Por Myrian Beatriz Vera y Juan Carlos Marchak, enviados especiales
En el taller central del Parque Temático de Leandro N. Alem hay olor a pintura, pegamento y mate compartido. Entre andamios, pinceles, cajas de herramientas, retazos de telgopor y tela por montones, se respira el zumbido de quienes trabajan todo el año para que la ciudad vuelva a convertirse, dentro de poquito, en la Capital Nacional de la Navidad por su renombrada “Fiesta de la Navidad del Litoral”, que este año cumple tres décadas de amor.
“Trabajamos todo el año para llegar listos a diciembre”, resumió el escultor Julián Rojas con la naturalidad de quien tiene una rutina que no entiende de vacaciones.
PRIMERA EDICIÓN lo encontró en su puesto, mientras retocaba una habitación que será parte de un posada típica de Belén, donde las tallas en telgopor y espuma de poliuretano, con textura simulada, gracias a las pistolas de calor, parecen piedras calizas y adobe. También hay vasijas ubicadas con precisión para lograr la escena de una cocina típica del “año cero”, momento en que la tradición cristiana dicta que nació Jesús de Nazaret.
“Primero simulo la piedra, hago talla directa y después la textura con la pistola de calor y técnicas de pintura”, explicó conocedor.
“Los materiales combinados con distintos métodos me permite darle una textura más realista”, sostuvo mientras con sus manos fue ordenando la escena; detrás de toda la obra también hay un trabajo muy detallista de las carpinterías del parque, que aportaron muebles y puertas de los artesanos del predio. Esa conjunción de técnicas de talla, pintura manual, confección y electricidad, es el sello del taller permanente, que alimenta la fiesta durante todo el año en el predio de casi cinco hectáreas que parece sacado de un cuento…
Algo que nadie resume mejor que Marcelo Dacher, presidente de la comisión organizadora: “Este parque es único en su estilo en la Argentina”, dijo a este Diario cuando dialogó con él en la casita de Papá Noel y enumeró sin ostentación: “Muestras temáticas, la fábrica de juguetes de Santa Claus, feria gastronómica y un desfile de carrozas impresionante con más de 600 personajes en escena…”.

La gratuidad, bandera oficial
Para el intendente Matías Sebely, la fiesta también es el resultado de la política pública y el Estado presente: “Queremos que la Navidad sea una fiesta de las familias”, dijo recientemente.
Y agregó: “Ante la difícil situación económica, apostamos a que todo sea gratuito; así lo hacemos accesible para turistas y vecinos”. La decisión que forma parte de la estrategia para posicionar a la localidad como destino turístico cultural. De hecho, la Fiesta Nacional de la Navidad del Litoral siempre impulsó la ocupación hotelera, que ya se encuentra “casi completa” para esos días, según datos de la Dirección de Turismo del municipio.
Pero, vivir la Navidad en Alem no es solo consumo: es trabajo comunitario. En otra área de los talleres, Nabila y Evelyn Zetterlund, hermanas y artistas plásticas autodidactas, se ocupan de restaurar a mano, pincel y contrarreloj, piezas de gran formato.
“Empezamos a trabajar en agosto, restaurando las piezas mayormente con pintura acrílica y también látex”, contaron.
Y mientras retocaban la escultura de la Sagrada Familia, que irá colocado en el pino navideño central de la ciudad, aseguraron: “Todo se hace a mano; detalle por detalle”.
“Esta es una pieza bastante importante para nosotras”, aseguraron, “demandó mucho tiempo y todavía quedan algunas más, pero vamos a llegar bien con todo”, sonrieron.

Esa paciencia artesanal se combina con imaginación escénica de Cristian Szydlowski, el diseñador de interiores, quien coordina la muestra de “Pesebres del Mundo”, un salón donde cada representación del Nacimiento habla su propio idioma.
“Elegimos un país por cada continente”, explicó mientras brindó un recorrido casi cinematográfico: “Aquí mostramos cómo sería una representación del Nacimiento si Jesús hubiera nacido en otras culturas y no en Nazaret”, acotó sobre la finalidad de ese particular espacio. En la enorme habitación hay pesebres gigantes, miniaturas y una maqueta del pueblo de Belén realizada por los alumnos de la EPET 9.
Además, en una de las escenas de los pesebres, el americano cobra presencia guaraní, se llama “Pesebre de América” y es una obra del reconocido artista platico de Misiones, Alberto Mathot, que incorpora referencias a las reducciones jesuíticas, también trabajada por estudiantes de la mencionada escuela de Enseñanza Técnica.
“Es un trabajo conjunto. Varias manos participaron para cada escena”, resumió Szydlowski.

Las costureras
La Casa de Papá Noel, con su chalet y fábrica de juguetes, es otro centro de interés y oficio. Allí trabaja Marián Ríos, costurera y “secretaria de Papá Noel”, quien también gracias a la colaboración de todo el equipo, confecciona trajes del Nuevo Testamento y pequeñas figuras del Papá Noel Misionero, obsequios para los visitantes ilustres.
“Somos muchas las personas que trabajamos con los trajes”, contó. “Tomamos medidas, cosemos, hacemos todo manualmente. También preservamos los materiales de años anteriores que se reciclan constantemente para proteger el medioambiente. Acá hay mucho amor en cada detalle”, describió con orgullo.
“Se siente todo el año ese cuidado. Desde febrero arrancamos trabajando para la fiesta de Pascua y desde abril para Navidad”. Esa mezcla de devoción y oficio explica por qué algunas piezas son interactivas: el camello junto a los Reyes Magos permite subirse y sacarse fotos; los niños dejan cartas en el buzón de Papá Noel; los talleres infantiles enseñan manualidades navideñas. Y Marián pidió que se haga énfasis en ese carácter inclusivo: “Acá todos somos niños”, dijo, y agregó que la fiesta muta lo intangible en algo palpable: “Se convierte en verbo, como Jesús en nosotros”.
La dimensión productiva del evento también se mide en cifras y logística. El taller permanente funciona como escuela de oficios: artesanos, soldadores, modistas, carpinteros y electricistas se forman y reciclan materiales.
“En los últimos años se reciclaron más de un millón de botellas que vecinos, escuelas e iglesias acercaron al taller”, contó Graciela Haupt, directora de los talleres.
Esta edición incluyó “nuevas técnicas de iluminación y miles de flores creadas para que las instalaciones brillen de día y de noche”.
Cada taller, cada quien, carga una historia y una técnica: la talla directa de Julián, la pintura a pincel de Nabila y Evelyn, la confección de Marián, la coordinación escénica de Cristian o la dirección de Dacher. El resultado es un parque que funciona como un gran colectivo artístico que abre sus puertas a la provincia y al país.
También hay decisiones simbólicas: la figura del Papá Noel misionero -inmigrante adoptado por la tierra colorada-, quien se viste con bermudas, alpargatas y un ‘chapeu’ de paja; toma mate y tereré; baila chamamé. Es una adaptación local de un símbolo global que, paradójicamente, refuerza el espíritu religioso.
“Para nosotros, el mensaje más importante no es el regalo material, sino el regalo espiritual que nos trajo Jesucristo con su nacimiento”, como bien sintetizó Dacher.

El programa artístico
Otro aspecto, que pone la frutilla del postre al evento es la cartelera artística, amplia y diversa: números nacionales, provinciales y locales confluyen en el escenario mayor. Entre los nombres anunciados aparecen Banda XXI, Los Nocheros, Coki Ramírez y el tributo a Sandro a cargo de Fernando Samartín. Pero la fiesta no se agota en los conciertos: incluye ajedrez, encuentro de autos antiguos, desfile de mascotas, concurso de cuentos navideños (esta edición suma su XIII convocatoria) y masterclass de zumba. Actividades para públicos distintos que conviven en un mismo relato: el de una ciudad que celebra su identidad.
El desfile de carrozas, uno de los grandes hitos, es también la expresión más masiva del trabajo previo: 20 carros alegóricos, 600 personas en escena y varios barrios movilizados para la puesta en marcha.
La magia se repite en cuatro fines de semana: 6 – 7, 12 – 13, 20 -21 y 27-28 de diciembre; pero la programación completa incluye además actividades los días 20, 21, 27 y 28.
“Queremos que la gente encuentre algo nuevo y diferente cada año”, finalizó el presidente de la comisión.
En el aire queda la invitación: recorrer las plazas, subir a un camello de utilería para una foto, escuchar a grandes artistas en el corazón del predio, disfrutar del desfile como si fuera una película de Navidad o simplemente detenerse ante una escultura restaurada y dar las gracias por el presente más tangible que tiene fiesta: su tiempo, su trabajo y su encuentro…















