La cantidad de personas privadas de la libertad sin condena firme volvió a ocupar un lugar central en el diagnóstico del sistema de encierro en Misiones. Según el Informe Público Anual 2025 presentado por la Comisión de Buenas Prácticas en Contexto de Encierro, 612 personas permanecen detenidas sin una sentencia definitiva, de las cuales 217 llevan más de dos años en esa condición.
El dato no es menor: revela que una parte significativa de la población carcelaria provincial transita largos períodos de encierro bajo prisión preventiva, una figura pensada como excepcional pero que, en la práctica, se consolida como una instancia prolongada dentro del proceso penal.
Actualmente, más de 1.800 personas se encuentran alojadas en unidades del Servicio Penitenciario Provincial, mientras que otras 800 permanecen detenidas en comisarías, lo que configura un universo de más de 2.600 personas privadas de la libertad en distintos dispositivos del sistema. Aunque desde la comisión aclararon que no se registra una situación de superpoblación, el informe advierte que la presión sobre el sistema exige seguimiento constante y coordinación interinstitucional para evitar un escenario crítico.
Uno de los ejes del documento es precisamente el análisis detallado de la situación procesal, desagregado por unidades penitenciarias, circunscripciones judiciales y tipos de delito, lo que permite observar dónde y por qué se concentran las detenciones sin condena. El relevamiento muestra una alta rotación de personas imputadas por delitos contra la propiedad, mientras que los delitos contra la integridad sexual presentan mayores períodos de permanencia en el encierro, incluso antes de la sentencia.

El informe también sistematiza los 377 traslados realizados desde comisarías al Servicio Penitenciario entre enero y noviembre, un dato clave para entender el flujo interno del sistema y la utilización de dependencias policiales como espacios de detención prolongada, una práctica que suele generar tensiones en materia de derechos humanos.
Otro aspecto sensible abordado es la salud mental y los consumos problemáticos, con un relevamiento de casos detectados durante el año y recomendaciones orientadas a fortalecer la articulación entre el sistema de salud y los establecimientos de detención. En paralelo, se detallan acciones de capacitación en derechos humanos y diversidad dirigidas al personal policial de distintas unidades regionales.
La reinserción social aparece como un eje transversal del informe. En ese sentido, se repasa la oferta educativa disponible en contextos de encierro, los avances logrados y los desafíos pendientes, junto con la continuidad de programas como “Creciendo a través de la disciplina”, que promueve el deporte como herramienta educativa y preventiva dentro de las unidades penales.
Finalmente, el documento incorpora los resultados del monitoreo de dispositivos provinciales vinculados a derechos humanos, con una serie de recomendaciones orientadas a mejorar procedimientos, consolidar buenas prácticas y optimizar las condiciones de alojamiento.
Más allá de los números, el informe deja planteada una cuestión de fondo: la prisión preventiva prolongada no solo impacta en la vida de las personas detenidas, sino también en la capacidad operativa del sistema judicial y penitenciario. La gestión del encierro en Misiones, según el diagnóstico oficial, enfrenta así un desafío estructural que excede la infraestructura y remite directamente a los tiempos y dinámicas del proceso penal.





