“Un gozo profundo emana de nuestro interior, donde el Universo habita, con un estado de contentamiento y una presencia plena en todas las circunstancias”, decía un Maestro, y es lo que experimentamos al finalizar la sesión de Yoga en profunda paz, en el ahora, sentaditos en la esterilla y buscando la lectura habitual. En la página señalada nos indicaba el Dr. Deepak Chopra, refiriéndose a la búsqueda de la iluminación: “… hemos analizado distintas maneras de hacer el cambio necesario. Vayamos ahora más adelante”. Y ahora leemos:
“Puedes dar un rápido vistazo a la iluminación con un sencillo ejercicio. Cierra los ojos e imagina un hermoso ocaso sobre el océano. Mira los colores tan vívidamente como sea posible; observa la luz centelleante sobre la superficie del agua. Ahora abre los ojos. ¿Viste el ocaso? Esa imagen no estaba en tu cerebro. Si miráramos su interior solo encontraríamos reacciones electroquímicas recorriendo las redes sinápticas. En el interior de tu cerebro no hay imágenes que coincidan con lo que ven tus ojos. En la corteza visual no hay ni el más mínimo destello de luz. Pero cuando cierras los ojos e imaginas un ocaso, lo que experimentas no son reacciones electroquímicas. ¿Dónde se encuentra entonces esa imagen del ocaso? No está en el cerebro sino en la conciencia”. Levantamos la vista para reflexionar sobre lo que nos ilustra el Doctor y seguimos leyendo:
“Ocurre lo mismo cuando tratas de imaginar algo con los 5 sentidos: el aroma de una rosa, el sonido del llanto de un recién nacido, la suave textura del terciopelo o un beso… No hay imágenes, sonidos, sabores ni olores en el cerebro, solo un oscuro silencio que parpadea con débiles impulsos eléctricos e intercambios químicos. Todas las sensaciones existen exclusivamente en la conciencia”.
En este punto nos pide el Doctor: “Ahora extiende este conocimiento a tu cuerpo”. Atrapados por el tema queremos seguir leyendo, pero señalamos la página porque debemos retirarnos. Namasté.
Ana Laborde
Profesora de Yoga
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