El 23 de mayo de 2000, en medio de un clima caldeado al límite y con una multitud enfervorizada esperándolos afuera, los siete integrantes del Concejo Deliberante de San Vicente votaron por unanimidad la destitución del entonces intendente local Héctor Carballo, acusado de “manifiesta y reiterada inconducta”.
El expediente de 535 fojas que reunió la Comisión Investigadora que derivó en la destitución desplegaba un arsenal de imputaciones y declaraciones testimoniales. El principal planteo giraba en torno al proceder de Carballo, su “falta de respeto a la investidura de los concejales”, “a la investidura presidencial” y la “utilización de recursos públicos sin la aprobación del presupuesto correspondiente”.
Los miembros de la Comisión cuestionaron la “idoneidad política y administrativa” de Carballo y consideró que incurrió “en una transgresión grave por negligencia que lo inhabilita para la función“. Además, los ediles repudiaron la “metodología de apriete” implementada desde el Ejecutivo municipal contra ellos.
En su insólito descargo, Carballo planteó la nulidad de todo lo actuado por la Comisión Investigadora porque “está integrada por deudores de tasas municipales con demandas ejecutadas”, adjuntó fotos con el entonces presidente Fernando De la Rúa, con quien “mantengo buenas relaciones” y rechazó como pruebas “toda publicación en medios de prensa” porque “intereses económicos con injerencia en los medios de comunicación podrían estar detrás de una intentona para desestabilizar a un político”.
Momentos de tensión

Como su habitual temperamento hacía prever, antes, durante y después de la sesión especial del Deliberativo, el jefe comunal desplegó una serie de recursos populistas para arengar a sus adeptos que se congregaron en la plaza San Martín, frente a la antigua sede del Concejo.
En ambos márgenes se ubicaron los que respaldaban la destitución del intendente. En total, más de 1.500 personas salieron a la calle para manifestar su adhesión o repudio a la gestión del polémico intendente.
El propio Carballo se encargó de tensar más la situación dirigiéndose a los concurrentes mediante los altoparlantes de su radio instalados frente al recinto de sesiones, pero no llegaron a registrarse altercados, en parte por los 700 efectivos policiales que se desplegaron en la zona.
Al finalizar la histórica sesión, los concejales abandonaron el recinto de la misma manera en que entraron: rodeados por efectivos policiales. En cambio, Carballo lo hizo llevado en andas por sus seguidores, y así recorrió varias veces el perímetro de vallado.

En una de esas pasadas, un huevo arrojado desde el bando contrario pasó a escasos centímetros de su rostro. La respuesta del ya exintendente, descontrolado por completo, fue asegurar que permanecería en su sillón (cosa que no cumplió): “Hay Negro para rato”.
El peor final
Retirado del ejercicio público, pero no de la política (siempre a través de su emisora de radio), Héctor Carballo mantuvo su perfil polémico. Además, en los meses y años siguientes, por diversas irregularidades y delitos, estuvo prófugo primero y luego preso.
Finalmente, el 26 de octubre de 2010 era asesinado de varios balazos, en un crimen de tinte mafioso que nunca se llegó a esclarecer del todo.









