Cada 10 de septiembre se conmemora el Día Mundial de la Prevención del Suicidio, fecha impulsada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para concientizar y reforzar estrategias que permitan reducir una de las principales causas de muerte prevenible a nivel global.
En Argentina, las últimas cifras del Ministerio de Seguridad muestran la urgencia de la situación: en 2024 se registraron más de 4.200 suicidios consumados, con un promedio de 22 intentos diarios notificados, una de las tasas más altas de Sudamérica.
Nicolás Aranda, director provincial de Salud Mental, dialogó con PRIMERA EDICIÓN sobre el panorama en Misiones y aseguró que “el suicidio es una problemática que no podemos pensarla solo a nivel individual, sino a partir de esa persona inserta en un contexto familiar y social”.
“Hay que buscar que no se naturalice como una forma de resolver el conflicto o el sufrimiento psíquico, hay que poner en discusión esa idea y revalorizar la palabra”, agregó.
Panorama en la provincia
El referente de la Dirección de Salud Mental indicó que la intervención en esta problemática a nivel provincial implica a varias instituciones.
Debido a las cifras alarmantes que registró Misiones en 2023, esa mesa de intercambio el año pasado dio origen a la Comisión Provincial de Abordaje Integral del Suicidio, que nació de la mano con una Red Provincial.
En ese sentido, Aranda explicó que enfocarse en la atención del suicidio implicó “formalizar todo un circuito de atención para el abordaje sostenido de las personas que tengan una conducta de riesgo o que se encuentran ante un suicidio consumado”.
Independientemente del nivel de riesgo, la asistencia temprana y contextual es fundamental, ya que el suicidio se produce inserto en una historia de vida, pero también en un contexto familiar y social.
Posvención
Considerar el ingrediente social de una decisión que a primera vista puede parecer individual permite “considerar que el suicidio es un episodio sumamente disruptivo en un sentido negativo para el entorno, la comunidad en la que está inserta esa persona”, indicó Aranda.
Ese impacto negativo puede afectar a por lo menos 30 personas de cercanía, entre familiares, amigos y vecinos, un “daño colateral” del episodio que abre la puerta a otra dimensión del fenómeno: el abordaje de la posvención.
“Es importante acompañar ese proceso, trabajar con los familiares y las personas que quedan después de estos episodios tan terribles”, indicó Aranda.
Actualmente, el CAPS 10 cuenta con un dispositivo de atención psicosocial específico para estos casos. Uno de los grupos etarios más afectados es el de los adolescentes, entre los 13 y 17 años.
Sobre ese abordaje, Aranda precisó: “Se trabaja en las escuelas donde se registraron episodios y también en espacios de trabajo. Lo que se busca es habilitar la palabra, poder charlar y acompañar en el proceso del duelo, además de detectar si hay personas que han quedado más afectadas”.
Construir comunidad
Por último, Aranda enmarcó el aumento de las tasas de intentos y episodios de suicidio en un contexto más amplio de individualismo, en el que predomina “una sensación de muchísima soledad y de que uno no le importa a otra persona”.
En este sentido, la necesidad de una respuesta estatal puede ser el síntoma de un fenómeno mucho más global. “Si los dispositivos del Estado tienen que brindar este tipo de contención, significa que las redes de la comunidad están muy rotas y tenemos que trabajar en que la gente pueda acompañarse”, planteó el director.
En este escenario, es importante trabajar el debate de ideas instaladas y hablar sobre la problemática. La estrategia principal es revalorizar la palabra y hacer hincapié en construir vínculos significativos.
“Si brindamos un espacio donde la persona puede hablar, se siente significativa para un otro y siente que importa, este tipo de conducta merma y no se manifiesta en su forma aguda”, concluyó Aranda.
Niveles de riesgo
El abordaje de las personas en situación de ideación suicida se organiza a partir de niveles de riesgo, que definen el tipo de intervención que corresponde en cada caso. “Siempre es importante que (esta valoración) la realice un equipo interdisciplinario capacitado”, explicó Aranda.
Esta escala está delineada a partir de protocolos nacionales como los de la Ley 27.130. La capacitación y los criterios comunes con otros equipos, como personal de emergencias o el 911 también son importantes para llegar a contener.
El riesgo alto se identifica cuando existe un intento previo de suicidio o una planificación concreta del hecho. En esos casos, la intervención requiere una derivación inmediata a un servicio especializado y la supervisión continua del paciente.
El riesgo medio incluye a personas que presentan “mucha angustia, altos niveles de ansiedad o algún tipo de padecimiento mental, por ejemplo, si se encuentran en tratamiento por depresión, lo que desencadena que aparezca la ideación suicida”, explicó Aranda.
La recomendación en este caso es reforzar el acompañamiento y el cuidado. Por ese motivo, el referente de Salud Mental destacó que los dispositivos de contención psicosocial son fundamentales, ya que realizan “la primera captación”, acompañan a la persona en crisis y definen la viabilidad de iniciar un tratamiento”.
Otros factores de riesgo adicionales son el consumo problemático de sustancias, situaciones de violencia o vulneraciones graves de derechos, que deben ser contemplados por el equipo en la evaluación.





