La forma en que nos expresamos, ya sea con la voz o con los gestos, está íntimamente ligada a los colores. La cromoterapia nos ofrece herramientas para comunicar mejor y sanar desde el lenguaje.
La comunicación es mucho más que palabras: es tono de voz, postura, mirada, gestos y también energía. Cada vez más terapias complementarias, como la cromoterapia, exploran cómo los colores pueden ayudarnos a mejorar la forma en que nos relacionamos con los demás.
En la comunicación diaria, hay momentos en los que un malentendido, una crítica o una reacción impulsiva pueden herir profundamente. ¿Qué podemos hacer para comunicarnos mejor, sin dejar de decir lo que sentimos? La cromoterapia, disciplina que utiliza los colores con fines terapéuticos, nos ofrece una mirada interesante sobre este tema.
Cada color vibra en una frecuencia determinada y tiene relación con diferentes aspectos del ser humano. En el caso de la comunicación, tres colores destacan:
Azul claro: está asociado a la voz, la escucha y la expresión serena. Es ideal para momentos en los que necesitamos hablar con claridad, sin agredir. También ayuda a calmar una discusión y fomentar la empatía.
Turquesa: vinculado a la comunicación emocional y la conexión entre lo que siento y lo que digo. Favorece los diálogos sinceros y sensibles.
Amarillo: representa el poder mental, el discernimiento y la capacidad de comprender. Nos ayuda a pensar antes de hablar, a ordenar ideas y a usar las palabras con sabiduría.
Cuando nos comunicamos desde la reactividad o la tensión, podemos recurrir a estos colores, visualizándolos, vistiéndolos o integrándolos en el espacio, para armonizar nuestro estado interior antes de emitir un mensaje.
¿Qué pasa cuando herimos con nuestras palabras?
A veces, pese a nuestras buenas intenciones, lo que decimos puede causar dolor. En esos casos, además de pedir disculpas y asumir la responsabilidad, la cromoterapia sugiere trabajar con colores que restauren el vínculo:
Rosa: fomenta la reconciliación, el perdón y el amor incondicional.
Verde: calma, equilibra y regenera la energía entre las personas.
Blanco: ayuda a “resetear” el ambiente, purificando tensiones y facilitando nuevos comienzos.
La cromoterapia nos recuerda que comunicar no es solo hablar, sino transmitir energía. Cuando lo hacemos desde un lugar de equilibrio y conciencia, nuestras palabras no hieren: transforman. Y en un mundo tan cargado de ruido, decir menos, con más color, puede ser la clave.
Gabriela Gómez
Especialista en Cromoterapia
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