A todos nos pasó alguna vez querer tener todo bajo control, que los acontecimientos sucedan tal como entendemos que deben ser.
Muchas veces rezamos o pedimos al universo que pase tal o cual cosa o que la situación sea diferente a lo que estamos viviendo, y sin darnos cuenta estamos queriendo decidir sobre cosas que exceden nuestro campo de acción.
Los hechos ocurren y lo importante es poder determinar cuáles están dentro de nuestro ámbito de control y qué no lo está. Lo que está dentro de nuestro ámbito de control es todo aquello que nosotros podemos modificar con nuestras acciones o actitudes y aunque parezca poco, no lo es.
Por ejemplo, ante una situación adversa no podemos cambiar la situación porque excede nuestro poder, pero sí podemos elegir cómo encararla, sí podemos elegir aprender de ella, nuestra actitud frente a lo que nos pase es nuestro ámbito de control.
También es nuestro ámbito de control cumplir con lo que nos hemos propuesto para alcanzar nuestros objetivos.
Cada una de las decisiones que tomamos como hacer o no hacer lo que tenemos planeado, comer sano o no, hacer ejercicio o no, estudiar o no, eso sí está en nuestro ámbito de control y son esas decisiones de cada día, las que construyen nuestra vida.
Soltar el control es entender que no podemos estar digitando todo el tiempo como suceden las cosas y es aceptar que no tenemos toda la visión del problema, solo vemos una parte, por tanto, lo ideal es dejar en manos de Dios y confiar en él, todo aquello que no podemos accionar.
Jesús cuando nos enseñó a rezar dijo: “Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”; dejar en manos de él, confiar en su amor, entregarnos a su sabiduría y hacer todo lo que esté en nuestro campo de acción.
La mayoría de las veces las cosas ocurren de la forma menos pensada, pero si aprendemos a soltar, a dejar que sea lo que tenga que ser, podemos sorprendernos de ver como muchas veces se resuelve mejor de lo que hubiéramos planeado.
Cuando damos nuestro 100% haciendo lo que está en nuestras manos y el resto ponemos en manos de Dios o del universo, la magia sucede.
Natalia Moyano
Contadora con
corazón de escritora
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