Nada de lo que hemos hecho ha sido en vano, aunque haya sido un error, aunque no tenga el final que soñamos. Quizás queríamos un ascenso, nos esmeramos al máximo sin escatimar esfuerzos y no se dio; pero en el camino adquirimos muchos conocimientos, conocimos personas interesantes y hoy estamos más preparados.
Quizás soñábamos con formar una familia, y la pareja no duró; pero en el camino llegaron unos hijos maravillosos y nada sería lo mismo sin ellos. Quizás por miedo o por falta de confianza en nosotros, dejamos oportunidades sin aprovechar; pero ahora sabemos que si algo llega a nuestra puerta es porque estamos preparados y la respuesta es “Si”, el cómo lo vamos viendo.
Quizás nos distanciamos con algunas personas que en un momento fueron cercanas, nos faltó tener esa conversación pendiente; pero hoy nos damos cuenta que no sirve quedarse con palabras atrapadas y siempre estamos a tiempo de decir “lo siento” y dar ese paso que no dimos en su momento. Nada de lo que hacemos es en vano, todo hasta los más grandes errores, nos regalan sus aprendizajes.
La vida es movimiento y mientras demos lo mejor que tenemos, haciendo lo mejor que podemos, con la intención de ser lo mejor que podamos ser, todo lo que surja después será para nuestro bien, aunque no sea tal cual lo soñamos.
Todos los proyectos que se han concretado, los éxitos alcanzados, las amistades duraderas y las parejas bien constituidas, han sido posibles gracias a todo lo que no fue como esperábamos, nada es en vano.
Cada dolor nos enseñó lo que ya no aceptaríamos, aprendimos a distinguir a las personas, cada caída nos hizo más fuertes y cada vez que nos levantamos nuestra autoestima aumentó. Nada fue en vano, todo lo vivido ha sido necesario para estar donde estamos. Como expresa el poema de Francisco Luis Bernárdez: “Después de todo he comprendido que lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado”.
Natalia Moyano
Contadora con
corazón de escritora
[email protected]





