El Día Internacional del Trabajo, que conmemoramos el 1º de mayo, es una ocasión que nos invita a reflexionar sobre la realidad laboral en un mundo tecnológico que plantea diversos desafíos. Es una oportunidad para expresar gratitud hacia todas las personas que dedican sus vidas al servicio con amor y vocación, depositar nuestra confianza en Dios, quien nos brinda la oportunidad de compartir nuestros dones y talentos, y mantener vivos nuestros sueños y esperanzas a pesar de las adversidades diarias.
En esta conmemoración, rendimos homenaje y agradecemos a Dios por tantos hombres y mujeres que han luchado y siguen luchando por el derecho a un trabajo digno y condiciones laborales justas.
Recordamos con gratitud a aquellos que han sacrificado sus vidas para alcanzar la dignidad de todos los trabajadores, así como aquellos que a lo largo de la historia han contribuido al desarrollo y crecimiento de nuestro mundo.
En este día, también agradecemos a Dios por todas las personas que hacen que nuestra vida sea agradable a través de su esfuerzo y dedicación diaria. Vaya nuestra gratitud hacia padres, madres, abuelos y abuelas, quienes nos han legado la importancia del trabajo como camino hacia la felicidad y el desarrollo integral. También reconocemos a los numerosos trabajadores de nuestra sociedad que merecen nuestro agradecimiento, como docentes, personal de la salud, agentes de seguridad, trabajadores del transporte, del comercio, entre otros, quienes se entregan generosamente a la comunidad.
El trabajo nos asemeja a Dios, ya que compartimos la misión de seguir creando y transformando nuestra realidad con la gracia de la creatividad y el esfuerzo continuo.
Formamos parte de la hermosa misión de la creación de Dios y tenemos el mandato de cuidar la obra iniciada por Él, tal como nos recuerda su Palabra: “Dios vio todo lo que había hecho, y lo consideró muy bueno” (Génesis 1,31).
El trabajo en sí mismo, es una acción que nos ayuda a descubrir lo mejor de nosotros mismos. Como nos recuerda el querido papa Francisco, “el trabajo posee en sí mismo una bondad y crea armonía en las cosas, belleza, bondad, e involucra al ser humano en su totalidad: en su pensamiento, en su acción, en todo. El ser humano se ve implicado en el trabajo. Es la primera vocación del ser humano: trabajar. Y esto le otorga dignidad al ser humano, una dignidad que lo asemeja a Dios. La dignidad del trabajo”.
A pesar de las numerosas situaciones de dolor causadas por las injusticias y la falta de trabajo digno en este día, somos invitados a confiar en la divina providencia, siguiendo el ejemplo de San José. Él, ante las adversidades de la vida, nos enseñó a entregarnos en manos de Dios, sabiendo que Él nunca nos abandona. Con la gracia de Dios, seremos capaces de transformar el mundo y crear nuevas formas de esperanza para todos. San Pablo ilumina la espiritualidad de todo trabajador al decir: “Ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10,31). Estamos llamados a glorificar a Dios con nuestro trabajo y transformar nuestra realidad con el hermoso don y la gracia del trabajo.
La conmemoración del Día del Trabajador nos anima a mantener vivos nuestros sueños y esperanzas, a seguir contribuyendo al crecimiento y desarrollo de la humanidad.
Mantengamos vivo el sueño de formar parte de este gran grupo de trabajadores generosos, inculcando valores como la rectitud, la constancia, la perseverancia y el esfuerzo sincero frente a los desafíos de la vida. Inspiremos, con nuestro ejemplo, a nuestros niños y jóvenes a construir hábitos de esfuerzo, dedicación y responsabilidad desde temprana edad. Que San José, modelo de trabajador incansable, interceda por el don del trabajo y bendiga a todos los trabajadores en este día.
¡Feliz día para todos los trabajadores!






