Estudiantes de sexto año de la EPET 39 de esta localidad repararon durante todo el 2025 un motor Renault Fuego 2.0 abandonado y lo pusieron en marcha en el taller escolar. El trabajo, acompañado por docentes de varias asignaturas, derivó en un proyecto que el próximo año buscará hacerlo funcionar con biogás generado a partir de residuos orgánicos.
Para lograrlo, la EPET firmó un convenio con Camilo Furlán, referente en biocombustibles, quien aportará su experiencia y conocimientos ad honorem para hacer realidad la idea junto a los próximos egresados de la institución.
Sergio Vallejos, director de la EPET 39, resumió en diálogo con PRIMERA EDICIÓN que el proyecto nació como un trabajo de recuperación mecánica y terminó abriendo una experiencia pedagógica para articular lo aprendido en el taller con las energías sustentables y el vínculo con la comunidad.
Recuperar un motor
El punto de partida para el proyecto fue modesto: un motor de un Renault Fuego 2.0 modelo 1986, “tirado bajo un árbol”, donado por el abuelo de uno de los alumnos, llegó al taller de la escuela sin que existiera, en ese momento, una idea vinculada a biocombustibles.
“Los chicos no tenían pensado desarrollar proyecto a biogás, querían poner en funcionamiento una tecnología vieja”, detalló Vallejos.
Durante meses, dos estudiantes de la promoción desarmaron, limpiaron, repararon y volvieron a armar el motor. En el camino, se llevaron el aprendizaje de conocer piezas y componentes que ya no se ven en los autos actuales.
“Cuando ellos desarmaron el distribuidor del auto, llegaron muy sorprendidos y nos dijeron, ‘Profesor, ¿qué es esto?’, porque no encontraron sensores”, relató el director.
También recordó el descubrimiento del sistema a platino y el carburador: “Los más viejos tuvimos que asistirlos en eso”.
Más adelante, el trabajo incluyó la construcción de un banco de pruebas, con tablero, instrumentos de medición y sensores.
Romina Olivera, docente de Mantenimiento, destacó la intensidad del proceso: “No importó vacaciones, no importaron los feriados”.
La búsqueda de repuestos y soluciones creativas también formaron parte del proceso.
“La carcasa de la caja de cambios ellos tuvieron que ir a buscarla a una colonia y para eso tuvieron que pasar un arroyo a nado”, contó Vallejos.
El proyecto culminó con el motor en pleno funcionamiento a nafta, presentado en el acto de colación.
Dejar un legado
Con el motor ya operativo, surgió un nuevo desafío: el alto consumo de combustible.
El proyecto avanzó con la firma de un convenio de colaboración con Camilo Furlán, orientado a generar biogás a partir de residuos orgánicos y adaptar el motor recuperado.
“El objetivo es construir un dispositivo que genere biogás y hacer funcionar el motor con ese combustible”, explicaron.
Para Furlán, el proyecto es técnicamente viable y su valor excede lo educativo: “Apoyar iniciativas que permitan hacerle frente a los problemas ambientales”.
Desde El Soberbio, la experiencia de la EPET 39 proyecta una formación técnica vinculada a lo sustentable, con impacto educativo y comunitario.





