Sofía Márquez es madre de tres hijos y lucha cada día por la salud de la más pequeña, Ludmila, de cuatro años. En sus últimos dos años de vida, “Ludmi”, como la llama cariñosamente, comenzó a mostrar indicios de un posible retraso global del desarrollo (RGD) por complicaciones en el parto.
Sus dificultades en la motricidad se hicieron evidentes desde el primer año de vida, pero este año se incrementaron de forma considerable, comprometiendo la calidad de vida y el desempeño escolar de Ludmila, que además sufre episodios de crisis sensorial.
Desde entonces, su familia realiza colectas y rifas solidarias para costear los estudios y terapias necesarias para evitar que el cuadro de Ludmila siga avanzando, en una batalla diaria por la salud, el diagnóstico y el derecho a una atención médica digna.
“No queremos buscar culpables, solo queremos que Ludmi tenga la oportunidad de mejorar”, aseguró Sofía en diálogo con PRIMERA EDICIÓN.

Una historia marcada por la incertidumbre
Ludmila nació en el Hospital Materno Neonatal en 2021 y durante su primer año de vida creció aparentemente sana. Pero las señales de que algo no andaba bien comenzaron a aparecer: empezó a caminar a los dos años y medio, luego de mucha estimulación y ayuda de kinesiólogos.
En marzo de este año empezó el jardín, en su querida salita de 3, en lo que la propia Sofía recuerda considerar “una oportunidad para que mejore su desarrollo”. Pero durante el acto escolar del 25 de Mayo sufrió su primera crisis sensorial.
“Nosotros jamás vimos algo así en ella ni en otro niño. No teníamos idea de lo que estaba pasando. Nos tuvimos que retirar de la escuela”, recordó la mamá. Ese episodio de crisis fue el inicio de un camino cargado, hasta hoy, de incertidumbre.
Luego de varias interconsultas, una resonancia magnética reveló que el hemisferio izquierdo del cerebro de Ludmila no se había desarrollado por completo. Esa malformación afecta su sistema nervioso central y su motricidad.
“Desde hace dos meses ya no corre bien, camina con mucha dificultad y va al jardín en jornada reducida. Estamos viendo un retroceso en su desarrollo”, explica.
Solidaridad en la adversidad
Conseguir atención médica no fue sencillo para la familia. Sofía contó que varios especialistas se negaron a confirmar el diagnóstico o a realizar derivaciones “porque era un tema de mala praxis del parto”.
“Nadie me dijo qué tratamiento seguir, qué medicación darle o a dónde ir. Solo se preocuparon por quién tiene la culpa, no por la salud de mi hija”, agregó.
Desde entonces, la familia organiza rifas y colectas que permitieron costear varios estudios y terapias de neurodesarrollo para que el cuadro de Ludmila no avance, aunque el camino por recorrer aún “es largo”, contó Sofía.
Su esperanza hoy es poder costear los estudios para que Ludmila acceda al Certificado Único de Discapacidad (CUD), que le permitan asegurar la cobertura de los tratamientos y garantizar un futuro mejor para su hija.





