En el corazón de la selva misionera, cerca de la localidad de Dos de Mayo, se esconde un tesoro natural poco transitado y de belleza indómita: el Salto Orquídeas. A unos 175 km de Posadas, su acceso no está diseñado para el turista desprevenido, sino para quienes anhelan un encuentro auténtico con la naturaleza y están dispuestos a sudar cada paso del recorrido
Llegar allí es una aventura: primero hay que recorrer un tramo de ripio desde la ruta nacional 14, luego un tramo más angosto y sinuoso de unos 500 m por camino de tierra, y finalmente atravesar unos 400 m por un sendero agreste y escarpado, descendiendo unos 100 m hasta alcanzar la cascada.
Una recompensa para quien se anima
El esfuerzo vale la pena. Se revelan entonces cinco saltos menores de agua danzando entre la vegetación, y finalmente el gran salto principal, una caída de unos 11 m que desemboca en una pileta natural circular de aproximadamente 30 m de diámetro. El entorno es digno de postales: paredones boscosos de unos 15 m, flores, mariposas y un silencio que solo interrumpe el murmullo del agua .
Naturaleza cruda sin molduras turísticas
Aquí no hay pasarelas, escaleras ni baños. No hay ni siquiera señalización clara ni servicio. Todo es natural, agreste, desafiante. Por ello, el acceso demanda buen estado físico, prudencia y equipamiento mínimo: zapatillas con buen agarre, ropa cómoda, gorra, agua, repelente y manos libres para apoyarse tanto en el descenso como en el retorno.

También se aconseja no llevar niños menores de 12 años por la dificultad del sendero. Y, por supuesto, respeto por el entorno: no dejar basura ni alterar el silencio de ese santuario natural .
Crónica de un descubrimiento íntimo
Imaginemos al visitante: atraviesa curvas y contracurvas por caminos polvorientos, deja su vehículo en el campo de Don Pedro tras pagar una modesta entrada, y emprende el descenso por un sendero salpicado de “coquitos” traicioneros. Cada paso implica atención: una piedra resbaladiza aquí, una pendiente estrecha allá. El corazón late más fuerte tanto por el esfuerzo como por la cercanía del destino. Pero, al llegar, el silencio interrumpido solo por un murmullo de agua convierte al lugar en sagrado.
En ese instante, los músculos encuentran reposo, la mente se aquieta, y la pileta natural se transforma en una invitación irresistible a sumergirse, recargar energías y absorber la magnificencia del monte. Luego, solo queda enfrentar el regreso: el mismo camino, pero ahora reafirmado por la satisfacción de haber conquistado ese refugio secreto.
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Consejos para una expedición segura
Planificar la visita por la mañana y evitar regresar cerca del anochecer
Llevar suficiente agua y alimentos ligeros
Usar ropa adecuada: zapatillas con buena suela, pantalones largos, gorra
Aplicar repelente contra insectos
Evitar ir en grupos numerosos y no llevar niños pequeños
Respetar el entorno: “lo que entra al monte, sale con uno”






