La crisis que atraviesa la producción del té en Misiones alcanzó niveles alarmantes este febrero: a una severa escasez de brotes de té se suman factores climáticos, económicos y una feroz competencia de productores internacionales, que están llevando al sector a una crisis tras otra.
Con este panorama, la situación es la siguiente: como hay stock, pero se han perdido mercados internacionales, los secaderos están viéndose obligados a limitar su recepción de té a dos días a la semana, priorizando a los productores habituales, y desechando cantidades masivas del producto a la menor falta de calidad.
Con ese escenario, la situación se torna aún más crítica para los pequeños productores, quienes ya enfrentan una rentabilidad mínima y están considerando abandonar sus cultivos, mientras que el futuro de la industria se vislumbra incierto por el comportamiento de los mercados.
“Nunca fue tan delicada la recepción como ahora. Los secaderos no solo están más estrictos, sino que además solo aceptan té dos días a la semana. Los productores ya no pueden entregar todo lo que cosechan”, relató el productor de la zona centro de Misiones, Benjamín Chamula.
“Este miércoles fui a entregar una carga de té, antes que yo estaba otro colono a quien directamente se le rechazó, seguramente tenía unos 6.000 kilos en el camión. Escuché que no se le recibió porque tenía mucho ácaro y el té estaba muy feo. Aunque el pobre colono tiró más abajo su precio, por lo menos para no perder todo, no hubo caso. Fue lamentable, me partió el alma porque yo sé lo que se sufre. Ver esa desesperación, esa impotencia del colono fue muy doloroso”, contó.
Este fenómeno responde a un doble problema: la calidad del té disminuyó drásticamente, y los secaderos están priorizando a los productores con los que tienen acuerdos previos.
Para muchos productores, el té de menor calidad solo se paga, en el mejor de los casos, si es que no lo rechazan, un precio de $60 por cada kilo, contra el de primera que se paga $80, una merma drástica en la ganancia de la mayoría que agrava aún más la difícil situación económica.
“Quienes tienen té con ‘hoja vieja’ directamente no lo reciben. Y cuando el té tiene una mezcla de brote y hoja, se lo clasifica como de segunda, lo que reduce aún más su valor. Es muy difícil cubrir los costos de producción con estos precios”, lamentó el productor.
Según sus dichos y otros colegas del sector, el costo de vida supera ampliamente lo que los productores reciben por su té.
De acuerdo a Chamula, el desajuste económico es alarmante: “Para comprar un kilo de carne necesitamos vender 100 kilos de té puesto en secadero, que ya incluye los costos de cosecha, limpieza y flete, o sea que es mucho más. Este desbarajuste deja poco margen para cubrir las necesidades básicas de las familias”.
Este cálculo refleja una realidad cruel: la ganancia por la venta de té no es suficiente ni siquiera para cubrir los alimentos más esenciales.
El desánimo se extiende entre los productores, quienes ven cómo la situación empeora cada año. La falta de lluvia, los altos costos de producción y la escasa rentabilidad han llevado a muchos a replantearse su futuro en la industria del té.
“El rendimiento por hectárea este año no superará los 1.500 kilos. La sequía, la falta de fertilización y los altos costos no permiten que la producción se recupere”, explicó Cristian Klingbeil, productor de Oberá.
Amenaza
Además, la rentabilidad de la actividad agrícola está siendo seriamente amenazada por los costos operativos del sector. Muchos productores de té han comenzado a vender sus equipos agrícolas debido a la imposibilidad de mantenerlos, ya que los servicios de cosecha, que antes eran una fuente de ingresos adicionales, ahora no son rentables.
“Para realizar un servicio de cosecha nos pagan solo el 35% del valor del té, lo que no cubre ni el costo del combustible ni las reparaciones. Tomé la decisión de vender mis máquinas porque ya no es negocio”, aseguró Chamula, quien durante años brindó este tipo de servicios a otros productores.
Cierre anticipado, ¿qué pasará con la cuarta zafra?

En varias zonas, y principalmente en el Noroeste de Misiones, muchos secaderos ya no están operando. Aquellos que todavía lo hacen, como los de San Pedro, lo hacen bajo estrictas limitaciones de cupo y con una producción mínima. El temor de los productores es que, este año, la cuarta zafra que normalmente ocurre entre marzo y abril, podría no realizarse debido a la falta de materia prima y los escasos rendimientos.
En ese sentido, la incertidumbre sobre si habrá o no una cuarta zafra crece entre los productores. El año pasado, los secaderos cerraron de forma abrupta en marzo, dejando a muchos con su producto en las plantas y la situación no parece mejorar.
“La falta de lluvia y la escasez de té están limitando las posibilidades de continuar con la producción. Muchos ya hemos comenzado a pensar que no alcanzaremos una cuarta zafra, lo que dejaría a muchos sin ingresos en los próximos meses”, explicó Schwider, otro colono de la región.
Además de los problemas internos, el mercado internacional se ha vuelto cada vez más inaccesible para los industriales de Misiones. La pérdida de mercados clave, como el ruso, que fue un destino importante para el té misionero dejó a los productores locales sin grandes oportunidades de exportación. La situación se complica aún más con la competencia de países productores de té como Kenia, que han logrado superar a Misiones en términos de calidad y costos.
“Con el té venimos a la baja, hoy tenemos un rendimiento por debajo del 25% por la sequía y porque los teales no fueron fertilizados; no hay demanda internacional y la merma de clientes no nos afecta tanto como a los productores. Las empresas que ya tienen la producción que necesitan para cubrir su demanda (venta) van a finalizar la zafra en febrero y mediados de marzo, como mucho. Puntualmente solo algunas seguirán hasta abril”, confió en tanto el industrial Jhonny Klimiuk al frente de Infusiones Klimiuk.
¿El principio del fin?
El modelo productivo está cambiando, y muchos coinciden en que solo un pequeño grupo de grandes empresas podrá sobrevivir, mientras que los pequeños colonos y productores tradicionales serán expulsados del mercado.









