A fines del 2011, la Unesco declaró que el 30 de abril sería el Día Internacional del Jazz. La elección de la fecha -caprichosa y rebelde como el propio estilo- no remite a un hecho histórico vinculado con el género ni a homenajear a alguno de sus creadores.
Pero sí hubo una razón que tuvo sustento para las Naciones Unidas (ONU), al considerar que este género excede al arte para convertirse en un lenguaje inclusivo de los pueblos y las culturas.
Como la propia Unesco explica en su página web oficial, los Días Internacionales contribuyen a sensibilizar al público sobre temas de interés para el mundo, tales como los derechos humanos, el desarrollo, sustentable o la salud
Los motivos que la Unesco enumera para dedicarle un día especial
El Jazz rompe barreras y crea oportunidades para la comprensión mutua y la tolerancia.
El Jazz es una forma de libertad de expresión, y simboliza la unidad y la paz.
El Jazz reduce las tensiones entre los individuos, los grupos y las comunidades.
El Jazz promueve la innovación artística, la improvisación y la integración de músicas tradicionales en las formas musicales modernas.
El Jazz estimula el diálogo intercultural y facilita la integración de jóvenes marginados.
Esta es parte de la historia del Jazz
Lo cierto es que desde hace una década el Jazz tiene su Día Internacional basado en su esencia de unión y diversidad cultural, que sin duda lo legitimó en el mundo como un género popular.
En el jazz cada show es único, la interacción entre los músicos crea una pieza nueva en cada encuentro, nunca la expresión de la obra es igual, es arte en movimiento.
Es libertad, es el lugar donde la técnica acompaña a la improvisación y da como resultado la expresión libre y la composición colectiva en tiempo real. Pocos estilos, como el jazz, tienen la creación espontánea en vivo y en directo.
Lejos quedaron los tiempos donde los jazzeros debían escapar de los agentes de narcóticos que los acosaban y les quitaban sus licencias de música para que no pudieran trabajar. Ya en esa época estaban sindicalizados y recibían un carnet de músicos que les permitía tocar y cobrar por hacerlo.
De la mano de artistas innovadores como Duke Ellington, Louis Amstrong, Charlie Parker, Miles Davis, John Coltrane y muchos otros, el estilo fue mutando, pero siempre sosteniendo la misma impronta de libre expresión e improvisación.
Los años 30 vieron el auge y la popularidad del Jazz: la época de las Grandes Bandas o Big Bands donde las impresionantes secciones de vientos y los cantantes pusieron a bailar a generaciones enteras. Los exponentes de este estilo, llamado Swing, fueron Duke Ellington, Count Basie, Glenn Miller, Benny Goodman, sin olvidarnos de la maravillosa cantante Ella Fitzgerald.
Como evento rupturista, el fin de la Segunda Guerra Mundial nos trajo una opción de expresión más introspectiva, donde la técnica y los tempos rápidos ya no invitaban a bailar, razón por la cual la masividad en el público se limitó a pequeños clubes en la calle 52, en Nueva York.
Con ustedes el “Jazz contemporáneo”
Esta expresión llamada Bebop, la sonoridad que daba la imitación del fraseo de los instrumentos con la voz, fue la piedra basal para lo que conocemos como jazz contemporáneo o moderno, mostrando elementos diferenciadores como el lenguaje, el tempo y la imagen del músico torturado e incomprendido por la sociedad.
Charlie Parker y Dizzy Gillespie fueron los fundadores de este movimiento. En estos tiempos asomaba con su trompeta un joven Miles Davis, quien tras compartir experiencias con estos muchachones del Bebop comenzó a buscar una evolución del estilo y así tuvo lugar un nuevo sub-estilo: el Cool.
Estableciendo una marcada diferencia con sus maestros -el Bebop utilizaba muchísimos recursos musicales desde la improvisación-, con el Cool, Miles se fue al otro extremo: tocar menos, menos escalas, tempos medios y más colores. Este es otro momento emblemático que ningún aficionado del género puede pasar por alto.
A diferencia de su mentor Parker -que murió pobre a los 34 años producto de una cirrosis- Miles se limpió rápido de sus adicciones y pudo vivir de la fama y el dinero que sus discos y sus presentaciones generaban, aparte de comenzar a registrar sus temas y cobrar las regalías. Anteriormente las composiciones de las sesiones de grabación las registraban a su nombre los productores que pagaban el estudio.
Del Cool llegamos a Hardbop, de la mano de John Coltrane, donde la complejidad armónica, melódica y de improvisación llevó al jazz a ser objeto de estudio como una expresión con un discurso tal vez demasiado sofisticado y con una impronta que caló mucho más en los músicos que en el público. Lo demás es historia.
El mundo de la música avanzó o retrocedió -depende la visión de cada uno-, pero el jazz sigue vigente, uniendo y generando un espacio de reflexión.
“Difundamos la ética del movimiento global del Día Internacional del Jazz alrededor del Planeta y usemos esto como una oportunidad de oro para que la humanidad se reconecte especialmente en medio de todo este aislamiento e incertidumbre”, comentó el reconocido pianista y compositor Herbie Hancock, embajador de buena voluntad de la Unesco, en un mensaje de paz y unidad a través del Jazz en plena pandemia del COVID-19; su mensaje aún sigue vigente.
Para los intelectuales de la Unesco, el jazz es sinónimo de unión, búsqueda, comunión, diversidad y relación entre los seres con un fin común. En definitiva, el jazz nos acerca a la sensación de que somos todos una misma humanidad.
Fuente: clarin.com