Capiatá, una populosa ciudad cercana a Asunción (Paraguay), se vio sacudida el viernes 3 de julio de 2020 por un quíntuple homicidio cometido por un oficial de policía que mató a sus dos hijos de corta edad, a sus suegros y a una cuñada, antes de suicidarse.
El caso fue protagonizado por Isidro Casco, de 31 años, quien irrumpió a tiros en la vivienda familiar de la madre de sus hijos, en el barrio San Miguel de la mencionada localidad. Algunos cuerpos tenían hasta 6 disparos de arma de fuego.
Lo más macabro del caso es que, según testigos, el agresor realizaba una videollamada con su madre y su esposa mientras disparaba a sus víctimas.
En el ataque fallecieron los suegros del agente, su cuñada de 16 años, además de los hijos, de dos y un año de edad, mientras que otros dos cuñados, de 18 y 11 años, terminaron hospitalizados.
En la vivienda había cinco personas más, pero lograron huir en medio de la balacera.
Según la Policía paraguaya, el suboficial tenía antecedentes de violencia intrafamiliar con una pareja anterior y en 2017 fue sometido a un sumario por ese motivo que derivó en una “multa”.
“Ya no quería ver a sus hijos”
Por su parte, la pareja del policía (quien ocho meses antes se había trasladado a España junto a su suegra, por razones laborales, comentó que dos horas antes de la masacre había mantenido una conversación con él y que estaba “bastante alterado” e insistía en que ambas retornen al país lo antes posible, ya que, aparentemente, atravesaba un cuadro depresivo.
“Hace un mes que cambió rotundamente. Ya no quería ver a sus hijos, tomaba y no se sentía a gusto en su casa ni en su trabajo”, contó la mujer al tiempo de señalar que el uniformado también sufría de alucinaciones.
“Nunca amenazó con hacer daño a los niños, pero sí con hacerse daño él. Yo creo que tenía una depresión. Cuando vine a España él empezó a ser así, tomaba, se descontrolaba y alucinaba”, relató en su momento a la prensa.









