Por: Andrea Reyes
El amor de Toribio por Catalina era verdaderamente apasionado. Aunque no era correspondido. Sus sentimientos transmitidos en palabras, no lograban llegar al corazón de la mujer que amaba.
Ella permanecía impasible ante sus muestras de cariño y él estaba desesperado.
En esos días llegó al pueblo Don Dionisio, un extranjero que alardeaba de sus dones sagrados, sobrenaturales, heredados de su sangre aborigen de curandero guaraní.
Aseguraba este varón tener poderes para alentar la atracción amorosa, entre dos personas.El curandero llegó en moto, tirando un carro, tipo cachapé, atiborrado de enormes cajas, latas, estatuas de santos y yerbas misteriosas.
Toribio fue su primer cliente.Hasta lo ayudó a desempacar… abriendo cajas llenas de plumas de cabureí, velas de colores, perfumes, latas de canela con pétalos de rosa y botellas de agua de luna.
Explicó a Toribio acerca de las buenas energías de sus talismanes, fetiches y figuras sacrosantas.
_¡Necesito conquistar el corazón de mi amada Catalina!_ Dijo Toribio
_¡Sí!_ Respondió el curandero_ Aquí tenemos lo necesario para asegurar el amor eterno.
Así fue como Dionisio comenzó a engarzar en un collar, dos plumas del ala izquierda del búho pequeño, mensajero del amor, llamado cabureí, en medio de una humareda de incienso y palo santo.
_Son plumas que se han desprendido solas del ave, don Toribio, sin lastimarlo, porque de lo contrario iríamos en contra de los principios naturales de la vida.
Luego sacó dos velas rosas de una caja y dándole una pequeña trincheta a su cliente, le pidió que talle los nombres de la pareja a unir…uno en cada vela.
Las estatuas de San Antonio y San Miguel, los miraban fijamente, mientras los hombres, ensimismados en su ritual, se rodeaban del halo misterioso, provocado por los sahumerios, en un ambiente atípico y mágico.
_Bueno_ dijo Dionisio_ todo en marcha_ Ahora debes conseguirme un mechón del cabello de tu amada.
_¡Qué! ¿Cómo hago eso?
_ Ya encontrarás la ocasión y la forma de hacerlo, es muy necesario, te diría IMPRESCINDIBLE que lo traigas para esta noche…a las 12.
Así fue como esa tarde, después de meses de no verla, Toribio se acercó a la casa de Catalina, con una bandeja de medialunas y un paquete de yerba. Ella sorprendida le preguntó que necesitaba. Él le dijo que le urgía su opinión de amiga, sobre un nuevo trabajo que le habían ofrecido.
De la emoción que sentía , no se había percatado del turbante que ella llevaba en la cabeza.
Se le cayeron las medialunas, la yerba y el alma al piso, cuando ella le contestó…“otro día Toribio, enseguida salgo para el hospital, tengo sesión de quimioterapia”.