En el barrio San Miguel de Posadas hay un vecino muy especial que no falta nunca. “Muchacho”, un perro macho mestizo de unos 16 años que, sin tener dueño fijo, tiene muchos hogares. Desde hace más de una década, los vecinos lo alimentan, lo protegen y lo acompañan. Ellos aseguran que, a su modo, él también los cuida.
“Muchacho es un perro que hace 15 o 16 años está viviendo en el barrio, pero con nosotros hace más o menos cinco años, porque la familia que lo tenía lo abandonó”, contó Miryam Kuspita, una de las vecinas que más tiempo lleva cuidándolo. “Acá todos le dan de comer, todos lo cuidan, cuando se enferma colaboramos entre todos. Incluso una vez un señor que ni conocíamos le trajo un aerosol para curarlo porque se había peleado con otro perro. Todos lo aprecian”, agregó.
En el grupo también está María Ángela Fea, quien describió su carácter: “Muchacho tiene su ritmo. Él te ladra para entrar o para salir. Pero también es muy sensible: cuando tiene alguna herida viene y se recuesta, sabe que nosotros lo vamos a curar. Una vez que se pone bien, hace su vida, no molesta ni ensucia dentro de la casa. Es una maravilla de perro”.
Según María, el perro es más que un vecino peludo: “Él cuida la cuadra. Si ve pasar una persona que conoce, ni la mira, pero si recuerda a alguien que le hizo algún daño, se para y le ladra toda la cuadra. Tiene intuición, sabe quién es buena persona y quién no”.
Valeria Aguilera, otra integrante del grupo, aseguró que Muchacho “es de todos”. “Yo tengo hijos y él los acompaña a la parada del colectivo y después vuelve solo. No es agresivo, es muy compañero. Cuando hace calor, entra a casa; cuando hace frío, duerme donde se siente cómodo. Es muy querido por todos, ya es parte de la familia del barrio”, contó.
Además de las mujeres, hay otros vecinos involucrados en el cuidado del perro, como Gustavo González, quien “suele pagar los remedios y la atención veterinaria cuando se enferma o lo muerde otro perro”, mencionó Valeria.
Para Modesta Ortiz, otra vecina, “Muchacho es todo”. “Hace muchísimo tiempo que lo conozco. Le tengo un colchoncito que a él le gusta para dormir. Yo lo veo descansar plácidamente y pienso que se le está terminando la existencia, pero él eligió a la gente que quiere que lo cuide, y nosotros nos vamos a hacer cargo”, dijo con emoción.
A su turno, Miryam agregó: “Él tiene aproximadamente 16 años. Ya tiene un lugar destinado, cuando no esté, para descansar en paz en mi casa”. Cuando se les pide definirlo en una palabra, todos coinciden: “Amor”, responde Miryam. “Un gran compañero”, dice Modesta. “Fiel”, agrega Valeria.
Y mientras el sol cae sobre las calles del barrio San Miguel, “Muchacho” camina lento, se detiene frente a una casa, recibe una caricia y un plato de comida. Porque allí, en cada puerta, hay alguien que lo espera.









