Lucas Santiago Berley tiene 24 años y vive en el barrio Aeroclub de Oberá. Su vida estuvo marcada desde la infancia por la insuficiencia renal crónica y un sinfín de cirugías. “Cuando era chiquito empecé con fiebre. En Santa Rita me diagnosticaron insuficiencia renal crónica. A los dos años ya me tuvieron que operar, me cortaron un uréter, un riñón ya estaba seco y el otro a punto de dejar de funcionar”, recordó.
Con el tiempo, la enfermedad se agravó y debió trasladarse a Buenos Aires. “A los 9 años mi papá me donó un riñón. Ese riñón me duró 11 años, viví de lo mejor. Pero a los 18 se rechazó y volví a diálisis. Según los doctores, ya era la vida útil del riñón”, contó. La diálisis lo acompañó desde entonces, con complicaciones. “Por el mismo tema de la diálisis estuve con problemas en la paratiroides. Me tuvieron que operar y después se me descontroló el calcio en la sangre. Convulsioné dos veces, una en casa y otra en diálisis. En una de esas convulsiones me rompí la cadera del lado derecho y del lado izquierdo también tengo que operarme y poner un clavo”, relató.
El joven obereño espera por un trasplante después de tres intentos fallidos. “Tres veces salió operativo de trasplante, pero no era compatible. Siempre tenemos los bolsitos preparados, pero después nos dicen: ‘Va a ser la siguiente porque este no fue 100% compatible’. Yo soy fuerte, pero mi mamá se arrebata en llanto cuando nos avisan”, reconoció.
Además, aguarda una nueva operación de cadera. “El traumatólogo me dijo que es complicado por la osteoporosis que tengo en los huesos. Puede funcionar la prótesis o puede no funcionar, porque los huesos se rompen fácil. Igual, para el 6 tengo el turno de la cirugía de la cadera derecha y después la izquierda”, comentó.

Hasta antes de la fractura, Lucas se las rebuscaba para ayudar en su casa. “Siempre trabajé. Desde los 12 salía con mi hermano a cortar pasto, vendíamos turrones, pan, lo que apareciera. Después aprendí mecánica de motos mirando videos e internet. También arreglaba lavarropas, celulares. Con eso sacaba algo para llegar a fin de mes”, explicó. Hoy, sin embargo, está inhabilitado físicamente. “Ahora dependo de una muleta de madera que me prestaron. Le pusimos gomitas abajo para que no resbale. Vivimos solo con el sueldo de mi mamá”, señaló.
Las dificultades económicas se hacen sentir en el día a día. “Fuimos a Posadas para estudios prequirúrgicos y llevamos una sola galletita salada para los dos. Terminamos a las 7 de la tarde y volvimos sin nada para cocinar. Ahí entendí que teníamos que pedir ayuda porque no podíamos más”, confesó.
Los interesados en dar una mano con lo que puedan, puede comunicarse con Aureliana, mamá de Lucas o directamente con él, sus números de telefonos son: 3755 729288 – Aureliana Silva, 3755 535764 el de Lucas Berley.
En total, Lucas suma 25 operaciones: “Tengo cicatrices en el cuello, en la panza, en la espalda por los catéteres. Más operaciones que años de vida”, resumió. A pesar de todo, mantiene la fe y la fuerza de voluntad. “Si me pongo mal me voy a deteriorar más psicológicamente. Yo creo que estar mal psicológicamente es peor que andar en una pierna. Siempre pongo a Dios en primer lugar”, expresó. A todo esto, se suma que Lucas es portador de una sangre muy poco común, 0 negativo, lo cual complica aún más su situación en el trasplante.
Lucas sueña con volver a trabajar en lo que más le apasiona: la mecánica. “Varias veces intenté tener un tallercito de motos, pero me faltaban herramientas y una mesa elevadora. Igual, vamos a salir adelante, vamos a ver qué se puede hacer”, dijo con esperanza.
“Yo lo que quiero es el trasplante para él”
Aureliana, mamá de Lucas, con 49 años sostiene el hogar y acompaña cada paso de su hijo en medio de una vida marcada por hospitales, operaciones y la incertidumbre constante. “Yo soy muy llorona, lloro a cada rato. Lo que quiero es el trasplante para él lo primero, y él lo que quiere es caminar lo más pronto posible”, confesó entre lágrimas. Su vida estuvo atravesada por el sacrificio. “Me separé cuando eran chiquititos, y desde ahí luché muchísimo. Fui tarefera, trabajé en la chacra y ellos me ayudaban. Dormí noches enteras en el piso de los hospitales”, recordó.
La compatibilidad sanguínea es uno de los mayores obstáculos. “Él tiene O negativo, una sangre muy delicada. Es muy complicado para recibir un riñón. Tres veces hubo operativos de trasplante, pero no eran compatibles. Yo preparo los bolsos con toda la ilusión, pero después nos dicen que no. La tercera vez hasta me subió la presión de los nervios”, relató.

Aureliana trabaja desde hace más de una década en la Municipalidad de Oberá, bajo un programa social. “Hace 11 años que estoy en un plan tarefero, trabajo 4 horas por día en la terminal. Ahora nos subieron un poquito y gano 300 mil. Con eso pago la luz, compré una camita y un colchón en cuotas para Santi, y me quedo sin nada. Muchas veces voy a trabajar llorando porque nadie sabe lo que pasamos”, contó.
El esfuerzo cotidiano se combina con la angustia de la espera. “A veces pienso en las familias que pierden un ser querido y no aceptan donar órganos. Mi hijo me dijo: ‘Mami, si a mí me pasa algo y sirve algo de mí, quiero donar mi corazón o lo que sea’. Él está en esa situación y entiende lo que significa para otros”, relató.
La familia busca sostén también en las redes sociales. “Tenemos nuestros perfiles de Facebook y TikTok, donde subimos videos. Muchas veces quise pedir ayuda ahí, pero la gente no cree. Cuando ven que es verdad, recién ahí reaccionan. Estos días le prometieron una heladera, todavía no llegó, pero yo tengo fe en que va a llegar”, dijo con esperanza.
Consultada sobre si recibió algún apoyo oficial, fue contundente: “Lamentablemente, no. Yo creo que ni el intendente me conoce, a pesar de que trabajo hace 11 años ahí. Alguna vez me ayudaron con una bolsita de mercadería, pero no alcanza. Yo no quiero perder mi trabajo porque es lo único que tengo”. Entre la fe, las lágrimas y la fortaleza, Aureliana resume su deseo con una frase sencilla y contundente: “Yo lucho para que mi hijo pueda trasplantarse y volver a caminar. Ese es mi único sueño”.







