El pasado martes 25 de noviembre se realizó en Puerto Iguazú el lanzamiento oficial del Proyecto Raíces, una iniciativa trinacional que busca fortalecer la conservación y el mejoramiento participativo de los recursos genéticos agrícolas, además de promover sistemas de semillas adaptados a la agricultura regenerativa.
El proyecto cuenta con financiamiento de la Unión Europea a través del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola de Naciones Unidas (FIDA), es implementado por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y tiene como líder técnico regional a la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (EMBRAPA).
En Argentina, su ejecución está a cargo del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), junto a organizaciones locales que integran esta fase inicial de trabajo. La propuesta abarca simultáneamente a Argentina, Bolivia y Brasil, y prevé beneficiar a más de 5.000 agricultores familiares, de los cuales la mitad son mujeres, incluyendo comunidades indígenas, y juventudes rurales. Su objetivo central es fortalecer la agrobiodiversidad mediante la creación y consolidación de bancos comunitarios de semillas, el apoyo a guardianas y guardianes que preservan variedades criollas, y la promoción del uso de herramientas, maquinarias y metodologías adecuadas para la agricultura de base ecológica.
En Misiones y Jujuy, el lanzamiento incluyó actividades teóricas y prácticas en campo orientadas a capacitar a técnicos, organizaciones y productores sobre estrategias de conservación y sobre metodologías de Mejoramiento Genético Participativo (MGP). Esta perspectiva busca unir ciencia, tradición y territorio, poniendo en valor el conocimiento campesino y la diversidad genética que sostienen la seguridad y soberanía alimentaria local. En Misiones, la coordinación técnica del proyecto está a cargo de Silvina Fariza, investigadora de INTA Cerro Azul, quien destacó “la importancia de apoyar el trabajo de los productores en lo que es conservar y fortalecer las semillas criollas a través del mejoramiento genético participativo como técnica innovadora para el sector. Solo en Misiones, se beneficiarán de manera directa unos 600 agricultores”.
El inicio de Raíces consolida un espacio de articulación institucional y comunitaria para promover sistemas alimentarios sanos y sostenibles, mejorar las condiciones productivas y ambientales de las comunidades rurales y revalorizar los saberes que históricamente han cuidado la biodiversidad agrícola de la región.
Mejoramiento Genético Participativo, una propuesta técnica
Durante el lanzamiento, el investigador brasileño Altair Toledo Machado, referente de EMBRAPA y uno de los impulsores del Mejoramiento Genético Participativo en América Latina, compartió los fundamentos de este enfoque que hoy gana relevancia en la región. Toledo Machado recordó que la selección de semillas no nació en laboratorios, sino en las chacras: “El mejoramiento genético se creó como algo difícil, reservado a especialistas. Pero en realidad fue hecho por los campesinos durante miles de años”, señaló.
El Mejoramiento Genético Participativo comenzó a ser formalizado en la década de 1980, cuando equipos de investigación empezaron a trabajar directamente en campos de pequeños agricultores para identificar variedades tolerantes a sequía, altas temperaturas y suelos pobres. Con el tiempo, este enfoque incorpora principios agroecológicos y una visión sistémica que busca mejorar no solo la planta sino también el agroecosistema en el que se desarrolla.
La principal diferencia respecto del enfoque académico convencional es que el mejoramiento participativo integra no solo aspectos genéticos, sino también ambientales, culturales y sociales.
Mientras el modelo tradicional trabaja en estaciones experimentales bajo condiciones controladas y con una sola especie aislada, el MGP se desarrolla en los territorios reales, en ambientes heterogéneos y llenos de diversidad, donde los cultivos interactúan con múltiples factores.
Esta metodología también transforma los roles: el investigador pasa a ser un facilitador que aporta herramientas técnicas y pedagógicas, mientras que el protagonismo lo asumen los agricultores, quienes conducen la selección, evaluación y validación de las variedades. “En el convencional se mira solo la genética. En el participativo se mira la genética, el ambiente, las prácticas culturales y la comunidad”, sintetizó Toledo Machado.
En Brasil, este enfoque permitió formar redes sociotécnicas con organizaciones rurales, crear polos irradiadores de agrobiodiversidad y fortalecer la soberanía alimentaria. Actualmente participan más de 20 mil agricultores familiares en distintos territorios del país, desarrollando variedades adaptadas a sus condiciones productivas y culturales.
Con el impulso del Proyecto Raíces, esta perspectiva comienza a tomar fuerza en Misiones, donde la recuperación de semillas criollas y la revalorización del conocimiento ancestral se combinan con herramientas técnicas para construir sistemas agrícolas más resilientes y sustentables. Para Machado, el objetivo es claro: “Respetar al agricultor, respetar al ambiente y producir alimentos más sanos”.





