Llegó detenido a la primera jornada de juicio oral ante el Tribunal Penal 2 de la Primera Circunscripción el martes 9 de diciembre y bajo la misma condición fue retirado ayer rumbo a la Unidad Penal 1 de Loreto del Servicio Penitenciario Provincial. Pero ya como condenado a 18 años de prisión por haber abusado sexualmente durante cuatro años de una niña que acompañó a su madre desde el Paraguay a residir y formar una familia en un barrio de la zona Oeste de Posadas.
Los jueces César Antonio Yaya, Augusto Gregorio Busse y Martín Alejandro Rau coincidieron con la calificación solicitada por el fiscal Vladimir Glinka y firmaron el fallo de cumplimiento efectivo por “abuso sexual con acceso carnal agravado por ser el encargado de la guarda y cometido contra una menor de 18 años y aprovechando la situación de convivencia preexistente, varios hechos, al menos tres en concurso real”, previsto en los artículos del Código Penal Argentino: 119, párrafos tercero y cuarto e incisos E y F, en virtud del artículo 55.

El acusado tiene 57 años y fue denunciado el 30 de mayo de 2022 gracias a la colaboración de profesionales, entre ellos una psicopedagoga, que contuvieron a la víctima cuando se acercó a un taller de su escuela a pedir ayuda porque su padrastro le enviaba a su novio los videos y fotos que la obligó a grabar y tomar cuando la sometía y ella tenía solo 12 años.
Durante su alegato, Glinka describió el contexto en que la menor fue abusada, la supremacía económica que ejercía el acusado sobre ella y su madre paraguaya. El miedo constante que la acallaba para evitar quedarse en la calle junto a su progenitora.
“Agradezco y estoy conforme con que este tipo de casos sean juzgados en este tribunal y que no haya recaído en otro. Estamos ante uno de los delitos más graves, el abuso infantil, y en este caso cometidos por un hombre de más de 50 años sobre una niña de 12 a la que sometía sobre un colchón en el piso y la mandaba a limpiarse, a bañarse después. Cuando debía cuidarla, buscaba la posibilidad de quedarse a solas con ella y volver a abusarla. Quedaron probados en al menos tres lugares de la vivienda”, expresó el fiscal.
“Abiertamente el acusado en su casa anunciaba: ‘Qué rica manzana me voy a comer hoy’ y luego esperaba a que su pareja se durmiera bajo los efectos de las pastillas que le hacía tomar y volvía a atacar”.

Punto de quiebre
Respecto a los videos y fotos que obligaba también a su víctima a realizar, Glinka aclaró: “Le exigía que le mande las grabaciones cuando viajaba afuera, a Neuquén por ejemplo, para trabajar. Los mismos videos e imágenes se los mandó tiempo después el abusador al novio de ella cuando se enteró que había formado una relación. Fue cuando ella rompió el silencio en la escuela y se hizo la denuncia, no tenía aún 18 años”.
La acusación también detalló que hasta hoy la madre de la víctima visita al acusado en la cárcel. Incluso durante el último fin de semana lo hizo. “La domina porque ella no se anima a nada por temor a perder todo. Está sometida material y psicológicamente”.
La defensa del albañil basó su alegato en que la menor cuando se radicó la denuncia mintió y “todo surgió de su imaginario, incluso el delirio de la manzana, lo que remonta a Adán y Eva, al principio de la humanidad”, graficó el abogado contratado por el imputado antes de solicitar el sobreseimiento total y definitivo. “No estamos ante hechos sino solo palabras”.
La palabra contundente y ratificada que creyó el tribunal fue la de la víctima tanto en sus entrevistas en Cámara Gesell y su declaración durante el juicio, entre otras pruebas y evidencias surgidas durante el debate.
Además de la pena de 18 años, ordenaron los jueces que se incluya al condenado en el registro de abusadores y que su huella genética quede resguardada para cotejos posteriores.





