El cáncer de mama es el más frecuente entre las mujeres argentinas, representando el 31,6% de los nuevos casos, mientras que el de cuello uterino es el tercero más común. Ambas enfermedades registran tasas más altas en Argentina que en la mayoría de los países de Latinoamérica. Según el informe “Reducir la brecha de equidad”, elaborado por The Economist Impact, la tasa de prevalencia del cáncer de mama en el país fue de 675,9 por cada 100.000 mujeres, frente a 463,5 en América Latina. En el caso del cáncer de cuello uterino, la tasa local alcanzó los 463,5, muy por encima del promedio regional, que es de 148.
En el marco del Día Mundial de la Lucha contra el Cáncer de Mama, es importante recordar que acceder a información confiable, realizar controles médicos y aplicar medidas de prevención son acciones simples que pueden cambiar el curso de la enfermedad, sin embargo el informe de Economist Impact pone en evidencia las profundas desigualdades en la atención oncológica para las argentina.
No se trata de un documento oncológico sino que es una radiografía social del país. Lo que emerge de sus páginas es la confirmación de una verdad incómoda: en Argentina, el pronóstico de una mujer con cáncer de mama o de cuello uterino depende menos de la biología de su tumor que de su código postal y su nivel de ingresos.
El estudio desnuda una fractura estructural que divide la salud femenina en dos realidades paralelas. Esta brecha no es sutil; es un abismo que determina quién accede a una mamografía a tiempo y quién no, quién inicia su tratamiento en 60 días y quién debe esperar 75 o más y, en última instancia, quién tiene acceso a la ciencia de vanguardia y quién debe conformarse con lo básico.
Lo más crudo es la cuantificación de esta inequidad. La diferencia de casi 30 puntos porcentuales en la tasa de mamografías entre el quintil de ingresos más alto (72%) y el más bajo (44,5%) no es solo una estadística; es un fracaso sistémico. Revela un sistema que, en la práctica, castiga la pobreza.
El informe también detalla las barreras: el miedo, la falta de transporte, el costo de oportunidad de perder un día de trabajo informal o las responsabilidades de cuidado. Pero lo que subyace es una falla de diseño: un sistema de salud que exige que las pacientes se adapten a él, en lugar de adaptarse él a la realidad de las mujeres más vulnerables.
La segunda gran fractura es la geográfica. El informe evidencia un federalismo fallido en materia sanitaria. Que en 2024 la prueba de VPH, estándar de oro para la detección del cáncer de cuello uterino, solo se ofrezca en 19 de las 24 provincias, o que la cobertura de mamografías oscile del 84% en CABA al 34% en Santiago del Estero, demuestra que el derecho a la salud no está garantizado de igual manera en todo el territorio. La vida de una mujer vale más o menos según la jurisdicción en la que se encuentra.
El dato más alarmante, sin embargo, es el que mira al futuro: la preocupante caída en la cobertura de la vacuna contra el VPH, que se desplomó del 54% al 36% en un solo año (2022-2023). Esto no es un problema heredado; es una falla activa de la política de prevención. Se están sembrando, por omisión, los casos de cáncer de cuello uterino de la próxima década. Un cáncer que es, en gran medida, prevenible.
Si bien el documento destaca soluciones innovadoras y necesarias -como la autoprueba de VPH o la telemamografía-, estas corren el riesgo de ser parches tecnológicos en un sistema que requiere una cirugía estructural.
Por otro lado, el informe propone líneas de acción concretas para responsables de políticas públicas, profesionales de la salud, organizaciones sociales y activistas con un objetivo claro: garantizar una atención oncológica más equitativa para todas las mujeres argentinas.
“Para 2050 se espera que los casos de cáncer de mama suban más de un 40% y los de cuello de útero, cerca de un 30%. El panorama es preocupante. Por eso es clave seguir trabajando para que todas las mujeres, sin importar dónde vivan o su situación económica, puedan acceder a controles, diagnósticos y tratamientos a tiempo”, afirma Gabriela Bugarín, directora médica de Oncología de MSD Argentina.
En definitiva, “Reducir la brecha de equidad” es un llamado de atención ético. Demuestra que las barreras más difíciles de derribar no son las científicas, sino las socioeconómicas y políticas, y obliga a preguntarse si, como sociedad, aceptamos un sistema de salud de dos velocidades donde la supervivencia es, para muchas mujeres, un lujo y no un derecho.
Factores que aumentan el riesgo
No existe una única causa para estos tipos de cáncer, pero sí se conocen factores que aumentan el riesgo. Identificarlos permite tomar decisiones informadas y fortalecer las medidas de prevención.
En el caso del cáncer de mama, los factores que se destacan incluyen antecedentes familiares, menstruación temprana (antes de los 12 años), menopausia tardía (después de los 55), no haber tenido hijos o tener el primero después de los 30, obesidad, consumo de alcohol, terapia hormonal en la menopausia, tener tejido mamario denso, entre otros. La edad también es un factor determinante, dado que la mayoría de los diagnósticos se producen en mujeres mayores de 40 años.
En cuanto al cáncer de cuello uterino, la causa más frecuente es la infección persistente por el virus del papiloma humano (VPH), una enfermedad de transmisión sexual muy común. Otros factores que incrementan el riesgo son el tabaquismo, el inicio temprano de la actividad sexual, múltiples parejas sexuales, infecciones de transmisión sexual no tratadas y un sistema inmunológico debilitado.
Señales que no deben pasarse por alto
Tanto el cáncer de mama como el de cuello uterino pueden desarrollarse sin síntomas evidentes en sus etapas iniciales. Por eso, es esencial prestar atención a los cambios sutiles y conocer las señales de alerta.
En el caso del cáncer de mama, la manifestación más frecuente es un bulto o masa indolora en la mama o debajo del brazo. Sin embargo, también pueden observarse otras señales: engrosamiento, alteraciones en el tamaño o la forma de la mama, dolor, enrojecimiento, hundimiento de la piel, secreción inusual por el pezón o cambios en la areola.
Por otra parte, en el cáncer de cuello uterino los síntomas suelen aparecer en etapas más avanzadas. Los más comunes son el sangrado vaginal anormal -fuera del período, tras relaciones sexuales o luego de la menopausia-, flujo con olor fuerte o de aspecto sanguinolento, y dolor en la pelvis o durante las relaciones sexuales.
Diagnóstico temprano y cómo reducir el riesgo
Cuando se detectan en etapas iniciales, estos cánceres tienen mayores probabilidades de tratamiento exitoso. Por eso, los controles regulares y las pruebas médicas específicas son fundamentales. Para diagnosticar el cáncer de mama, los profesionales de la salud utilizan herramientas como el examen físico, mamografías, ecografías, resonancias magnéticas, biopsias, entre otras.
En el caso del cáncer de cuello uterino, las pruebas más utilizadas son el Papanicolaou y el test de ADN del VPH. Si se detectan células anormales, se puede realizar una biopsia para confirmar el diagnóstico. Cuanto antes se actúe, mayor es la posibilidad del éxito en el tratamiento.Más allá del diagnóstico temprano, existen múltiples acciones que pueden contribuir a disminuir las probabilidades de desarrollar estos tipos de cáncer.
En lo que respecta al cáncer de mama, llevar un estilo de vida saludable es clave: mantener un peso adecuado, realizar actividad física regularmente, evitar el consumo excesivo de alcohol y limitar el uso de hormonas en la menopausia. Además, se recomienda realizar autoexploraciones mamarias con regularidad. Esta práctica consiste en observar y palpar las mamas para detectar posibles cambios o irregularidades. Aunque no reemplaza los estudios clínicos, ayuda a conocer el propio cuerpo y puede facilitar una consulta temprana ante cualquier hallazgo sospechoso.
La medida más eficaz para prevenir el cáncer de cuello uterino es la vacunación contra el VPH, recomendada para personas de entre 9 y 45 años. También es clave realizar controles ginecológicos periódicos y mantener relaciones sexuales con preservativo. Si bien su uso correcto ayuda a reducir el riesgo de transmisión, no brinda una protección total, ya que el virus puede encontrarse en zonas de la piel no cubiertas.
A pesar de contar con un programa universal de vacunación contra el VPH en escuelas primarias, en Argentina la cobertura ha caído de forma abrupta: de 2022 a 2023 pasó del 54% al 36% entre las niñas5, dejando a muchas sin esta protección clave. Por eso, es fundamental reforzar la vacunación y promover la información para reducir la incidencia del cáncer de cuello uterino.
“La mejor herramienta que tenemos contra el cáncer sigue siendo el control a tiempo. Detectar una lesión en etapas tempranas cambia por completo el pronóstico. Por eso cada vez que una mujer se realiza sus chequeos de rutina, está dando un paso muy valioso para proteger su salud y ganar tiempo frente a la enfermedad”, asegura Bugarín.
Fuente: Agencia de Noticias NA





