoso. Y como guarnición, una ensalada Waldorf más liviana, usando yogur griego en lugar de solo mayonesa.
Al final, la mesa de fiestas no se define por lo raro del menú, sino por qué tan bien está ejecutado. Técnica, tiempos y un poco de paciencia: con eso alcanza para que los clásicos vuelvan a brillar.





