La situación de la salud mental de los adolescentes y jóvenes en Argentina alcanzó niveles de emergencia nacional. Según datos oficiales del Ministerio de Salud de la Nación (2023), el suicidio se convirtió en la primera causa de muerte en mujeres de 10 a 19 años, superando por primera vez en la historia a los tumores y los accidentes. En varones del mismo grupo etario, el suicidio es la segunda causa de muerte, solo detrás de los accidentes. La tendencia es aún más preocupante en jóvenes de 20 a 29 años, donde el número de suicidios en varones es tres veces mayor que en mujeres y muestra un crecimiento sostenido año tras año.
Paralelamente, el consumo de sustancias y las conductas adictivas están en auge. El 69% de los jóvenes de 16 a 24 años consumió alcohol en el último año, y el 32,2% lo hizo en forma excesiva. Además, el 71,9% de los adolescentes considera que el juego patológico es un problema grave, y 8 de cada 10 conocen a alguien que accede a páginas de apuestas online, con un 37% haciéndolo con frecuencia. Un factor agravante es la soledad: el 40% de los adolescentes afirma nunca haber hablado sobre apuestas online en su hogar.
El informe, elaborado por las doctoras Rocío González y Victoria Bein, identifica a la familia y la escuela como los contextos clave que pueden actuar como protectores o como factores de riesgo. Según una encuesta de UNICEF citada en el documento, el 53% de los adolescentes reporta que en sus hogares no se habla o se habla poco sobre salud mental. En el ámbito escolar, el principal factor que afecta la salud mental de los jóvenes es la discriminación, el bullying y el ciberbullying (33%), seguido por la presión en los vínculos familiares (22%).
Los investigadores destacan un déficit crítico en las habilidades socioemocionales de los jóvenes. Menos del 50% de los adolescentes encuestados se perciben capaces de comprender o regular sus emociones. Este déficit se asocia directamente con una menor salud mental, mayor estrés, ideación suicida y conductas de riesgo. El informe concluye que implementar programas de prevención emocional en familias y escuelas no es un complemento, sino un componente esencial para garantizar el derecho a una educación integral y prevenir estas tragedias. Las autoras enfatizan que invertir en la salud mental de los jóvenes es invertir en el futuro del país.
¿Y en Misiones…?
Mientras los datos nacionales pintan un panorama desolador, experiencias locales demuestran que la intervención oportuna salva vidas. En Misiones, después de que los relevamientos provinciales mostraran índices preocupantes, se creó la Red Provincial de Prevención del Suicidio y se dispuso la línea 911 como punto de acceso en situaciones de crisis.
Semanas atrás, en ocasión del Día Mundial de la Prevención del Suicidio, Nicolás Aranda, director provincial de Salud Mental, aseguró que “es una problemática que no podemos pensarla solo a nivel individual, sino a partir de esa persona inserta en un contexto familiar y social (…) hay que poner en discusión esa idea y revalorizar la palabra”.
En ese sentido, explicó que enfocarse en la atención del suicidio implicó “formalizar todo un circuito de atención para el abordaje sostenido de las personas que tengan una conducta de riesgo o que se encuentran ante un suicidio consumado”. Independientemente del nivel de riesgo, consideró que la asistencia temprana y contextual es fundamental, ya que el suicidio se produce inserto en una historia de vida, pero también en un contexto familiar y social.
Con respecto al aumento de las tasas de intentos y episodios de suicidio, Aranda lo enmarcó en un contexto más amplio de individualismo, en el que predomina “una sensación de muchísima soledad y de que uno no le importa a otra persona”. En este sentido, la necesidad de una respuesta estatal puede ser el síntoma de un fenómeno mucho más global. “Si los dispositivos del Estado tienen que brindar este tipo de contención, significa que las redes de la comunidad están muy rotas y tenemos que trabajar en que la gente pueda acompañarse”, planteó.
En este escenario, es importante trabajar el debate de ideas instaladas y hablar sobre la problemática. La estrategia principal es revalorizar la palabra y hacer hincapié en construir vínculos significativos.
“Si brindamos un espacio donde la persona puede hablar, se siente significativa para un otro y siente que importa, este tipo de conducta merma y no se manifiesta en su forma aguda”, concluyó Aranda.
Aquí tenés el informe completo👇
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