
La serie Menem, que ya se encuentra disponibles en streaming, la picardía casi inocente del carismático riojano va crepitando hacia una oscuridad realmente muy incómoda que se asemeja casi a una especie de leyenda autóctona de Fausto: asfixia desde cualquier ángulo.
La biopic del expresidente argentino, a la inversa de lo que muchos pensaron -que sería otro intento fallido por suavizar el pasado reciente- deja claro desde el primer minuto cómo es según sus creadores: contradictorio, carismático, oportunista, seductor. Y, sobre todo, un reflejo de una época.
Con Leonardo Sbaraglia en la piel de Carlos Saúl Mene, Griselda Siciliani en el papel de la primera dama, Zulema Yoma, y Juan Minujín interpretando al fotógrafo presidencial, Olegario Salas, la serie de seis episodios, desde la primera escena, pone sus cartas sobre la mesa. No pretende contar una historia amable ni limpia. Al contrario, juega con una estética provocadora y cierta cuota de cinismo.
El tono, casi de thriller, se balancea entre lo documental y lo teatral, llevando al espectador por un viaje donde el humor inteligente convive con momentos sombríos.
Cómo es “Menem”, la serie del expresidente
Como lo hizo en Coppola, el representante, el realizador Ariel Winograd construye una biopic basada en lo que pasó a fines de los 80 y principios de los 90 durante los primeros años de la presidencia de Carlos Menem.
Aunque algunas situaciones están cambiadas o hay hechos que no sucedieron en su totalidad de la forma en la que se muestran, la realización exhibe una parte relevante de la historia en un modo pseudo documentalista. Incluso, hay escenas construidas con material de archivo o calcadas de aquella época.
La presencia de Sbaraglia en el rol de Carlos Menem es uno de los grandes aciertos del proyecto. Su interpretación no se limita a una imitación: la incorpora con tal profundidad que resulta casi hipnótica. A través de gestos, silencios y una tonada bien calibrada, transmite la ambición sin medida del líder riojano que supo llegar a lo más alto del poder político.
Sbaraglia encarna no sólo al personaje público, sino también al hombre detrás del discurso. En su versión de Menem se palpa la sed de influencia, el deseo de permanencia, la habilidad para el doble discurso y esa astucia para moverse entre opuestos.
El otro protagonista: Juan Minujín es Olegario Salas
Pero no todo gira alrededor del expresidente. Uno de los recursos más interesantes de la narrativa es la inclusión de Olegario Salas, interpretado por Juan Minujín. Un personaje ficticio, sí, pero que funciona como hilo conductor y observador privilegiado.
Fotógrafo y testigo constante de la cocina política, Salas guía al espectador con comentarios que rompen la cuarta pared y aportan contexto sin necesidad de recurrir a largas explicaciones. Su presencia equilibra la balanza entre lo ficcional y lo histórico, revelando detalles que no aparecen en cámara pero que enriquecen la trama con precisión quirúrgica.
Griselda Siciliani se luce como Zulema Yoma
Entre las actuaciones destacadas, la de Griselda Siciliani como Zulema Yoma sorprende y deslumbra. Alejada de su registro habitual, ofrece una mujer firme, dolida, combativa y con un uso del sarcasmo que no necesita protagonismo constante para dejar huella.
Con pocas escenas, logra construir una figura que desafía el cliché de la “primera dama decorativa”. Su Zulema es estratégica, observadora y muchas veces más realista que el propio Menem. A través de su mirada, se ve el lado íntimo del poder y cómo este atraviesa a quienes lo rodean, con heridas visibles e invisibles.
Dónde y por qué ver la nueva serie sobre Menem
Menem no busca redimir ni condenar. Su intención es exponer. Mostrar lo complejo de una figura que dividió y aún divide opiniones. Ariel Winograd, reconocido director y escritor con experiencia previa en biopics como la de Guillermo Coppola, apuesta por un estilo casi cinematográfico, sin descuidar el ritmo narrativo.
Y en ese juego, Menem no defrauda en Prime Video. Porque su mayor logro es justamente generar conversación. Traer al presente una figura que marcó un antes y un después, no para rendirle homenaje ni para sepultarla, sino para observarla con distancia crítica.




