“Cosa difícil de hacer, como volver a la vida peces y que así puedan nadar otra vez, en mí sopa de pescado” (La muerte y yo). La cita al Indio Solari, para ablandar la metáfora.
Samir Gabriel Daou tiene 33 años, desde los 27 no pudo volver a dar clases de Educación Física en su Luján de Cuyo, Mendoza. Desde el 5 de marzo de 2019, no puede caminar, no puede subir cerros en su tierra, ni en ningún lado. Tampoco tiene a su amiga “Pipi” cerca.
Es uno de los tres jóvenes que sobrevivieron a la tragedia vial de Gobernador Roca. Juicio que se inició el viernes pasado y que tiene como acusado de la muerte de Melina Tamara Sosa Labandera (25) y Mariela Melisa Caram (“Pipi” de 27 años) al músico misionero Horacio Andrés González (31), por conducir el Ford Fiesta que impactó en el carril contrario de la ruta nacional 12 a una camioneta en zona urbana.
Samir aceptó la charla con PRIMERA EDICIÓN, pocas horas después de declarar ante la jueza Marcela Leiva como testigo y víctima de lo ocurrido, pero también para que su voz se oyera tres años después que el juez de Instrucción 2, Juan Manuel Monte le quitara la acusación del hecho, imputación que arrastró durante tres años y 38 cirugías que le permitieron, “volver a la vida”, poder moverse con un bastón ortopédico, oír y mirar con dificultad, nada más (o menos).

“Yo no pude seguir, retomar para lo que me preparé, estudié. El imputado sí, pudo hacer todo, continuar su vida. Él no es un sobreviviente que tuvo que modificar y adaptar su vida por lo que produjo su imprudencia”.
Llegó el juicio, pudiste declarar, ¿Cómo te sentís, respecto a este punto?
Muy movilizado, fueron momentos duros los de declarar en el juicio y me quebré. Todavía me siento traumatizado y no tengo ganas de hablar mucho pero debo hacerlo. Es necesario hacerlo también ante los medios de comunicación. Durante seis años en esta causa los medios de comunicación han tomado un rol importante porque cada vez que surgía o se publicaba algo se movía a su vez el juzgado.
Hablaste de daño físico pero también psicológico…
Comenzaron a llegarme juicios y causas en las que yo figuraba como acusado. En ese momento apareció la abogada (Emilse) Zapponi y puso su parte para dar luz a todo lo que me estaba pasando. Se tuvieron que hacer muchas cosas para revertir esta acusación. Cuando pude fui a una escribana para enviar escritos, la abogada tuvo que hacer también lo suyo. La otra víctima, Facundo Chemes también se involucró y contó su parte. Ellos y las pericias accidentológicas, entre otras, terminaron corroborando que yo no era el responsable de lo sucedido. Las pruebas incluyeron a las lesiones que sufrí porque confirmaron que no pude haber conducido ese auto. A pesar de que hice absolutamente todo para darle luz a la situación, el único que nunca fue al juzgado fue quien ahora está imputado (González).
No aceptó responder preguntas el acusado, ¿Qué te generó esta decisión?
Que el acusado no haya declarado (en el juicio el viernes) no me sorprende. Desde el primer momento después del accidente su accionar fue salir en todos los medios de comunicación que le daban una oportunidad, victimizarse e intentando asumir el papel de resiliente cuando el imputado era otra persona. Por eso no me extraña que no haya declarado ahora.
Él divulgó otra cosa y lo homenajearon y hasta un medio lo nominó para un premio como misionero del año. Sinceramente, las repercusiones que él tenía me hicieron mucho mal y trataba de no involucrarme. Todavía lo siento al daño (…) Que haya podido tocar, viajar, hacer su vida tranquilamente mientras otras personas no podían caminar, trabajar.
Yo no pude seguir, retomar para lo que me preparé, estudié. El imputado sí, pudo hacer todo, continuar su vida. El no es un sobreviviente que tuvo que modificar y adaptar su vida por lo que produjo su imprudencia. El daño psicológico fue la conversación por el lugar en el auto que tuve con Pipi. Yo le cedí el lugar a ella (ventanilla trasera derecha) y voy a tener siempre en la cabeza ese momento.
¿Podés explicar las consecuencias en tu cuerpo?
Respecto a las secuelas físicas ya pasé por 38 cirugías pero por un montón de intervenciones también. Perdí dientes y pedazos de hueso, tuvieron que ponerme una masilla y esperar que se solidifique en la boca para poder colocarme un perno, corona, diente. Todavía me quedan operaciones en la cadera, las piernas, en los ojos. Cada tres meses voy al hospital por análisis de sangre, radiografías o punciones para ver el estado de los tres virus intrahospitalarios que tengo. Estar cuidándome siempre, toda la vida.
Resumiste que la condena para vos es eterna…
Para mí no es una condena de diez años sino de todo el resto de vida, readaptándome para continuar. Por suerte soy profesor de Educación Física y aunque ya no puedo trabajar, gracias a lo que soy sé cada movimiento-ejercicio que tengo que hacer para poder mantenerme de pie con un bastón. Estuve mucho tiempo en silla de ruedas, con andador, con dos bastones. Ahora por suerte tengo uno solo. Digo por suerte porque durante todo el tiempo que estuve postrado pensaba en poder pararme y cepillarme los dientes solo. Ahora que lo puedo hacer, que puedo bañarme solo y no con gente que me esté fregando en una cama, no se puede contar la felicidad que me provoca hoy poder hacerlo solo. Poder ir al baño solo, poder estar en una habitación en la que entra el sol por la ventana y no cuatro paredes en el medio de un hospital.

Pasé un año adentro de un hospital hasta la pandemia (2020) desde ese momento fue internación domiciliaria que fue prácticamente lo mismo. Se necesitó alquilar una cama ortopédica que te podía subir o bajar un poco con una manijita. Pero siempre conectado con un catéter en el que tres veces por día, mañana, tardecita y noche, venían a ponerme sueros, medicamentos y ver como saturaba, como respiraba. Yo sufrí un edema pulmonar y no siempre funcionaban mis pulmones. Tengo cicatrices por todo el cuerpo. La de la cadera sangraba constantemente. La cama siempre teñida de rojo. A veces poníamos un pañal o plástico para no tener que estar cambiándome y lavando todo el tiempo.
Tengo un pie que me quedó más corto por el daño en la cadera. Se me cortó el nervio ciático poplíteo y me dejó colgando la pierna derecha desde la rodilla hacia abajo, hasta el tobillo. No tengo bazo, tengo el sistema inmunológico deprimido, soy el primero en ponerse cada vacuna que aparece. Vacunas de gripe por ejemplo, todas. Tengo que cuidarme que nadie tosa o estornude al lado. Me metieron cables hasta el corazón, se me infectaban y tomaba temperatura.
Perdiste mucho…
Yo antes de esto daba clases en clubes, profe de fútbol de salón, natación para niños, escuelas de verano, básquetbol también. Trabajaba de lo que amaba. También salir y hacer cumbre en cerros. Mi sueño también era convertirme en guía de montaña, pero eso culminó el 5 de marzo de 2019. No puedo caminar por senderos siquiera. Intenté y no puedo estar mucho tiempo parado. La pierna me duele, la espalda también, tengo que agarrar más fuerte el bastón y decidí hacerle bien a mi cuerpo. Saber que me inculparon escondiéndose o que me acusaban mientras estaba en cirugía, es muy fuerte. Tener que declarar todo esto no es fácil tampoco frente a la persona que me hizo todo este daño y más aún sabiendo que continúa con su vida normal y recibiendo honores, también es una secuela, mucho daño.
¿No recibiste un pedido de disculpas del acusado?
De la misma manera que actuó después del accidente se portó en el (primer día) juicio. Ocultándose y fue su novia la que falleció en el siniestro. No me sorprende que se abstenga de responder preguntas, me genera bronca que aún sabiendo que al que imputaron por su omisión él declare que puede seguir trabajando como empleado del Ministerio de Cultura. Yo no voy a poder hacerlo nunca. Ni hablar de las chicas. No buscó claridad para el fallecimiento de su novia. Solo prefiere seguir trabajando en lo que le gusta. Todos los demás no podemos hacerlo. Su imprudencia nos quitó la suerte.
¿Qué pensás de la Justicia?
Creo que hoy todo está encaminado. Por mucho tiempo tuve que decir ‘no, lo que dice la Justicia no es verdad’. Yo tengo memoria de haber visto al conductor charlando con la acompañante. Tengo memoria de la conversación con Pipi. Mucho tiempo pensé si era justa o no la Justicia misionera. Para mí por muchos años no lo fue. Ahora estamos en pos de hacer justicia, espero que así sea y no seguir lamentando que no lo sea. Antes que me cayera la imputación a mí la progenitora del actual acusado dijo que Facundo (Chemes) manejaba, después a los gritos le dijo a mi madre que yo era el culpable. Acusaciones por fuera del juzgado. Después a mi madre le decían antes de cada de cirugía que fuera a despedirse de mí. Yo pasé muchas despedidas en operaciones que no tenía posibilidades. Tal vez, habría sido favorable para el imputado que yo no sobreviviera a esas operaciones. Si no lo lograba, la imputación seguiría a mi nombre y a este juicio no se habría llegado.
Por eso creo que la acusación me llegó a mí y por parte del imputado tampoco se hizo nada por esclarecer la muerte de las chicas. Se especuló con mi fallecimiento.

¿A qué te aferraste?
Me aferré a mi religión y mucho a los que estaban al lado mío. No siempre tuve la fuerza y ganas de seguir luchando. Las primeras diez, quince cirugías apostás a que va a salir todo bien. Pero entre cirugías y expedientes decidí en un momento tirar la toalla y que pase lo que sea en la operación. Si no tuviera al lado a mi familia, novia, mi gente que aguantó cuando yo no me la podía aguantar. Sí, uno a todo se aferra. Cuando llegó el momento que me podían colocar la cadera nueva y me iba a poder levantar, parar, sentí que me pasaron la toalla nuevamente, me la lavaron, colgaron y secaron, me tocaba mantenerla arriba.
Pude aferrarme a la gente que estuvo al lado y no prestarle atención a la gente que omitió la verdad, que se ocultó, o como el bar “Escondido” que estuvo a nombre del imputado.







