La investigación en neurociencia muestra que nuestro cerebro realmente nos recompensa por sentirnos culpables.
A pesar de sus diferencias, el orgullo, la vergüenza y la culpa activan circuitos neuronales similares. Curiosamente, el orgullo es la más poderosa de estas emociones al desencadenar la actividad en estas regiones.
¿Qué es la culpa? Desde un punto de vista psicológico, la culpa es una emoción que provoca un sentimiento de responsabilidad por un daño causado, ya sea por acción o por omisión.
La mayoría de nosotros nos hemos sentido culpables en algún momento. Esto tiene que ver con la educación que hemos recibido, la familia que nos ha educado, la religión, etc., si no es así recuerden cómo nos premiaban y elogiaban cuando hacíamos algo “bien” y eso desaparecía cuando no hacíamos lo que nos pedían. Así aprendimos a sentirnos culpables por no pensar o actuar según lo que esperan de nosotros.
Y aun de grandes seguimos buscando aprobación en los demás, como lo hacíamos con nuestros padres. Además de cumplir una función social en términos de vigilancia del comportamiento, la culpa activa circuitos neuronales relacionados con el centro de recompensa del cerebro, lo que nos predispone fisiológicamente a la culpabilidad. Pensemos en nuestra vida. ¿Te has sentido culpable algún tiempo? O ¿es un sentimiento con el cual tenés que convivir?
Si es así, ahí es donde tenemos que detenernos a pensar si hay alguna norma o creencia que es hora de cambiarla.
Conociendo esta información: ¿Qué podemos hacer para dejar de sentirnos culpables?
En primer lugar, observarte como una persona que está aprendiendo y conociéndose.
- Deja de magnificar.
- Asumí que no eres tus acciones.
- Practica la autocompasión.
- Pide disculpas cuando sea necesario.
- Pregúntate si puedes aprender algo de lo sucedido.
Sentirnos culpables es algo muy común que nos pasa a la mayoría.
Por ahí este es un buen momento para soltar esas creencias limitantes que aprendimos, animarnos a buscar nuestra aprobación y estar en paz con lo que ¡sentimos!
Bendiciones.
Colabora: Prof. Paula Vogel – Gimnasia para el Alma.
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