Aarón Alexis Rodríguez (23) experimentó en carne propia “que la vida puede cambiar de un día para el otro”, por eso ahora trata de vivirla más intensamente. Después de adaptarse a su nueva condición, se convirtió en jugador de fútbol para amputados, escribió un libro, estudia coaching ontológico y brinda charlas motivacionales a jóvenes. Aseguró que lo hace porque “me gusta escuchar y aprender de los demás” pero, además, buscando demostrar que los problemas que se presentan a diario suelen ser “apenas migajas”.
A los cinco años se introdujo en el deporte y desde ese entonces incursionó en varios. “A los 13 me incliné por el rugby porque era algo que me llamaba la atención. Al cumplir los 16, jugando en el Club Capri, sufrí un raspón en la rodilla, algo común en los partidos. Pero a partir de ahí comenzó mi peregrinar con esta historia porque a través de la herida ingresó un virus de la tierra de la cancha”, expresó.
Lo internaron el 1 de noviembre de 2018 y durante dos semanas los médicos “intentaron salvarme la pierna. Tras ocho cirugías, el 16 de noviembre me amputaron porque era como una necrosis que se incrustó en el hueso y empezó a subir. Fue un golpe fuerte”, pero “no había opciones”.
Pudo pasar las fiestas en casa y el 1 de enero de 2019 volvió a urgencias del hospital. “Me sometieron a estudios para saber por qué las defensas bajaron de golpe. El 1 de febrero punzaron la médula y me diagnosticaron leucemia. Estaba avanzada y me daban un año de vida. Pasé cuatro meses pendiente de la quimioterapia. Luego me hicieron un control y el cáncer había desaparecido, por lo que lo atribuyo a un milagro”, dijo el joven para quien su familia (papá, Carlos; mamá, Liliana; sus hermanos Joaquín y Zamira, además de abuelos, tíos y amigos) jugó y juega un rol muy importante. “Estamos unidos y son un soporte grande”, celebró.

Tras recuperar el alta ambulatoria, pudo terminar el secundario en el CEP 1 del barrio Yacyretá. En diciembre, de la nada, regresó a urgencias y en enero de 2020 una resonancia corroboró que el pulmón derecho no funcionaba, por lo que ingresó a cirugía y fue extirpado.
Enseguida llegó la pandemia y para Aarón significó un parate “para pensar qué era lo que iba a hacer, si esto iba a significar una traba o un impulso para mi vida. Fue un momento para pensar mucho. En 2021 comencé a hacer crossfit, cuando no debía hacer actividad física por dos años tras la cirugía de pulmón”, recordó. Así, empezó a reavivarse la pasión por realizar una actividad física. “La necesitaba porque fueron tres años sin hacer nada. Me contactaron del Centro Provincial de Alto Rendimiento Deportivo (CePARD), comencé atletismo, salto en alto, pero dejé por una lesión.
Más tarde me invitaron a hacer canotaje y tardé cinco meses en subir de niveles hasta que pude salir a competir con el seleccionado argentino. Era algo lindo porque no sabía que era bueno en lo que hacía”. Finalmente, lo llamaron de la Fundación Idear para conformar el equipo de fútbol adaptado, “aunque no era muy consciente de que era un fútbol diferente, con unas muletas canadienses. Me adapté rápido y empezamos a competir a nivel nacional. Es una experiencia linda, al igual que el ambiente, no sabía de la existencia de ese deporte y ahora es un cable a tierra. Día a día me fui sintiendo mejor, sabiendo que podía hacer más cosas”, expresó el joven, quien escribió el libro “Protocolo de vida”, que aún no fue publicado por falta de recursos.
Aarón siente que “cada día es una oportunidad. Tuve que morir cuatro o cinco veces y si me quedé, fue por algo. Sé en carne propia que la vida puede cambiar de un día para el otro. Se trata de disfrutar el momento, de levantarte cada día, ser agradecido, bendecir, ayudar a los demás. Al día a día lo vivo, disfruto, siempre con la mejor onda”, aseguró quien entrena, estudia coaching ontológico y se ocupa de la atención al público en el negocio familiar. Utiliza prótesis desde 2020 pero solo una vez concurrió a rehabilitación “para que me indicaran cómo caminar, pero aprendí solo, en la calle. Ahora puedo subir una montaña, no tengo límites. Jamás me puse un techo porque siento que no tengo, pero siempre con humildad, demostrando que, si uno pudo, las demás personas pueden”, reflexionó quien volvió al Capri porque sus primos juegan ahí. “Veo los partidos y me embarga ese sentimiento de querer estar adentro pero sé que no puedo. Es mirarlo de afuera y disfrutarlo, no queda otra”.
A su entender, “a veces uno hace grandes problemas que son migajas. Siempre van a estar, está en nosotros saber afrontarlos en lugar de salir corriendo y decir no puedo. El mensaje es vivir el momento, afrontar aquello que nos da miedo, ponerle el pecho y seguir con la mejor, siempre”.










