Es lunes por la mañana en una escuela secundaria del conurbano, o quizás de Mendoza, o de Salta. El profesor explica historia o matemática, pero en la última fila, bajo el pupitre, una pantalla brilla con la promesa de una salvación mágica. No es un videojuego, ni un chat amoroso. Es una ruleta girando o una combinada de fútbol de la liga de algún lugar del planeta. Allí, en el silencio del aula, un adolescente está perdiendo el dinero del almuerzo, o peor aún, el de sus padres.
Lo que hasta hace poco era una percepción difusa de docentes y familias, hoy tiene la contundencia del dato duro. El Observatorio Humanitario de Cruz Roja Argentina publicó, a principios de diciembre, la investigación más exhaustiva hasta la fecha: “Apuestas Online y Adolescencia: Construyendo Entornos Seguros (2025)”. Tras encuestar a 11.421 adolescentes de entre 13 y 18 años en 231 escuelas de 16 provincias, el diagnóstico es inapelable: la ciberludopatía ya no es una amenaza futura, es una realidad instalada.
Las cifras del informe golpean con frialdad: el 16% de los adolescentes participa activamente en apuestas online. Pero si ampliamos el foco a quienes conocen a alguien de su entorno cercano que lo hace, el porcentaje trepa al 61%.
Estamos ante una práctica socializada, normalizada y, lo más preocupante, invisible para gran parte del mundo adulto.
El espejismo de la movilidad social: “ganar plata fácil”
Para entender por qué un chico de 14 años decide poner su dinero en una plataforma digital, hay que mirar más allá de la adrenalina del juego. Hay que mirar el bolsillo.
El informe revela un cambio de paradigma respecto a la ludopatía tradicional. Si bien la curiosidad (89%) y la diversión (84%) siguen siendo las puertas de entrada, emerge con fuerza una motivación económica desesperada: el 53% de los apostadores busca “ganar plata fácil, rápido y sin esfuerzo”.
En un país atravesado por crisis cíclicas, la apuesta online ha dejado de ser mero entretenimiento para convertirse en una fantasía de subsistencia o ascenso social.
El dato es revelador: un 16% admite que apuesta para “colaborar con los gastos de la familia”. Esta cifra es un grito sordo que habla de la presión económica filtrándose en la adolescencia. No buscan hacerse millonarios para comprar lujos; muchos buscan tapar agujeros domésticos. El fenómeno no distingue clases sociales, pero sí motivaciones. En el Noroeste Argentino (NOA), la creencia de que se puede ganar plata fácil trepa al 74%, muy por encima del promedio nacional, lo que sugiere que en las regiones más vulnerables la apuesta se disfraza de oportunidad.

La brecha de género y el rol de la masculinidad
El estudio de la Cruz Roja arroja luz sobre una marcada diferenciación de género. El juego online en Argentina tiene rostro mayoritariamente masculino. Los varones apuestan tres veces más que las mujeres: un 24% de participación frente a un 8% en el caso de ellas.
Esta disparidad no es casual. Responde a cómo se estructura la oferta:
- El fútbol como caballo de Troya: Las apuestas deportivas son el dominio de los varones (18% participan exclusivamente en ellas frente al 2% de mujeres). La publicidad en camisetas, las transmisiones deportivas y el ritual de “saber de fútbol” validan la apuesta como una extensión de la masculinidad y la pertenencia al grupo de amigos.
- El casino es transversal: Ellas, cuando apuestan, se vuelcan masivamente a los juegos de azar puro (casinos, loterías virtuales), con un 71% de preferencia en este segmento.
Sin embargo, el impacto emocional golpea de forma distinta. Mientras los varones naturalizan la pérdida económica como “parte del juego”, las mujeres reportan mayores niveles de ansiedad (76%), alteraciones del sueño (65%) y afectación en el rendimiento escolar (60%). Ellas parecen tener una percepción del daño más aguda, o quizás, menos mecanismos de negación que sus pares varones.
Billeteras virtuales: el eslabón perdido del control
Si en los años 90 el límite para un menor era el portero del casino físico pidiendo el DNI, hoy esa barrera se ha disuelto en el ciberespacio.
El informe es lapidario respecto a los mecanismos de control. El 83% de los adolescentes utiliza billeteras virtuales para fondear sus cuentas de apuestas. Las fintech, que han hecho un enorme trabajo por la inclusión financiera, se han convertido involuntariamente en la llave maestra de la ciberludopatía.
- Dinero abstracto: Al no manipular billetes físicos, se pierde la noción del gasto. El dinero son solo números en una pantalla que suben y bajan.
- Filtros de papel: Aunque las plataformas “exigen” ser mayor de 18 años, el 80% de los adolescentes considera que las medidas para evitar su acceso no funcionan.
¿Cómo lo logran? El ingenio adolescente supera cualquier barrera burocrática: usan cuentas de hermanos mayores, datos de los padres o, como revela el estudio, recurren a intermediarios. Un inquietante 43% accedió a través de un tercero que le facilitó la jugada. Y aquí se rompe otro mito: ese “dealer” del juego no es un extraño en una esquina oscura; en el 57% de los casos es un amigo, y en un 20%, un familiar. El enemigo está en casa o en el grupo de Whatsapp del colegio.
La confusión legal: entre el “bet.ar” y la selva del “.com”
Uno de los hallazgos más interesantes de la investigación es la profunda ignorancia -tanto de chicos como de adultos- sobre qué es legal y qué no.
En Argentina, el juego online está regulado provincialmente y los sitios legales deben utilizar el dominio “.bet.ar”. Sin embargo, la encuesta expone una confusión masiva. Entre el 51% y el 66% de los adolescentes no sabe distinguir un sitio legal de uno ilegal.
Al presentarles dominios simulados, la mayoría marcó “no estoy seguro”. Esto es gravísimo por dos razones:
- Desprotección: Los sitios ilegales (.com, .io) no tienen herramientas de autoexclusión, no garantizan el pago de premios y pueden robar datos.
- Impunidad: El adolescente cree que “todo es lo mismo”, diluyendo la percepción de riesgo.
Paradójicamente, los chicos saben la teoría: el 85% reconoce que la edad mínima legal es 18 años. Pero saberlo no impide hacerlo. La norma jurídica choca de frente con la norma social de su grupo de pares, donde apostar es el código compartido.

El rol de los influencers y la publicidad invasiva
“Si lo promociona mi streamer favorito, debe estar bien”. Esta lógica opera en la mente de millones de jóvenes. El informe destaca que el ecosistema digital es la gran puerta de entrada.
El 76% de los apostadores ve a influencers o famosos promocionando estos sitios. El 50% admite que esas publicidades fueron una motivación directa para empezar a jugar.
No se trata solo de anuncios pasivos. Estamos hablando de una integración orgánica: streamers que apuestan en vivo durante una transmisión, youtubers que regalan “códigos de bono” para empezar sin poner dinero (el famoso “primera apuesta gratis”, mencionado por el 44% de los chicos como incentivo).
El estudio detalla que la publicidad invade todos los espacios: redes sociales (78%), páginas web (74%) y eventos deportivos (73%).
El fútbol argentino, con la mayoría de sus camisetas sponsoreadas por casas de apuestas, se ha vuelto una vidriera gigante de normalización.
Regionalización del peligro
El informe tiene el valor agregado de ser federal, y al desglosar los datos, Argentina muestra sus fracturas.
- AMBA (Área Metropolitana de Buenos Aires): Es la capital de la intensidad. Aquí se registra la mayor frecuencia de juego diario (10% apuestan todos los días) y la mayor exposición a publicidad en redes. El ritmo urbano y la conectividad total aceleran el proceso.
- NOA (Noroeste Argentino): Aquí la motivación económica es reina. El 93% de los que tienen experiencia indirecta cree que se hace por “plata fácil”. Además, es la región donde más fuerte pegan los influencers (75% de influencia).
- Cuyo y Patagonia: Muestran una preferencia más marcada por los juegos de tipo “casino/lotería” por sobre los deportivos, especialmente en mujeres.
- NEA (Noreste): Curiosamente, es donde los chicos perciben que hay “más controles” o barreras de acceso, aunque la participación se mantiene estable.
El silencio de los adultos
Quizás el dato más triste del informe no sea sobre dinero, sino sobre comunicación. Hay una desconexión abismal entre lo que viven los chicos y lo que perciben los padres y docentes.
- En el 87% de los hogares se habla “poco o nada” sobre apuestas online.
- En el 79% de las escuelas, el tema también brilla por su ausencia.
El adolescente está solo frente al algoritmo. Cuando tienen un problema, el 25% de los que apuestan siente que “ninguna” herramienta de ayuda les sirve. Tienen miedo al castigo, a que les quiten el celular (su vida social) o a confesar que perdieron dinero que no era suyo.
Sin embargo, hay un pedido de auxilio explícito. Al preguntarles qué medidas de prevención querrían, no piden libertad absoluta. Al contrario, piden límites. El 75% reclama controles más estrictos para que los menores no puedan entrar. Y 4 de cada 10 piden talleres en las escuelas. Pero no quieren charlas moralistas; quieren saber cómo funcionan los algoritmos (56%) y escuchar testimonios reales de adictos (52%). Quieren la verdad, no sermones.

Desactivar la bomba de tiempo
El informe “Apuestas Online y Adolescencia” de la Cruz Roja Argentina es mucho más que una estadística; es una hoja de ruta urgente. La conclusión del estudio es clara: la prohibición por sí sola ha fracasado. Los chicos saltan los muros digitales con facilidad.
La respuesta, sugiere el organismo humanitario, debe ser integral.
- Regulación real: Bloqueo de IP ilegales y, fundamentalmente, mayor control sobre las billeteras virtuales y la trazabilidad del dinero de menores.
- Responsabilidad empresarial: Cortar el bombardeo publicitario en horarios de protección al menor y regular la actividad de los influencers.
- Educación, no punitivismo: La escuela debe alfabetizar digital y financieramente. Enseñar que “la casa siempre gana” es una herramienta matemática más poderosa que confiscar un celular.
Estamos ante una generación que está aprendiendo a relacionarse con el dinero, el riesgo y la frustración a través de una pantalla táctil. Si no intervenimos ahora, construyendo esos “entornos seguros” que reclama la Cruz Roja, la deuda no será solo financiera, sino social. Y esa deuda, lamentablemente, se paga con el futuro.
El cerebro en obras y la trampa de la dopamina
¿Por qué es tan peligroso que un chico de 13 años apueste, aunque sea poco dinero? El informe de la Cruz Roja, apoyándose en estudios de neurobiología y del CONICET, explica que la adolescencia es una ventana de vulnerabilidad biológica única.
El cerebro adolescente se desarrolla de atrás hacia adelante. El sistema límbico (encargado de procesar las recompensas y el placer) madura mucho antes que la corteza prefrontal (encargada del freno inhibitorio y la evaluación de riesgos a largo plazo).
- El acelerador: Las plataformas de apuestas están diseñadas con algoritmos de refuerzo intermitente (luces, sonidos, premios aleatorios) que inundan el cerebro de dopamina.
- El freno roto: El adolescente tiene un “motor de Ferrari” para buscar placer, pero “frenos de bicicleta” para detenerse.
El estudio advierte que la exposición temprana a estos estímulos puede alterar la arquitectura cerebral, predisponiendo al individuo a adicciones futuras no solo al juego, sino a sustancias. El 20% de los apostadores actuales comenzó antes de los 13 años, una edad donde el cerebro es arcilla fresca para moldear una adicción.
La paradoja del NEA: más conciencia, menos riesgo
El informe de Cruz Roja, al desglosar los datos por regiones, arrojó una contradicción sociológica particularmente interesante en el Nordeste Argentino (NEA), que comprende las provincias de Misiones, Corrientes, Chaco y Formosa.
A diferencia del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), donde los adolescentes perciben un acceso libre y total a las plataformas, y del Noroeste (NOA), donde la motivación económica es el factor dominante, el NEA presenta un escenario paradójico: el 49% de los jóvenes del NEA cree que existen “muchos o bastantes” controles o barreras para que los menores de 18 años apuesten online.
Esta cifra contrasta fuertemente con la realidad del juego en la región, donde la participación de adolescentes se mantiene estable y en línea con el promedio nacional (cercano al 26%). Es decir, aunque los chicos sienten que hay más obstáculos, el juego se desarrolla con la misma intensidad que en el resto del país.
¿Por qué la percepción de control?
El análisis sugiere varias hipótesis que explican esta singularidad:
- Regulaciones locales visibles: algunas provincias del NEA han sido pioneras en implementar normativas específicas (o al menos visibles) en torno a las tragamonedas físicas o las casas de apuestas. Es posible que esta mayor presencia de la regulación en el mundo offline haya permeado la percepción adolescente, llevándolos a extrapolar ese control al ámbito digital, aunque este último sea mucho más difícil de fiscalizar.
- Menor saturación publicitaria: Si bien la publicidad es invasiva a nivel federal, la penetración de influencers locales o la presencia masiva de vallas y patrocinios en el NEA puede ser, marginalmente, menor que en los grandes centros urbanos del AMBA. Esta ligera reducción en el “bombardeo” podría generar la falsa sensación de que el fenómeno está más contenido.
- El efecto de las campañas comunitarias: El informe menciona que en diversas provincias las organizaciones no gubernamentales y las iglesias han llevado a cabo talleres de prevención. Si bien estas campañas suelen ser insuficientes para frenar el fenómeno, sí pueden haber logrado un objetivo crucial: aumentar la conciencia. El adolescente del NEA puede tener más claro que “está mal” o que “es ilegal” (percepción de control), incluso mientras sigue apostando (conducta real).

El peligro de la “conciencia inactiva”
La paradoja del NEA subraya uno de los mayores desafíos en la lucha contra la ciberludopatía: la conciencia del riesgo no se traduce automáticamente en cambio de conducta. El hecho de que el adolescente sepa que existe un control y, aun así, lo evada para apostar, implica que el factor de riesgo es más fuerte que el factor disuasivo.
Esto refuerza la necesidad de que las políticas públicas en el NEA se concentren no solo en informar sobre la ilegalidad, sino en ofrecer alternativas y contención.
La solución no está en más carteles, sino en una intervención psicoeducativa que aborde la ansiedad y la necesidad económica que los lleva a buscar refugio en la “plata fácil”.
Las cifras de la angustia
Detrás de la promesa de diversión, el informe de la Cruz Roja detectó un cuadro clínico preocupante. Los adolescentes no la están pasando bien, pero no pueden parar.
- Ansiedad y estrés: Afecta al 69% de los involucrados. La incertidumbre del resultado genera picos de cortisol constantes.
- Insomnio: El 47% reporta problemas de sueño. Las apuestas no tienen horario de cierre; el casino está abierto 24/7 en la mesa de luz.
- Endeudamiento: El 12% de los adolescentes admite que quedó debiendo plata por apostar.
¿A quién le deben? A billeteras virtuales (préstamos rápidos), a amigos o a familiares a quienes les sustrajeron dinero. Esto genera una bola de nieve donde apuestan más para intentar recuperar lo perdido (13% admitió esta motivación), cayendo en el ciclo clásico del jugador compulsivo.





