Mientras el hemisferio sur enfrentaba una ola de frío polar histórica, con temperaturas extremas que afectaron a Argentina, Chile y Uruguay, Europa vivía la experiencia opuesta: una intensa ola de calor que batió récords y causó miles de muertes prematuras. Esta marcada diferencia climática entre ambos hemisferios pone en evidencia la complejidad y el impacto desigual del cambio climático en distintas regiones del planeta.
Un grupo de investigadores del Imperial College London y la London School of Hygiene & Tropical Medicine analizaron esta ola de calor europea desde una perspectiva centrada en el cambio climático. Su estudio se enfocó en 12 grandes ciudades, incluyendo Madrid y Barcelona, donde entre el 23 de junio y el 2 de julio se registraron 2.305 muertes atribuibles al calor, con 340 en Barcelona y 118 en Madrid.
Las otras ciudades analizadas fueron Londres, París, Fráncfort, Budapest, Zagreb, Atenas, Roma, Milán, Sácer y Lisboa, que en conjunto albergan a 30 millones de personas. En todas ellas se activaron alertas sanitarias por calor durante el periodo estudiado. El objetivo fue cuantificar el papel del cambio climático, impulsado principalmente por la quema de combustibles fósiles, en esta ola de calor y en las muertes asociadas.
Los científicos concluyeron que el calentamiento global intensificó esta ola de calor y fue responsable de 1.500 de las 2.305 muertes prematuras, es decir, el 65% de los fallecimientos. En sus palabras, “el planeta sea ya 1,3 grados Celsius más cálido que en la era preindustrial debido al ser humano ha triplicado la tasa de fallecimientos” vinculados al calor extremo.
El cambio climático también está haciendo que las olas de calor tempranas, como la vivida este año, sean más frecuentes y que las temperaturas en estas ciudades sean entre 2 y 4 grados más altas, aumentando el riesgo para personas mayores y quienes padecen enfermedades agravadas por el calor. Esto convierte a estos eventos en fenómenos más letales y peligrosos para la salud pública.
El servicio europeo de vigilancia satelital Copernicus destacó en su boletín climático las “dos grandes olas de calor a mediados y finales de junio” que afectaron a gran parte de Europa occidental y meridional, con temperaturas que superaron los 38 grados, generando un “estrés térmico muy fuerte”.
Samantha Burgess, directora estratégica de Clima del Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas, atribuyó la intensidad de esta ola a “las temperaturas récord de la superficie del mar en el Mediterráneo occidental” y advirtió que “en un mundo que se calienta, es probable que las olas de calor sean más frecuentes, más intensas y afecten a más personas en toda Europa”.
Mientras tanto, en el hemisferio sur, la Patagonia y otras regiones de Argentina vivieron una ola de frío polar inusual, con temperaturas que rompieron récords y nevadas en zonas donde casi nunca ocurren. Este fenómeno se debió a la llegada de aire frío procedente de la Antártida, facilitada por la inusual debilidad del vórtice polar antártico, que permitió que masas de aire polar se desplazaran hacia latitudes más bajas.
El contraste entre la ola de calor en Europa y la ola de frío en el hemisferio sur refleja la complejidad del sistema climático global. Como explican los expertos, el debilitamiento del jet polar favorece la irrupción de aire cálido en Europa y, simultáneamente, la llegada de aire frío a latitudes más bajas en América del Sur, intensificando ambos fenómenos extremos.
Asimismo, los investigadores advierten que la intensidad y frecuencia de estas olas de calor seguirán aumentando mientras el mundo continúe quemando petróleo, gas y carbón. “Las temperaturas de las olas de calor seguirán aumentando y es probable que el número de muertes futuras sea mayor, hasta que el mundo deje de quemar petróleo, gas y carbón y alcance las emisiones netas cero”, concluyen, subrayando la urgencia de acciones globales para mitigar el cambio climático.
Fuente: El País









