La Fundación Valmitran, con base en Dos de Mayo y San Vicente, creada recientemente, coronó formalmente una tarea que lleva décadas de trabajo silencioso sosteniendo redes de ayuda concreta a familias vulnerables y jóvenes.
Eduardo Golfart, referente de la organización, relató a PRIMERA EDICIÓN el impacto de este trabajo cotidiano y desinteresado.
“Esto nace hace muchos años, ya por principios, depende de lo que uno piensa, de lo que uno siente. Yo siempre pienso que si uno en la vida no sirve para ayudar al prójimo, no sirve para nada”. Así resumió Eduardo Golfart el motor que impulsa el trabajo social y que ahora se lleva adelante a través de la organización que articula múltiples formas de apoyo social a personas y comunidades cuando el sistema las deja de lado.
El trabajo de Valmitran se multiplica en acciones concretas, silenciosas, sostenidas en el tiempo y sin alardes: desde las tradicionales ferias americanas en escuelas rurales hasta el desarrollo de huertas comunitarias, pasando por la asistencia directa a familias en situación de vulnerabilidad y el acompañamiento a niños hospitalizados o con discapacidad.

“Todo se inició a partir de donaciones gestionadas con contactos de Buenos Aires; comenzamos trayendo cosas para hacer en distintas escuelas ferias americanas. Contamos con el apoyo de dos escuelas de Quilmes: el High School y el Saint George, que es muy conocida a nivel internacional. También con una organización que pertenece a la comunidad judía y se encarga de caridad”.
Ese material, principalmente ropa y útiles, es distribuido a través de las ferias, pero siempre con una lógica cuidadosa y respetuosa.
“A las familias más vulnerables que no están en condiciones de participar comprando, les entregamos lo que necesitan de forma silenciosa, con perfil muy bajo. Siempre les digo a los directores que la ayuda tiene que llegar con dignidad”, contó durante la nota.
Padrinazgo
Además de esas actividades, la fundación mantiene un vínculo estrecho con dos instituciones claves en San Vicente: la Escuela Hospitalaria 4 (que funciona dentro del hospital local) y la Escuela Especial 30. Golfart es padrino de ambas.
“La escuela hospitalaria me mueve mucho, ahí la mayoría de los chicos está en un alto nivel de vulnerabilidad. Son chicos que por su enfermedad no pueden asistir a escuelas comunes. Las docentes hacen un trabajo maravilloso, tanto dentro del hospital como en los domicilios”.
Recientemente, y gracias a las gestiones de la fundación, se concretó la visita del arquitecto Sergio Bresisky, director de Arquitectura de la Provincia, para evaluar mejoras edilicias en la escuela hospitalaria.
“Estuvimos reunidos con él, el director del hospital, Coco Gómez, y Nancy, la directora de la escuela, porque aunque el hospital es de Nivel 3, ya quedó chico. Está recibiendo pacientes de Dos de Mayo, Fracrán, El Soberbio… la demanda se multiplicó”, aseguró.
En paralelo, Valmitran implementa un sistema de padrinazgo para que cada niño en situación crítica reciba todos los meses una ayuda económica. “Una pequeña ayuda, pero que hace una diferencia grande. Ya saben que pueden contar con eso todos los meses”, prosiguió.
La lista de escuelas que reciben ayuda es extensa: desde la 410 con 500 alumnos hasta la 532 con 130. Se entregan libros y se sostiene el desayuno de los chicos en varias escuelas rurales, con té con leche y panificados. También en la Escuela Especial 30, la fundación colabora con huertas escolares, que tienen un doble propósito: ofrecer alimentos frescos para el propio sustento y permitir a los chicos aprender sobre el cultivo, el cuidado y la autonomía.
Pero, además del vínculo con las escuelas, la fundación promueve prácticas agroecológicas entre pequeños productores.
“Tenemos un vivero orientado a los colonos, con plantas nativas, que entregamos gratuitamente. Trabajamos bajo normas sociales y ambientales Rainforest Alliance, que se centran en proteger los bosques, mejorar los medios de vida de los agricultores, promover los derechos humanos y abordar el cambio climático”, indicó.








