Con la imagen de la Virgen María y una foto ampliada de Teófilo Zurdel y Silvia Sereni -iniciadores de esta travesía- en la cabecera, los biciperegrinos partirán en la madrugada de este sábado hacia la Basílica de Itatí, donde se reunirán con miles y miles de ciclistas movidos por la fe y la devoción. Los protagonistas de esta “movida” invitaron a quieran sumarse, a unirse a la columna principal que saldrá mañana, a las 4.30, desde La Rotonda de las avenidas Uruguay y Quaranta, de la capital provincial. “No es carrera, no es competencia. Vamos a un promedio de 20 kilómetros por hora y cada 20 kilómetros hacemos paradas para reagruparnos”, adelantó Marcelo Prochaska, quien pedalea desde hace 45 años, cuando un grupo se unió en oración por la salud de Oscar Kuri, nieto de Teófilo y Silvia, que era un bebé por ese entonces.
Conocedor del tema, estima que en esta oportunidad habrá “récord de peregrinos” en esto que hace unos años bautizaron como la peregrinación del Mercosur. “Como estamos en zona de frontera vienen muchos ciclistas de Paraguay, de Brasil y varios grupos desde Formosa. Esto ya trasciende fronteras y, de ser un grupito, pasó a ser lo que siempre soñamos, que era sumar, sumar y sumar”, agregó.
“Esperamos a todos en esta gran peregrinación de fe. Vamos encolumnados detrás de la imagen de mamá María, como todos los años, en nuestra misión rumbo a la Basílica. Todos vamos por lo mismo, por lo que sentimos en el corazón: la fe y la devoción. De lo contrario, ¿cómo se explican tantas bicicletas?, ¿tantos autos de apoyo hacia un solo punto, si no es la fe la que nos une?”, disparó.
Luis Alberto Zurdel, hijo de Teófilo, contó que arrancó desde la primera peregrinación. Por razones laborales tuvo que ausentarse de la provincia por un tiempo, pero “siempre que pude, estuve y, cuando volví, seguí en las restantes ediciones. Ahora voy como apoyo. Mi tarea consiste en abastecer de agua cuando el ciclista necesita. Es lo que hacía mi mamá al principio: llevaba agua, comida, frutas, todo, y al que pasaba por al lado le entregaba, al que necesitaba le daba. Algo de eso se hace todavía, pero hoy por hoy los grupos ya son más organizados, todos llevan apoyo”, manifestó , secundado por su sobrino Oscar, hijo de Emilia Zurdel y de Ramón Kuri, que era pequeño cuando la abuela sugirió peregrinar a la Basílica de Itatí para pedir por la salud de su querido nieto.
En algunas peregrinaciones “había gente que iba con su bicicleta de reparto, con el canasto adelante o con una multiuso (Rodado 20), y llegaba”, rememoró. Oscar Kuri, con su hijo Felipe en brazos, recordó emocionado que “ella fue la mentora. La abuela fue la que tuvo la idea. El abuelo ya corría en bicicleta, venía de correr las vueltas de Misiones, así que a él no le costaba. El apoyo que hace el tío es recontra importante, quizás no dimensione, pero siempre está el promesero que va con mucha fe, al que se le rompe la bicicleta y él está dispuesto a ayudarlo”.
Sostuvo que la abuela “era la que ayudaba al que no tenía, al que iba con toda la fe. De todos modos, no se abandona a nadie, al que va con nosotros y al que no va con nosotros. Sabemos que el que más sufre es el que está último, por eso con nosotros último no hay nadie. Si vemos que va mal, nos quedamos y lo acompañamos. El que va adelante no importa, rompe la bicicleta, pincha o se cansa, se detiene, y nosotros lo alcanzamos. Pero el que va último ¿cómo hace? Muchas veces no tiene forma de comunicarse porque no tiene teléfono o no tiene batería. Hay un montón de cuestiones que pueden pasar. El tío no dimensiona la importancia que tiene el apoyo. Es lo más importante que hay para el resto”. En las primeras no había apoyo, “se apoyaban entre ellos. Durante kilómetros y kilómetros se llevaban empujando uno a otro, porque estaba cansado o porque la bicicleta estaba rota. Y para no parar, porque no se podía solucionar en ese lugar, en ese momento, se ponía la mano en la espalda a otro y se llevaban. Todo lo que hicieron no tiene precio para mucha gente. Son pocos los que quedaron de los que comenzaron”, comentó quien tenía apenas un año cuando fue la primera vez junto a Silvia, pero que el primer recuerdo lo conserva desde los cuatro. “Llovía muchísimo, pararon en un camping en Itá Ibaté y la cantidad de gente era impresionante. Se tiraban bajo cualquier techito, dormían en cualquier lado. La abuela me envolvió en una toalla, que hasta hace poco tenía, e íbamos recorriendo y preguntando si alguien necesitaba algo. Esas cosas, sinceramente, no tienen precio”, celebró.
Vivencias
En Itá Ibaté, donde hacen noche, los espera mucha gente y se suben al escenario numerosos conjuntos musicales. “Ya se armó la verdadera fiesta del ciclista peregrino de fe y el pueblo se llena. Es muy tradicional. Es una localidad de siete u ocho mil personas y ese día llegan unas 25 mil. Es algo extraordinario”, señalaron, al tiempo que recomendaron a sus pares “que no viajen por la noche porque es muy peligroso”. Hace unos años paraban a almorzar en Villa Olivari y los esperaba la viuda de Olivari con una olla de 100 kilos. “Hoy nos esperan miles. Es impresionante la movilización que generamos en los pueblos”, recalcaron.
Contaron que “nos juntamos cada 20 kilómetros y hacemos un rezo a medida que nos vamos agrupando, no es todo pedal, nomás. Hacemos sentir a los nuevos, que es la fe la que nos motoriza. Entonces, la gente que viene por primera vez, la próxima trae a uno o dos más, así esto se va haciendo cada vez más grande. Es hermoso ver cómo se vive la devoción, escuchar los relatos mientras vas pedaleando, una cosa es vivirla y estar ahí y otra cosa es contarla”.






