Sentados en la postura correcta sobre la mat, respirando suave y profundamente sentimos los beneficiosos efectos de la práctica de Yoga recién concluida y buscamos nuestra lectura habitual. En la página señalada, el Maestro y Poeta Rabindranath Tagore decía: “la actividad y la vida están ligadas indisolublemente”, y seguimos leyendo: “La vida no es completa en sí misma. Le es preciso exteriorizarse. Para vivir, el cuerpo debe mantener determinadas relaciones con la luz y el aire exteriores, no solo para adquirir energía vital, sino también para manifestarla”.
Y agregaba el Maestro: “Asimismo, el cuerpo se entrega sin descanso a sus propias actividades internas. El corazón no debe dejar de latir y los órganos deben funcionar sin interrupción. Y eso no basta porque a su tiempo, la vida le impele al cuerpo una danza incesante de actividades externas, ya que no conforme con su economía interna halla pleno gozo en sus excursiones hacia el exterior”.
No terminamos de reflexionar sobre lo leído cuando encontramos que decía el Maestro: “Lo mismo ocurre con el alma. No puede vivir de sus propias imaginaciones y sentimientos interiores. Necesita objetos externos, no ya para nutrir su conciencia interior sino para aplicarse a la acción, así para recibir como para dar”. Y aquí reflexionamos nuevamente y recordamos que gran parte del tiempo vivimos en automático, pero si hacemos conscientes nuestras interacciones más a menudo (como en el Yoga) podremos sentirnos más unidos al Todo, siempre en el ahora y ya no aislados, enajenados o escépticos.
Entonces seguimos leyendo: “En rigor, no podemos vivir si dividimos en dos a Aquel que es la verdad misma. Debemos permanecer en Él, por fuera como por dentro, porque si pretendemos realizarlo únicamente en la introspección, dejándolo aparte de nuestra actividad exterior, equilibraremos muy mal nuestros agobios en la dilatada marcha hacia la Verdad”. Cerramos el librito y nos retiramos reflexionando. Namasté.
Por Ana Laborde
Profesora de Yoga
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