No hay necesidad de aparentar. No hay urgencia en convencer a nadie. No necesitas vestirte con trajes que no son tuyos, ni hablar palabras que no nacen de tu alma. Porque el alma, esa chispa eterna de la Fuente, jamás puede ser disfrazada.
El universo no honra las máscaras, honra la vibración auténtica del corazón despierto. La autenticidad no es una postura, es un estado de gracia. Y en ese estado, todo se ordena, todo se limpia, todo se alinea. Viniste a recordar quién eres, no a representar papeles en una obra que nunca fue tuya. La vida te llama a despojarte de los disfraces, a caminar descalzo sobre la tierra sagrada de tu verdad. No eres un personaje, eres un alma eterna explorando la divinidad en la experiencia humana.
Y no, no viniste a salvar a nadie porque cada alma ha pactado su propio proceso. Cuando tomas el papel del salvador sin que se te haya pedido, te colocas en un altar que nadie edificó y desde allí tarde o temprano, serás derribado. Porque el alma que no quiere sanar, buscará culpas afuera. Y el salvador se convierte en culpable no por sus actos, sino por haberse entrometido en una herida que no le pertenecía. La compasión real no es cargar con el dolor ajeno, es ofrecer tu luz como faro y confiar en que el otro sabrá cómo llegar a su propio puerto.
No sigas viviendo en el pasado, es un eco gastado, una sombra sin cuerpo. Y quien vive en sombras, no puede abrazar la luz del ahora. Las bendiciones no están en lo que fue, ni en lo que pudo haber sido.
Están aquí, ahora. En este instante donde respiras, donde la divinidad te toca con dedos invisibles. No te castigues esperando amor en donde no hay corazón. No entregues tu alma esperando ser visto por ojos que aún no pueden ver. El alma no vino a ser aprobada. Vino a ser encarnada. Recordada. Amada desde adentro.
Toda búsqueda desesperada afuera es una señal de que te olvidaste de ti. Y no hay carencia más dolorosa que esa: olvidarte de tu propia luz. Sigue al maestro que vive dentro de ti, ese que no habla con palabras, sino con certezas silenciosas que brotan del alma, porque el propósito no es imitar, es encarnar la verdad que viniste a manifestar. Y mientras caminas tu senda con autenticidad, nunca olvides dar gracias, es la llave sagrada que abre todas las puertas invisibles. Sé agradecido con la vida, con cada experiencia, con cada alma que te apoyó, te enseñó o te sostuvo en silencio. El alma agradecida vive en estado de gracia y desde ese estado se activa el flujo divino de la abundancia.
Sé abundante en tu amor, en tu presencia, en tu palabra, en tu ayuda, en tu entrega. Dar con gratitud y recibir con humildad es el lenguaje de los seres que caminan en luz. Ámate, abraza tu sombra, enciende tu luz y vuelve a ti. Eres completo. Eres luz. Eres libre. Y eso es más que suficiente. Eso ¡es divino!
Nos vamos acompañando.💖
Karina Holoveski
Mujer Medicina-Chamana.
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