Por: Lic. Hernán Centurión
“Los pueblos se equivocan”, fue el título del editorial de Sandra Russo en Página 12, justo el día después de conocida la victoria de Javier Milei en el balotaje. En uno de los párrafos de su escrito también podía leerse la frase: “Nada de esto hubiera ocurrido si existiera el periodismo”. Si se analiza esto, la primera respuesta sería: ¿y dónde estuvo el periodismo progresista; los “6-7-8”; los “Duro de Domar”; los C5N; y el mismo Página 12, en estos últimos cuatro años del gobierno de Alberto Fernández y la gestión de Sergio Massa?
Justamente ese periodismo que debería ser crítico, nunca estuvo. Ese periodismo trabajó para colocar las responsabilidades en otro lado, es decir, hicieron propaganda a la inversa de este gobierno saliente. No tenían nada bueno para contar. Pareciera que en esta posmodernidad, se debe dejar de lado la moral para cierto tipo de periodismo. Es decir, mentir, ocultar y operar para hacer daño con falacias, medias verdades y aportar a la confusión de los que sólo escuchan las voces que les confirman lo que ya creen. No son periodistas, son esbirros del poder político y de los intereses de un sector. ¿El sector que defiende al pueblo, o el sector que defiende los intereses de la dirigencia, esos que tienen su vida y la de sus hijos y nietos resuelta económicamente? Quedó claro que no defendieron al pueblo en estos últimos cuatro años. Ya callaban antes, pero ahora se notó mucho más porque la crisis llegó a un punto que era imposible ocultarla o adornarla con esas palabras que están en la caja de herramientas discursivas de la política, como ser “la patria”, “los antipatria”, “el pueblo”, “los cipayos”, “siempre pensamos en los que más necesitan”, “los que no saben de solidaridad”, etcétera. Ni siquiera los términos peyorativos hacia los que piensan distinto políticamente les sirvió para tapar el desastre económico.
El lector no debería olvidar, porque sí parecen hacerlo estos periodistas, que a la gente, ese ente que a veces sirve para que los políticos justifiquen aberraciones o escondan bajo la alfombra sus escándalos, o en el caso de Russo, para cargarlo de una interpretación negativa a ese pueblo que votó mayoritariamente al candidato que a ella no le gusta, ya es cada vez más difícil que los “listos” le digan qué tiene que pensar o qué decisiones tiene que tomar respecto a la política, cuando su vida gira en torno al plato de comida o el deterioro de su bienestar financiero por responsabilidades que le son ajenas.
Ese periodismo del que se ufana Russo es el periodismo militante, ese que fue cooptado por la hegemonía kirchnerista desde el año 2003. Si bien hay ejemplos de profesionales genuflexos que ante la oportunidad laboral decidieron adherir a los dirigentes que hasta hacía poco detestaban y decían atrocidades de ellos, genuinamente están los otros, los que convencidos de las ideas, trabajaron para forjar en los lectores, en los públicos, el sentido para impulsar y sostener al gobierno que encarnaba esas ideas. Eso no se discute, se respeta, pero queda bajo una línea de sospecha acerca de si lo hacen por convicción y/o por conveniencia. Quedará a criterio de cada uno.
Ese periodismo militante se exhibió y exhibe cuando solamente habla de lo bueno de determinada gestión y nunca aparece ninguna crítica. La ausencia de ella (la crítica) es fundamental para identificarlo. Los medios de comunicación se convierten en medios de propaganda, disfrazados de medios periodísticos. También, en el otro extremo, existe el periodismo desestabilizador, que sólo yace en la crítica, que de por si no es algo negativo si sirviera para ayudar a mejorar y hacer dar cuenta al poder político lo que hace mal. Pero cuando se vuelve tendencioso, despiadado, descarnado y no sale de ese lugar, se convierte en lo mismo que ese periodismo militante.
Los “TN”, “Clarín”, “La Nación” y todo aquel conglomerado de medios o periodistas que, fueron o son, críticos con aquel periodo kirchnerista o con el gobierno de Alberto Fernández, fueron acérrimos opositores a esas administraciones, pero hicieron lo mismo con el Gobierno de Mauricio Macri. Cuando empezaron los errores en esa gestión de Cambiemos, comenzaron las críticas que subieron de tono, aunque a decir verdad nunca estuvieron al nivel de lo que decían del gobierno K. Luego que perdieran la elección de 2019, los propios votantes del PRO cuestionaron que los periodistas y medios “amigos” hubieran trabajado para torpedear la línea de flotación del gobierno. Por decirlo simplemente, querían que TN hubiera actuado como C5N.
Es muy difícil entender a fondo la realidad si solo se abreva de un tipo de periodismo (militante). La dificultad es que es imposible saberlo con exactitud, y sobre todo porque muchísimos argentinos no tienen (ya sea por el grado de escolarización o por el desastre del sistema educativo), la capacidad para descifrar más o menos qué es lo que hace el poder y los dirigentes detrás de eso que dicen públicamente. El sesgo de confirmación de la audiencia (quiero que me hablen de lo que yo creo) impide que tengan la suficiente apertura mental para escuchar qué dicen los otros acerca de determinado tema y así intentar acercarse a la verdad, que de por sí es inalcanzable. Pero hay algo que nunca miente y tiene tanta fuerza de convencimiento que atraviesa cualquier sesgo de confirmación, y es la verdad del bolsillo. Pasó en la elección de 2019 y sobre todo en esta última.
Ahora se viene el Gobierno de Javier Milei, el cual será una administración que sí va recortar gastos tal como lo prometió en toda su campaña y lo viene haciendo en cada entrevista de los últimos días. Finalmente va quedar en claro que el Gobierno de Macri no fue todo lo que decía el kirchnerismo que iba a ser. Si se sacara la toma de deuda externa, no hubo mucha diferencia entre ambas administraciones. No hubo reducción de gastos del Estado, optó por el gradualismo, salió a tomar deuda, se fugó la plata del sistema y continuó con la emisión monetaria. Subió la luz y el gas sí, pero lo que se viene ahora será algo no visto en los últimos 40 años (salvo Menem) y es el resultado del agigantamiento estatal que hubo durante la “década ganada”. Previa devaluación que le allanó el camino, Néstor Kirchner fue el único que se preocupó personalmente (con un cuaderno que llevaba entre sus cosas) de saber siempre cómo estaban los números y que hubiera equilibrio fiscal. Lo que siguió después fue la emisión monetaria para sostener todos los gastos que podía hacer el Estado en esa época porque había un alto precio de las commodities.
Nunca se animaron a recortar lo que una vez fue posible gastar. Con mucha vergüenza hablaron de “sintonía fina” para recortar los subsidios, pero quedó todo en declaraciones y algún que otro funcionario que se adhirió a la baja. Pasó porque es el peronismo, que supuestamente piensa en el bienestar del pueblo, que como atolondrados pensaron en poner cosas “gratis”, cosas baratas, aunque después termine en el desastre financiero como el que acaba el gobierno de Alberto, ¿o de Massa? ¿o de Cristina? ¿No es acaso esto la historia de los últimos 40 años de democracia? ¿El peronismo va ser honesto intelectualmente alguna vez y por lo menos puertas adentro acordarán que nunca más deben dejar que se “desmadre” la economía? Por la forma en que la manejaron en los 28 años de los 40 que tiene nuestra democracia reciente, son parte del problema de Argentina. Algunos hicieron una fuerte autocrítica después que perdieron las elecciones de 2015, pero el mal gobierno de Macri los hizo ver como los mejores pero volvieron a cometer los mismos errores de siempre. En esta última semana, nuevamente se escuchan voces autocríticas de dirigentes, quienes dicen que debe haber una revisión de todo lo que hicieron. Sin mencionarla directamente, Aníbal Fernández dijo que Cristina ya es la historia o la prehistoria del peronismo. Que el movimiento va a tener que encontrar nuevos líderes. Uno de ellos ya se asomó en entrevistas, con críticas al kirchnerismo, con planteos razonables acerca de la discusión que tiene que tener Argentina acerca del trabajo, los supuestos derechos que el peronismo le aseguraba a la gente, pero que en realidad los condenó a seguir en la pobreza en base a dádivas. Es el hijo de un sindicalista, renunció a su banca de diputado nacional en 2021, en desacuerdo con lo que estaba haciendo el peronismo.
Finalmente, para volver al punto central del problema actual de la población, demasiada emisión explica la inflación escandalosa que tiene hoy Argentina. El Kirchnerismo no se hace cargo de eso, lo va hacer Milei y lo van a salir a combatir en las calles sostenidos por los discursos del periodismo militante. Se decía que el periodismo era uno de los pilares de la democracia. Ese nuboso límite entre informar sobre los actos de gobierno y ayudar a desestabilizar y si es posible sacar a una administración elegida por los votos, por esos grises intersticios se van a mover en los próximos meses y desde el día 1. La democracia va a estar en tensión, ya anticiparon la batalla. Aquí en Argentina no importa que fuera desastrosa la gestión del gobierno que se va. Lógicamente pensarán en volver “mejores”, esa mentira que corrió antes de las elecciones de 2019. Otra vez podrían usar a los pobres, y otra vez como carne de cañón.
Se puede recordar lo que fue el 2001, gente que salía en masa con cacerolas a las plazas a pedir la renuncia de Fernando de la Rúa, mientras con los manuales de desestabilización política en provincia de Buenos Aires la clase dirigente peronista atizaba para que los pobres hambreados comenzaran los saqueos. Eso fue un espejo sobre el que miró el resto del país y así se replicó.
¿Dejarán gobernar a un candidato que ganó casi con el 56% de los votos y a 11 puntos del contrincante peronista? ¿No les convendrá que Milei haga todo el ajuste que ellos nunca se animaron a hacer, y con algo ordenado intentar volver por los votos en caso que fracasen los 4 años del libertario? La batalla está declarada, habrá que ver cuánta legitimidad tienen para combatir, en el significado más duro que se le pueda cargar a esta palabra. “Dentro de la ley todo, fuera de la ley nada”, dijo el presidente electo.
En 1947 científicos atómicos crearon el “reloj del fin del mundo”, para medir la posibilidad de una guerra nuclear global entre EEUU y la Unión Soviética. El punto “apocalíptico” de ese reloj se daba cuando más cerca de la medianoche marcaran las agujas. Salvando las distancias de este ejemplo, estamos a 14 días de que se active ese reloj económico político en nuestro país. Veremos si la clase dirigente maduró lo suficiente. Veremos cuán lejos está nuestra democracia de la medianoche.