A una semana de la muerte a golpes de Diego Andrés Cabral (48), trabajador del vivero municipal de esta capital, las evidencias y testimonios que se sumaron al expediente que instruye el juez Fernando Luis Verón, indican que el palo o elemento contundente similar a un garrote que utilizó el agresor habría sido quemado para borrar la prueba.
Pero también se desvirtuó la coartada del detenido por el hecho, quien señaló que no frecuentaba a la víctima y los testigos lo contradicen y señalan que hace mucho tiempo compartían la carpa en el espacio verde de la chacra 123, donde las pericias señalan que se consumó el homicidio durante la noche del sábado 5 y madrugada del domingo 6 de julio.
De acuerdo a las fuentes consultadas por PRIMERA EDICIÓN, el paso clave que determinaría el esclarecimiento del hecho será la labor de laboratorio que le resta al Cuerpo Médico Forense y el análisis genético a las muestras tomadas en el sitio del crimen, puntualmente las manchas de sangre en la camisa secuestrada al detenido el domingo al mediodía, cuando la pesquisa giró las sospechas hacia el linyera de 63 años quien aseguraba no haber visto nada durante la madrugada cuando el sereno de calle Krause halló el cadáver a treinta metros de la casilla de cartones, plásticos y maderas montada debajo de unos árboles en el espacio público mencionado.
Vale recordar que fueron los investigadores de la Dirección Homicidios quienes avanzaron sobre la sospecha porque detectaron huellas de arrastre que unían la carpa o casilla con el punto donde fue encontrado el cadáver a las 2.30 del domingo de la semana pasada.
Una vez que el juez Verón ordenó que se allanara la precaria vivienda, se descubrieron manchas de sangre humana y se ordenó la detención.
A la par se estableció que Diego Cabral, era habitual compañero de bebidas alcohólicas con quien lo habría ultimado y roto la mandíbula hasta perder el conocimiento y morir ahogado en su sangre.
Se ratificó también que Cabral se desempeñaba como empleado en el Vivero Municipal y residía en la misma zona, a 400 metros de la escenario del ataque.
A través de pesquisas, testimonios y barrido de cámaras de seguridad de la zona, se determinó que no existió una camioneta ni una trafic, como relató un sereno al principio y después el mismo acusado, horas antes de ser arrestado. La víctima tenía el rostro destrozado por golpes y falleció ahogado en sangre por la mandíbula partida con un objeto contundente, que apuntan a que fue quemado utilizado como leña en la cocina improvisada.
El martes fue indagado e imputado el sospechoso por “homicidio simple”. Ante el juez Verón optó por declarar y negar haber cometido el delito.
Afirmó que esa noche tomó abundante caña, por lo que no recuerda con claridad qué hizo. En cuanto a las manchas de sangre en su carpa artesanal dijo que “son de hígado que cené esa noche”.









