Admitió que lo hizo por dinero, que aceptó regresar a General Rodríguez, en la provincia de Buenos Aires, en su camión con poco más de siete mil ladrillos de marihuana prensada ocultos en un semirremolque con varas de madera que simularían “la cuna”.
Si se estima la decisión en sentencia del camarista integrante del Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Posadas, Manuel Alberto Jesús Moreira, al camionero Ricardo Javier Villar no le sirvió de mucho su coartada durante el debate de ayer. Fue condenado a ocho años de prisión efectiva como autor penalmente responsable del delito de “transporte de estupefacientes” (artículo quinto, inciso C de la ley 23.737).
Por el mismo artículo, pero con la diferencia de acusarlo por “tráfico de estupefacientes”, la fiscal federal Vivian Andrea Barbosa solicitó ocho meses más de prisión durante su alegato. Y ante la contundencia de la prueba, la defensora oficial, Susana Beatriz Criado, remarcó la culpa de su representado pero instó al monto mínimo de artículo mencionado (cuatro años).
Como lo adelantó ayer PRIMERA EDICIÓN, Villar (transportista con domicilio en General Rodríguez) llegó a debate por videoconferencia porque está detenido en el complejo penal federal de Marcos Paz. Pero lo atraparon durante la madrugada del martes 21 de septiembre de 2021 cuando fue descubierto al mando de un camión Iveco cargado con 5,8 toneladas de cannabis sativa que se dirigía hacia su ciudad de origen, uno de los centros de mayor comercialización de estupefacientes del país.
Dos gendarmes del Escuadrón 10 “Eldorado” lo atraparon en la banquina de la ruta nacional 12 en el acceso a Montecarlo. Quinientos metros antes del puesto de control de seguridad, Villar frenó bruscamente el transporte y lo estacionó en la oscuridad. Cuando la patrulla se aproximó, intentó engañarlos con algunos cables en las manos y asegurando que tenía un problema de electricidad el sistema de luces del Iveco.
Minutos después llegó “Loana”, la perra entrenada para detectar drogas que estaba de guardia en el puesto de peaje de Colonia Victoria sobre la misma ruta. Los granos de suerte de Villar se terminaron con la reacción positiva a la presencia de marihuana entre los 2.600 metros de varas de eucalipto que cargaba el semirremolque.
“Accedí a todo lo que me pidieron los gendarmes, tenía que poner el pecho como caballero, me habían ofrecido dinero para transportar la droga y yo dije que sí”, relató Villar desde la cárcel de Marcos Paz ante el tribunal unipersonal que integró el juez federal Moreira.
Los cuatro testigos citados ayer relataron su participación en el procedimiento. Principalmente el alférez y el segundo comandante que se acercaron al camión. Ninguno dejó duda y los alegatos de la fiscal Barbosa y la defensora Criado consolidaron lo actuado en el expediente.
La acusación sostuvo: “Villar actuó con dolo, con consciencia de acción. En la etapa de instrucción de la causa nada dijo sobre el hecho. Después aceptó lo sucedido como un error, pero no lo fue, fue un acto cometido con pleno conocimiento”.
Barbosa también adelantó que Villar contaba con un cómplice que se desempeñó como puntero del viaje con la droga y que éste fue descubierto por la ampliación de la investigación y será juzgado próximamente. Describió los intercambios de mensajes con esta persona que mantuvo antes y durante el tránsito, pero también las conversaciones que surgieron del celular secuestrado en las que el camionero pedía que le armen los remitos truchos con la supuesta carga de varas de madera.
Estos chats abrieron plenas sospechas en cuanto a que no se trató del primer intento de Villar como transportista narco.
“Villar organizó todo, no le corresponde una pena menor. El bien defendido es la salud en este caso y con la carga de marihuana se habrían de obtener 107 millones de dosis umbrales que llegarían a las víctimas. La droga es un flagelo y el accionar del acusado fue grave, su único atenuante fue no eludir a la Justicia”.