Todos tenemos vivencias que nos han marcado profundamente, que han sido un antes y un después en nuestras vidas, algunas las hemos procesado y otras están guardadas dentro nuestro, en un cofre escondido.
Las experiencias no procesadas están ahí en espera de que las veamos, que podamos comprenderlas, amigarnos con ellas de alguna forma y encontremos un nuevo significado que reemplace al significado actual de dolor y sufrimiento.
Un hecho es un hecho, es lo que es, pero como vemos el hecho, es el significado que le damos a lo ocurrido, y eso, solo depende de nosotros.
Abrir ese cofre es un acto de valentía, es estar dispuesto a atravesar emociones que pueden ser dolorosas, pero es también la única forma de sanarlas.
A veces, abrir ese cofre puede ser sorprendente, porque lo que tanto miedo teníamos de hacer, nos da la sorpresa de que no todo fue feo, no todo fue tan triste o tan tremendo.
Abrir ese cofre también puede servir para revalorarnos, porque vemos algo que alguna vez dijimos o hicimos y hoy ya no lo haríamos. Nos damos cuenta que la “Yo de hoy” ha crecido, ha aprendido a valorarse y lo vivido, no ha sido en vano.
Cada uno tiene su momento y sus tiempos para abrirlo, y es en la soledad, en la tranquilidad del encuentro con nosotros mismos, que podemos hacerlo, y ahí se nos revelan verdades que esperaban ser vistas. Amarnos con nuestras luces y nuestras sombras, abrazarnos en los momentos en que no fuimos tan brillantes, eso nos sana.
Cuando entendemos que tanto nosotros como los demás hacemos lo que podemos con lo que tenemos o creemos que tenemos, llega el perdón, nuestra alma se alivia y la paz llena nuestro corazón. Abrir nuestro cofre es entender que muchas veces lo que más nos dolió puede ser lo que hoy nos dé la oportunidad de ser alguien mejor, de llevar luz a los que nos rodean, que lo que pareció el fin, era solo el comienzo.
Natalia Moyano
Contadora con corazón de escritora
[email protected]








