“El Club de pesca…
una larga avenida
para abordarlo.
Río y arena,
un lenguaje tan tibio
que me acaricia…”
“…Más allá de la lucha
por el pan y el trabajo
la fiesta que hermanaba
en la plaza, en la escuela
en la orilla del río
celebrando al dorado
ese pez tan bravío
que nos simbolizaba…”.
(“Del devenir: haikus
a mi pueblo” 2020)
Los inicios de la colonia implicaron denodados esfuerzos, superar la frustración de que los trabajos siempre estuvieran ganando dos palmas a los resultados, sostener objetivos frente a la adversidad que mostró muchos rostros, un día y otro. Nadie construyó nada solo.
Hubo que apoyarse en el vecino, dar una mano al recién llegado, procurar el alivio del encuentro más allá de las labores: un rato para el juego, para tocar o escuchar un instrumento, para cultivar el espíritu.
Así habrá nacido el propósito: el enorme río que los había traído desde tan lejos, o desde la otra orilla, el que concedía sus tributos cuando se precisaba, debía ser sitio para una manera sana y amorosa de vincularse.
En color sepia, y con sesgo de leyenda dicen quienes compartieron alguna ronda, que la idea nació de una jornada de pesca de amigos, detrás de la Isla, en la zona de “los Ayala” que estaban Don Adolfo Bischoff, Don Raúl Ernesto Porta, Don Ernesto Kimmich, entre otros. Habrán mirado la isla, la inmensidad del río, su prodigalidad… que la concretaron en una reunión en la Escuela 254.
Primera comisión directiva
Dicen también, que la primera sede de ese sueño que solo estaba en el ánimo de los precursores, fue aledaño al puerto, en la zona después asignada a la vieja Prefectura. Tal vez ahí se construyera la casita de madera levantada con las tablas aserradas en el establecimiento pequeño de Don Emil Bopp.
Es que esta es una gesta cuyo rescate viene con rendijitas, con agujeritos, con mucha agua apresurada que llegó de pronto. Quienes tengan datos, podrán aportar lo suyo a esta historia.
Desafíos
Tenían frente a sí una desafiante barranca partida en dos por un arroyito que vuelca sus aguas al Paraná, un paisaje de ensueño y un montón de inquietudes. Sabemos que la primera sede del flamante Club fue una casita de madera.
El joven Herbert Ott donó los rollos que llevó en carro hasta el aserradero de Don Emil Bopp, en Guatambú, desde donde retornaron por diligencia de Federico Spengler y Raúl Porta las tablas preparadas por el mago de los relojes.
Despejar, dinamitar, emparejar habrán sido primeras esforzadas labores. Conformar una comisión directiva y pronto darse a la tarea de generar identidad, mientras las familias iban levantando sitio para el solaz, el encuentro, la pesca en un lugar seguro.
La Personería Jurídica data del 14 de junio de 1957, inscripta con el Nº A-24, Decreto 1215/576 en el Registro Nacional de Entidades Náuticas, con domicilio en Km 1, como Asociación sin fines de lucro, orientada a la fomentación del deporte y la pesca, y las actividades náuticas como Club de Pesca Montecarlo.
Seguramente se disfrutaban pesca, baños, comidas comunitarias mientras se ganaba espacio al monte, se construía un acceso viable y las escaleritas para llegar al río.
Cuando lo conocí, tal vez 1964 o 1965 ya tenía sede de material, en la puerta de acceso que daba al río un marco de piedras pintadas de negro; el lugar de acceso a la cantina lucía una gran arcada que repetía los detalles de las aberturas: paredes blancas, frisos y bordes de aberturas en negro.
Afuera, suelo de pedregullo y una generosa y peculiar glorieta de mburucuyá que se encendía de flores en octubre, cuando se celebraba la fiesta más importante, la de la pesca del dorado, ese símbolo que junto a las naranjas nos daban perfil.
Éramos, con todo derecho y gloria la “Capital del citrus y Paraíso de la pesca del dorado”. Chacras fecundas aromadas de azahar, salpicadas ora con ramilletes blancos, ora con la redondez anaranjada de sus frutos, pródigos y sanos.
Por entonces la agricultura -yerba, té, cítricos, tung, productos anuales de subsistencia y comercialización más bien local, especies maderables- no estaba sujeta a tanto agrotóxico y los arroyos y vertientes que tributaban al río estaban sanos.
El río era hábitat de especies que se daban con generosidad: bagres, pacúes, sábalos, patíes, armados, surubíes, manguruyúes, salmones, mantarrayas, cangrejos y el príncipe del Paraná: el dorado.
Con cooperativas que defendían la producción y brindaban servicios básicos: electricidad y pronto telefonía, la Caja de Créditos, otra cooperativa de servicios financieros que dio empuje a tanta iniciativa y tantos principios, un Banco Provincia fuerte, el Packing que comercializaba nuestros cítricos, el INTA que orientaba la producción; escuelas que recibían maestros y profesores de otras provincias para empezar a formar nuestros propios recursos; médicos, farmacéuticos, ingenieros, contadores, agrimensores, escribanos que vieron en esta pequeña alquería en que la urbanización en torno a la avenida que unía puerto y colonias compartía espacio con yerbalitos, naranjales, tungales, algún paraisal pueblerino, una singularidad tibia, un lugar para establecerse, formar o afianzar familia, trabajar en lo suyo, celebrar juntos, descansar en entornos que se perfilaban solidariamente: clubes para practicar deportes conocidos o para innovar con los por descubrir, para celebraciones culturales: tertulias, bailes, peñas, festivales.
Tejiendo redes
El Club de Pesca conformó la red de amparos de una comunidad que gestaba su identidad. Sus sostenes también integraban otras asociaciones: Club Argentino Germano de Gimnasia y Cultura, Huracán, Guatambú, el entrañable Club Social, Aeroclub. Junto a montecarlenses llegados en el origen desde otras geografías, nacidos y criados, todas estas iniciativas fueron apuntaladas por quienes se sumaban.
Por eso, en la Comisión directiva del Club Don Francisco Fiorio y su apoyo, Margarita Portalea, Milorad “Lole” Derendinger, Carlos Fidel Irala, Juan Enrique Machado -farmacéutico y entusiasta radioaficionado, Raúl Tomás Bordón, maestro entrerriano, Don Raúl Ernesto Porta que aporta la idea de federar al Club y de incorporar otras prácticas afines: remo, natación, kayak, piragua, pedestrismo; José Luis Descamps, entrerriano, empleado de Correo; Avelino Díaz, gendarme, productor y taxista, Federico Graf, empleado de “Jacobo Ranger Ramos Generales”, Pilo Selva Andrade, Eduardo Lacy, hombro con hombro con los hijos de la colonia: Emilio Bopp -padre e hijo-, Federico Russell -padre e hijo- Ernesto y Heinz Krausemann, Germán Keller, Roberto Urban Luis Huber, Curt Günther, Curt Seifert, Abelardo Anders, Fridolfo Drescher, Sergio Rojas.
Auge
En ese marco el Club instituye la gran Fiesta Anual de la Pesca del Dorado, que por años se celebró en octubre junto a la del citrus. Dos días de eventos que convocaban prácticamente a todo el pueblo y sus colonias.
Sábado y domingo de campeonatos de pesca con equipos locales e invitados de otros clubes que eran derroche de piezas obtenidas cuando no se hablaba de depredación ni se avizoraban carencias, porque las pescas regulares de los socios eran vigiladas: dos ejemplares por pescador siempre que no hubiera más de dos por embarcación, y no más que dos veces por semana.
Los excesos siempre fueron advertidos y castigados con suspensiones o trabajo comunitario. Los sábados por la noche, desfiles de carrozas alusivas, por lo general adaptaciones que hacían los estudiantes de la Escuela Normal 2 de los motivos de Estudiantinas, más los aportes específicos de Cooperativa Agrícola y el propio club.
Muchos recordamos los pisos de cada carroza cubiertos de naranjas que se repartían al público reunido a uno y otro margen de la avenida. Como cierre, bailes con elecciones de las reinas de la Pesca y del Citrus, ya en el Argentino Germano, en la Escuela 132 o en instalaciones de la Hostería de Turismo del ACA recientemente inaugurada y para la que el Club terminó cediendo terreno.
La sede del Club, las orillas del río, eran terreno para la continuidad de la celebración, con domingo de paseos en lancha -todavía recuerdo la amabilidad de Pilo Selva Andrade, el vozarrón disciplinador de Don Adolfo Bischoff, la caballerosidad de Ernesto Kredlbeck, Don Federico Graf ayudando a los pasajeros a abordar o descender de las embarcaciones dedicadas-, juegos: ruleta, tiro al blanco, juego del sapo, truco, entusiastamente gestionados por Don Juan Enrique Machado…las reinas a las que uno admiraba, recorriendo los escenarios.
Al final del domingo, después de juegos, de una increíble cantidad de piezas cobradas al río que se exponían y seguramente se remataban, de comida y minutas, al filo de la noche, juegos artificiales para quienes acompañaban hasta el cierre.
Porque estas jornadas eran una verdadera fiesta popular, los integrantes del Club-dirigentes, socios, amigos- procuraron temprano -1965- favorecer el acceso desde la sede al terreno aledaño de camping: un puente provisorio de tacuaras y maderas, tan característico como el que permitía el abordaje desde el borde de la caída de agua, también de tacuaras: “Puente de los suspiros”, lo llamaban.
El discurrir rutinario del Club: campeonatos de pesca variada en fechas establecidas en su sede, en las de otros clubes, mejoras en las instalaciones, charlas y acuerdos por diferencias con los diferentes concesionarios encargados de explotar a su favor cantina y comedor a cambio del cuidado e higiene de los recursos y pago de servicios en épocas de mucha afluencia de visitantes; cuidado de la famosa zorra que fue el sistema ingenioso para evitar que motores y pertrechos se cargaran en las espaldas, ubicada en paralelo a la escalera de acceso al agua, cuidado de botes amarrados a la costa, se vio interrumpido en marzo de 1966 por una recordada epidemia de fiebre amarilla que retrasó las intenciones de instalar una línea telefónica con un préstamo del Ministerio de Economía de la Nación, a devolver en cinco años, que se concreta hacia fines de ese año. En 1967, por gestión de Don Raúl Porta, empiezan los trámites para federar al Club, misión que se concreta entre diciembre de 1968 y julio de 1969.
Facilitado el acceso a la zona de camping, se construye una cancha de bochas, para socios y adherentes a ese deporte. Los emprendimientos que no se cubren con cuotas sociales, demandan campeonatos de truco, veladas, peñas y bailes para los que en oportunidades se ceden instalaciones del Club Germano, y se realizan con el trabajo vocacional de toda la familia.
El objetivo fundacional -pesca y pesca deportiva-, fue siempre Norte de las acciones y vinculó a la entidad con otras similares de la provincia, la región y países vecinos. Ese intercambio fue el impulso para mejorar instalaciones y ofrecer comodidades, entre las que se contó con botes de madera, propiedad del club, que se alquilaban con sus correspondientes remos, mantenidos y administrados por un encargado.
De 1968 datan las primeras alertas por pesca con explosivos, por depredación. En el lago formado por el arroyo que parte en dos las instalaciones, se cultivan alevinos de variadas especies y fue norma alimentar a la fauna ictícola con maíz que se adquiría o era donado en las colonias.
Buscar el pulso
De a poco se fue apagando el ímpetu de los grandes festejos populares: el pueblo crecía y cambiaba su dinámica. Atrás quedaron las disputas entre Crush y Coca Cola por ser representantes exclusivas de las celebraciones -las pulseadas eran históricas y cada una se dio el gusto de jugar con publicidad y ofertas-, las elecciones de reinas… como esta es una historia con agujeritos y enigmas que habrá que indagar, debo decir que “parece ser que la primera soberana fue Iris Maletti, esposa de Ernesto Kredlbeck”.
En el salón principal lucían los rostros de las embajadoras, entre las que se recuerda a Inge Bopp, Margarita Urban, Norma Teresa “Kitty” Meili, Lidia Preto, Iris Ranger, Isabel Wolanski, presentantes del entusiasmo de una organización que no cejó en sus metas, que supo reorientarse, adaptar sus Estatutos, recibir sangre nueva, formar a sus pescadores, enfrentar contratiempos.
La sede a la que se le fueron agregando mejoras: quinchos que periódicamente había que retechar o reconstruir, sanitarios, bungalows en las atractivas barrancas cerca del acceso, refacción de zorra en 1969, construcción de la gran losa para soportar una segunda planta, con sus accesos, instalaciones, aberturas livianas de fácil desmonte, que debió soportar inundaciones que llegaban a veces de súbito y demandaban desalojos relámpago de mobiliario, aberturas, documentación, mobiliario, instalaciones sanitarias y eléctricas.
Decisiones
Después que los bungalows -interesante inversión- fuesen arrastrados por la corriente, se tomó la decisión de construir en esa zona un acceso de hormigón. Socios, amigos, empresas, colaboraron con hierro, cemento y todo lo necesario. Debimos esperar concreción hasta 1989.
La zorra empezaba a ser nostálgica historia. En abril de 1990, una creciente que obliga a destechar por completo la segunda planta del club, deja en las terrazas el equivalente a tres equipos volcadores de arena que socios y colaboradores deben desalojar a pala, se lleva la escalera de acceso, que hay que reconstruir completa, junto a muros de contención paralelos a la orilla, anexos a la bajada de lanchas, trabajo que se confió a Curt Urtlauf y Claudio Kruse, y se culmina en 1992.
En febrero de 1992 el ingeniero civil Rubén Gross presenta planos para dos habitaciones y sanitarios en la terraza del club, iniciativa por la que se niega a percibir honorarios. Fue el puntapié para el gran salón de eventos de la segunda planta que se construyó con un subsidio gestionado por Ernesto Erhardt ante el diputado Alex Ziegler, que lo efectivizó sin demora.
De esta época data la inquietud de Don Raúl Porta por conformar una comisión de deportes alternativos: natación, remo en botes, kayaks o piraguas, pedestrismo para niños, jóvenes y adultos, seguramente germen de la Escuelita de Pesca que dirigida por el entusiasmo de Enrique König se sostiene desde 2003, con recursos -reels, cañas, anzuelos, nylon- para los niños que inician la actividad. En 1995 se decide la construcción de un muro-terraza y pequeño anfiteatro que se confía a la firma local Kürten Carchano.
Proyecciones
Las sucesivas comisiones directivas que apuntalaron a los viejos fundadores: Rainiero “Chencho” Noguera, Marino Dorosz, Lucio Bosse, Carlos Zerdán, Héctor Crechi, Reinaldo Ramisch, Heinz Sperling, Luis Huber, Alfonso Ricciuto, Raúl “Many” Schrank, Enrique König, Walter Dörper, Rubén Müller Thiess, Edgardo Osterwalder, Edgardo y Osvaldo Bischoff, Alfredo Friedrich, Federico Günther, Waldemar Laumann, Gerardo Naujork, Eduardo Enciso, Juan Laumann, Héctor Soto, Jorge Sweifel, José Villar, Carlos “Cale” Hiller, Claudio Kruse, Curt Urtlauf, Alberto Malasechevarría, Luis Marmelicz, Vicente Atamañuk, no fueron sino recibiendo legado y acomodándose a escenarios diferentes: río diezmado, afluentes contaminados, pesca furtiva en períodos de veda, vedas dispuestas por períodos insuficientes para la repoblación de especies.
No se cejó en el intento de repoblar las aguas y como dato figuran las tratativas ante el Ministerio de Ecología para que se concediera al Club un predio en el Urugua-í para la siembra de especies regionales, algo que por mucho tiempo y con notable paciencia sostuvo el recordado Adolfo Bischoff, con poco impacto. Recorrer los Libros de Actas -hay faltantes, los Nº 1 y 3, y se entiende porque la necesidad de desalojar instalaciones con premura llevó a repartir respaldos documentales en hogares y después perderles el rastro- es constatar la perseverancia de amigos y pescadores.
En todos, representando los intereses y acciones de la pesca como distracción y deporte responsable, los nombres de Curt Urtlauf y Walter Dörper. Es por demás justo que uno de los torneos anuales lleve el nombre de Walter, así como el entusiasmo de Vicente Atamañuk sigue recordándose en una fecha.
Hubo voluntad del vecino Helmut Knoth de donar un terreno que extendiese la propiedad del Club hacia el oeste, pero alguna dilación en cuanto a formalizar títulos del lote provocó que ya no perteneciera a Helmut, sino a un familiar. Con el tiempo se adquirió un lote en zona de quinchos a un profesional de Eldorado y se regularizó la donación primera de la Cooperativa.
Con perspectiva
Seguramente la gente mayor recuerde los años de leche y miel en que el Club organizaba bonos colaboración con premios increíbles: un equipo completo -lancha y motor de 35HP (1992)-, motor fuera de borda en otra oportunidad.
Tal vez nostalgiemos el tiempo de botes a remo, calafateados y mantenidos por un personal contratado, lanchas y yatecitos de socios que se amarraban en las orillas sin que nadie osara tocarlos. Quizás recordemos la amabilidad y la presteza de muchos concesionarios del Club, que acompañaron los desvelos de la comisión directiva y socios por sostener una entidad que cumplió 70 años.
Los proyectos ambiciosos: una calle ancha y cómoda para acceso de embarcaciones, la conexión entre el cuerpo principal y la zona de camping, no hubiesen sido posibles sin el apoyo de máquinas y horas hombre provistas por diferentes gestiones municipales, sin el aporte desinteresado de firmas, comercios, amigos.
La garantía de esos respaldos llevó al Club a generar campeonatos pretenciosos en colaboración: Montecarlo-Eldorado; Montecarlo-Puerto Rico; Montecarlo-Eldorado-Puerto Rico y aún un recordado Sudamericano con equipos de Perú, Paraguay, Uruguay, Brasil y Argentina que tuvo por sedes el Pira Pytá de Posadas y Montecarlo por todos los clubes del interior provincial.
La gestión de Mauricio Alemann alentó la participación de los estudiantes y cuerpo de profesores de la Escuela Normal 2 para que las fiestas del Citrus y de la Pesca lograran el brillo que todos recordamos.
A los auspicios de don Carlos Lechleiter se debe el asfaltado de la bajada hasta el río, una calle que pocos saben que se llama Carlos Jauch para recordar al amable vecino que lideró el equipo de ese otro emprendimiento local que fue la Caja de Créditos.
De a poco hubo que cambiar cabeza y actitud. Ya no era posible demandar a las aguas lo que no podían brindar. Por eso, pesca con devolución. Por años, la zona de camping albergó en una jaula demasiado pequeña para sus necesidades a Linda, la tigresa atrapada en un campo por la familia Waidelich.
Un atractivo, sin duda, pero nadie estaba en condiciones de sostener ese cautiverio inclemente. Se halló mejor destino también para esa criatura, porque nacía, junto a la degradación, la imprescindible conciencia de preservación.
Confiar y legar
Con el advenimiento de la segunda década del nuevo siglo, los capitanes del río, los pescadores que por mucho tiempo sostuvieron políticas del club amparados en sus Estatutos, en las recomendaciones de la Federación, decidieron un golpe de timón: veían el empuje de generaciones jóvenes y problemas nuevos que precisaban nuevas miradas.
Para validar el trabajo, la perseverancia, la entrega de sus pioneros, dejar que la visión se renovara. La Asamblea de 2017 consagró sangre novísima en la comisión directiva: Javier “Bebé” Kruse, Diego Hiller, Andrés Dreguer, Rodolfo “Rudy” Machel, Klaus Martin, Rubén y Ernesto Kimmich, Juan Enrique Kredlbeck, Hugo Henn, René Raatz, Félix Domínguez.
Esta es una crónica con rendijitas por las que se fueron escabullendo datos y recuerdos, y eso porque da cuenta de una elección que se hizo para un lugar precioso, conquistable, a orillas de un río que no se dejó doblegar nunca. Cada creciente con sus desalojos fue engullendo, borrando huellas de un devenir esforzado. Lo que jamás pudo llevarse el agua fue el empecinamiento, la envidiable resiliencia de los soñadores. De eso trata esta historia que queda abierta, para que los recuerdos o algún testimonio guardado en un desván, puedan terminar de perfilarla…
Oportunidad
Una enorme barranca de piedras cercana al puerto, primer lugar de acogida, de llegada y partida de insumos, productos, correspondencia, que ofreció la Cooperativa Agrícola ya bien conformada, en forma de dos parcelas, a conquistar. Aunque no tuvimos acceso a los primeros documentos, tragados por alguna de las muchas crecientes, olvidados en algún lugar, consecuencia de la necesidad de evacuación apresurada, sabemos que se fijó fecha de conformación el 28 de junio de 1954, y orientada por un Acta del 13 de noviembre de 1989 que da categoría de socios vitalicios a sus fundadores, sabemos que fueron Juan Skeppted, Juan Díaz, Federico Spengler, Otto Stargard, Alfredo Datschke, Arturo Wacker, Adolfo Bischoff, Walter Vogel, Antonio Steimberger, Heinz Sperling, Curt Seifert, Federico Russell, Sergio Rojas, Raúl Porta, Sigfrido Plocher, Bertoldo Penskofer, Arnoldo Naujork, Euclides Meza, Eduardo Lacy (p), Heimberto Losse, Max y Ernesto Kredlbeck, Ernesto Kimmich, Eugenio Hertner, Herminio González, Francisco Fiorio, Juan de la Cruz Cáceres (Lacucho), Abelardo Anders, Herbert Ott y sus laboriosas familias.
