“Mein Kampf” (“Mi lucha”) es el nombre de una de las obras más tenebrosas y lapidarias que haya conocido la humanidad en su derrotero de tragedias. La mítica prisión de Landsberg, en Baviera (Alemania), fue la cuna en la que Adolf Hitler dibujó las primeras letras del libro que retrataría su vida, sus ideas y sus proyectos a largo plazo.
El futuro líder nazi purgaba por entonces una condena por su fallido golpe de Estado contra Munich.
Visceral y crudo, había nombrado en principio a su libro “Cuatro años y medio de lucha contra las mentiras, estupidez y cobardía”. Posteriormente, cuando había culminado la primera parte, el -a la postre- coordinador de las publicaciones nazis, Max Amann, le hizo ver las conveniencias de llamarlo simplemente “Mi lucha”.
“Retrospección”, tal el nombre del primero de los dos tomos en los que se dividió la oscura obra literaria, vio la luz el 18 de julio de 1925. Se componía de 400 páginas en las que el ícono del nazismo plasmaba toda su furia y odio contra los judíos y comunistas.
Hitler retrató a su manera lo que él entendía como la conspiración judía para expandirse a nivel mundial.
Sin embargo, las ventas del primer tomo de “Mein Kampf” no fueron las esperadas por su creador: desde su publicación y hasta 1929 la cantidad de ejemplares vendidos apenas si llegaba a los 30 mil.
Un año antes, en 1928, el Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores (en alemán “Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei”, NSDAP) había perdido las elecciones en Alemania.
Hitler entendió entonces que sus ideas propagandistas plasmadas en “Mi Lucha” no habían sido del todo comprendidas por el pueblo germano, por lo que decidió elaborar el segundo tomo: “El movimiento nacionalsocialista”.
Hitler comenzó su obra hablando de su amor por el pueblo alemán, a lo que contraponía de inmediato su odio al pueblo judío. A la vez, denotaba la antigua necesidad germana de extenderse, de ampliar geografía ideológica hacia el este del continente.
En este sentido Hitler ya no ahorró directas para decir que era necesario apoderarse de Rusia, cuna del comunismo, otro “gran enemigo” del nazismo.
Sin tapujos ni muchas vueltas, censuraba a los comunistas y judíos y anticipaba su erradicación del planeta.
Con esto, y para los nacionalsocialistas, estaban sentadas las bases para una invasión a gran escala en el Viejo Continente, lo que más tarde sería una mortífera realidad.
A la pobre venta previa a los años 30, le siguió la llegada de Hitler al poder en enero de 1933 (cuando fue nombrado canciller). A esas alturas la semilla nazi había echado raíces fuertemente en un contexto de crisis política y económica (resultado de la Gran Depresión).
“Mein Kampf” registraba un incremento notable de distribución en Alemania llegando a alcanzar el millón de copias en la calle y la situación ya ameritaba su traducción, por lo que llegó a editarse en más de quince idiomas.
En términos económicos y por ser el autor del libro, Hitler se volvió rico en cuestión de meses por lo que también hubo una edición más barata, la de tapa blanda.
Sin embargo es necesario destacar que dado el contexto político en el país, muchos adquirieron su ejemplar simplemente para “quedar bien” frente a las autoridades y para no tener problemas con la policía secreta nazi, la temible y tenebrosa Gestapo, que llevaba un minucioso registro de la distribución del libro.









