La fidelidad familiar es una actitud muy fuerte, algo que se lleva en la sangre, en la piel, en el alma. Tanto es parte nuestra que para verla, en ciertos casos, hay que constelar. Es una manera de darse cuenta, incluso cuando la constelación es de otro como en mi caso.
Estuve en uno de esos encuentros de la máster en Constelaciones Familiares, Patricia Mónica Couceiro, y tuve el honor de participar en un taller donde los asistentes son alumnos entonces fue un doble acierto, un doble regalo.
Hoy, cuando llegué al trabajo escribí en mi Facebook la siguiente pregunta: “¿Qué tiene el Universo para hoy?” y sorprendentemente era un paquete de temas en mi vida, me dio para que tenga y reparta, o comparta como es lo correcto expresar ahora que es a través de esta nota.
Las fichas fueron cayendo como del cielo, una a una, sin anestesia, suaves quizás pero contundentes. Poder entender el proceso que vivimos es una bendición. Entender por ejemplo que la fidelidad puede estar expresada en distintos órdenes de nuestra vida, en diferentes momentos, puede ir expresándose en silencio, pero llevándola con dolor porque no nos pertenece. Asumimos roles, asumimos compromisos sin ser conscientes y eso luego nos cuesta más en la pareja, con los hijos, las relaciones, el trabajo y más.
Patricia realmente tiene el don, incluso como uno de los últimos módulos de esta formación el de Despertar al maestro, resulta como que ella lo lleva despierto hace mucho tiempo, más allá de sus años como profesional. Ella se deja llevar y luego todo se va mostrando, como en una obra de teatro sin guion, sin expectativas, dejándose llevar.
Cuando los participantes van desandando el camino ella solamente colabora en el expresarse. Como les decía, me cayeron las fichas, por ejemplo la de la fidelidad con las mujeres de mi clan, mis ancestras. Hubo mucho dolor y sufrimiento, y en eso tuvieron que ver los hombres. Escucho el ruido de las fichas, cayendo en el cuenco de metal.
Otras fichas cayeron cuando se habló de cuando algo está “frenado” en tu vida, si hay algo que frena es porque hay alguien a quien no estamos viendo. En el lenguaje del constelador: “desea ser visto”. Nos preguntamos a quién no estamos viendo en esa cuestión, claro que podemos no saber de quién se trata, o sí, pero al constelar lo podemos ver.
Es realmente apasionante lo que ocurre, todo se mueve a otro nivel y se va mostrando, acomodando, hasta que llega el momento en que comprendés. Es cuando sentís un alivio, claro, repitiendo las frases que te invita a que las digas, en este caso Patricia. Ella misma forma parte de ese proceso y entre la experiencia y la sencilla intuición surgen las frases que van como una tuerca a su tornillo.
Estar en una constelación, formando parte de un grupo al que luego le das las gracias a todas esas almas por haber resonado con vos, les das las gracias por haber sido parte de ese mágico momento en el que podés decir: “¡Ah! Ahora lo entiendo”. Y las gracias a quien te llevó a vivirlas, Patricia Mónica. ¡Gracias!
Por Rosanna Toraglio.