El debate sobre si los adolescentes “son vagos” o “se acuestan tarde” acaba de ser intervenido por la ciencia, y el veredicto es contundente: el sistema educativo argentino está diseñado contra la biología de los estudiantes.
Un exhaustivo informe titulado “Mapa Nacional de Horarios de Inicio Escolar”, elaborado por la Dra. María Juliana Leone y el Lic. Pablo Gerez para la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) y CONICET, desnuda una crisis silenciosa que ocurre cada madrugada en millones de hogares. El estudio, basado en el Relevamiento Anual 2024 de la Secretaría de Educación, es el primero en mapear a qué hora suena la campana en el nivel secundario.
El dato central es alarmante: la hora promedio de inicio del turno mañana en Argentina es a las 7.31.
Pero el promedio esconde realidades más extremas. El 83% de las escuelas secundarias del país obliga a sus alumnos a entrar antes de las 8. En provincias como Santa Fe (07:07) y Misiones (7.10), los horarios promedio son aún más tempraneros. De hecho, en nuestra provincia, más del 70% de los colegios arranca antes de las 7.15.
Esta estructura, advierte el informe, choca de frente con la neurobiología.
La “tormenta perfecta”: tres relojes en conflicto
El problema, explican los autores, es el desajuste de tres relojes:
El Reloj Biológico: Durante la adolescencia, el reloj interno (cronotipo) se retrasa naturalmente. Los jóvenes se vuelven biológicamente “vespertinos”: su cerebro no está listo para dormir temprano ni para despertar temprano.
El Reloj Social: Es el horario impuesto por la escuela (07:31 promedio).
El Reloj Solar: El amanecer, que varía según la geografía y la estación.
Cuando el reloj social (la escuela) obliga a despertar mucho antes que el reloj biológico (cerebro adolescente) y, además, antes que el reloj solar (el sol), se genera una “tormenta perfecta”.
El resultado es la privación crónica de sueño. El informe cita estudios que demuestran que los adolescentes necesitan dormir un mínimo de ocho horas para funcionar correctamente. Sin embargo, en Argentina, los alumnos del turno mañana duermen mucho menos, con casos de menos de 7 horas en primer año y menos de 6 horas en quinto año.
Esta falta de sueño no es trivial. La evidencia internacional la asocia directamente con mayor ausentismo y abandono escolar, menor rendimiento académico, y mayor riesgo de problemas de salud mental como depresión, ansiedad, abuso de sustancias e ideas suicidas.
El “huracán argentino”: nocturnos y madrugadores
Si la situación internacional es una “tormenta”, el informe la recalifica para Argentina como un “huracán perfecto”.
¿Por qué? Porque nuestros hábitos sociales ya son más nocturnos que en otros países. Sin embargo, nuestras escuelas comienzan, en promedio, 30 minutos antes que en Estados Unidos (8 o 8.03 allí, 7.31 acá). Es decir: somos biológica y culturalmente más tardíos, pero forzamos a los estudiantes a arrancar más temprano.
El costo de esta disonancia es altísimo: a nivel nacional, los alumnos van a la escuela cuando todavía es de noche un promedio de 85 días al año.
En algunas jurisdicciones, la cifra supera los 100 días. En invierno (junio), el escenario es desolador: en provincias patagónicas como Santa Cruz, las clases llegan a comenzar casi dos horas (1h 52min) antes de que amanezca. En Misiones, si bien estamos en el este y el sol sale antes, los estudiantes acumulan 70 días de clases al año (un 35,7%) comenzando en la oscuridad.
La solución que nadie discute: vivimos en el huso horario incorrecto
El estudio de Leone y Gerez no solo diagnostica, sino que expone una de las causas estructurales más profundas de este desajuste: la hora oficial argentina.
Argentina usa el huso horario UTC-3. Sin embargo, geográficamente, la mayor parte del territorio nacional corresponde al huso UTC-4.
Este “error” político y geográfico significa que todo el país vive con su “reloj social” adelantado al menos una hora respecto al “reloj solar”. El mediodía solar (cuando el sol está en su punto más alto) no ocurre a las 12:00 en ningún lugar del país, sino siempre más tarde.
Aquí es donde el informe plantea una solución que ni siquiera requiere modificar los horarios escolares: si Argentina adoptara la zona horaria que le corresponde (UTC-4), el amanecer ocurriría (en el reloj) una hora antes.
El impacto sería inmediato y drástico. Según el informe, solo con ajustar el huso horario nacional, en la Ciudad de Buenos Aires y Mendoza ninguna escuela comenzaría de noche. En Tierra del Fuego, los días de inicio a oscuras se reducirían de 123 a 80.
La conclusión del “Mapa Nacional” es inapelable: la escuela comienza demasiado temprano en todo el país. Los autores sostienen que un horario mejor alineado con el amanecer, ya sea cambiando el huso horario nacional o atrasando el inicio de clases (la Academia Americana de Pediatría recomienda no antes de las 08:30 ), beneficiaría a todos los estudiantes y, crucialmente, reduciría las desigualdades.
El informe completo aquí 👇
Leone&Gerez_2025_Mapa_Nacional_Horario_Inicio_Escolar_VersionFinal




