El Padre la bicicleta, así lo conocían a Carlos Hardoy SJ, sacerdote jesuita que vivió sus últimos días en Puerto Libertad y se convirtió en el primer donante múltiple de órganos en Misiones. El 12 de julio de 1996 lo encontraron desvanecido en su habitación producto de un segundo ACV y lo trasladaron al Hospital SAMIC de Eldorado donde falleció y los familiares dieron el consentimiento de su voluntad de donar los órganos para salvar otras vidas. Se ablacionaron córneas, riñones, hígado y corazón.
Por eso, en su homenaje se instituyó en 1998 por Ley VI N° 73 (antes Ley 3505) el 16 de julio de cada año como el Día Provincial del Donante de Órganos. No obstante, su identidad cobró fuerza después de más de 20 años cuando los médicos que participaron del operativo lo recordaron en un video realizado durante la pandemia.
Fue la profesora de Matemática e Informática y madre de un hijo en espera para recibir un trasplante de hígado, Carmen Oviedo, quien logró reconstruir la historia del Padre Hardoy gracias al aporte documental de la Compañía de Jesús, en colaboración con su amiga Gladys “Laly” Carrillo, miembro de la Parroquia Santos Mártires, entrevistaron a quien fue su superior y amigo personal, el padre Ignacio García Mata SJ, provincial jesuita de 1991 a 1997.
También la familia del padre Hardoy se enteró hace muy pocos días que Misiones conmemora el Día del Donante en honor a esa decisión altruista. En la epístola, firmada por sus hermanos María Teresa, María Mónica, María Estela, María Silvina y Gustavo Enrique Hardoy, contaron que “esta semana hemos recibido el aviso que el 16 de Julio se celebra el Día Provincial del Donante de Órganos siendo nuestro hermano Carlos el primer donante de ablación multiorgánica cuando falleciera en Eldorado el 15 de Julio de 1996. Sentimos una inmensa emoción y gran alegría que la provincia de Misiones haya elegido esta fecha para conmemorar tal acontecimiento ya que con sus órganos Carlos ayudó a muchos a continuar una vida mejor y damos gracias al Señor por ello. Queremos agradecer al Ministerio de Salud Pública y al CUCAIMIS de la provincia de Misiones por haber declarado el 16 de Julio el Día Provincial del Donante de Órganos”.

Un poco de su historia
Según la investigación de Oviedo, Carlos Enrique Hardoy Morandi nació el 7 de marzo de 1938 en Temperley, Buenos Aires. Estudió Literatura y Humanidades, Filosofía, Teología, ordenándose como sacerdote jesuita el 13 de diciembre de 1969 junto a su compañero Jorge Mario Bergoglio, actual papa Francisco, quien también fue el celebrante de sus últimos votos el 19 de febrero de 1976.
Tenía 58 años y pertenecía a la comunidad de Regina Martyrum, fue profesor en el Colegio Del Salvador en Buenos Aires, Director de Cáritas en la provincia de Corrientes. Al momento de su fallecimiento se encontraba en la diócesis de Puerto Iguazú, trabajando primero en la Parroquia “San Antonio” de Colonia Victoria, luego en la parroquia “María Magdalena” de Colonia Mado y finalmente en la Parroquia “Sagrado Corazón de Jesús” de Puerto Libertad, desempeñándose también como Delegado diocesano de Comunicación Social.
El Padre de la bicicleta
Pobreza y caridad caracterizaron a Carlos Hardoy, conocido como el Padre de la bicicleta ya que no tenía inconveniente en recorrer 50 o 60 kilómetros cuando no funcionaba su Citroën 3CV en el cual algunos pobladores de Eldorado habían tirado monedas por la ventanilla para colaborar con su arreglo.
Fue feliz en su 3CV ya que podía acudir de inmediato a hacer un favor o a dar una palabra de aliento a quien la necesitaba.
Siempre disponible para celebrar el Sacramento del Bautismo, bendecir Matrimonios a pesar de las limitaciones de salud agravadas en sus últimos años. No se hacía problemas por ellas, lo tomaba con humor. Era creativo y muy activo, hacía tres cosas al mismo tiempo, con el único deseo de complacer a todos.
Joaquín Piña Batllevell, Obispo emérito de Puerto Iguazú, contó que el sábado antes de su muerte estuvo acompañándolo en la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús. Esa tarde ofició la misa con treinta bautismos y dos matrimonios. De noche, acompañó en la administración de las Confirmaciones. Lo veía feliz, entusiasmado y realizado con sus labores pastorales.
Contó también que, alguna vez el padre Carlos comentó que su vida sacerdotal se podía dividir en tres decenios: como profesor y prefecto en el Colegio de los Jesuitas en Buenos Aires, como Director de Cáritas en Corrientes, y por último tras una breve estadía en Posadas, como sacerdote de la Diócesis de Iguazú, siempre donando su tiempo y su sabiduría, hasta donar su vida entera para salvar otras tantas.
Los restos del padre Carlos Hardoy fueron trasladados a San Miguel, Buenos Aires, donde luego de una misa de cuerpo presente, fueron sepultados. Generoso, altruista, solidario, ferviente amante del prójimo hasta dar su vida, se fue al cielo. En la tierra, otras personas siguen viviendo gracias a él, el donante de Dios.
Aportes en la investigación
Carmen Oviedo, quien logró reconstruir la historia del Padre Hardoy, agradeció la colaboración valiosa de Gladys “Laly” Carrillo; también del párroco de Santos Mártires, Padre José Luis Ferroni; el actual Socio Provincial jesuita, Padre Guillermo Blasón; y al Provincial 1991-1997 y amigo personal de Hardoy, Padre Ignacio García Mata.
“Intentamos saber más desde varias puntas, primero buscamos en Puerto Libertad pero pudimos avanzar poco y nada. Pero hace dos semanas escribí un mail a la Compañía de Jesús, no pensé que me respondieran, pero me llamaron al día siguiente. Ahí empezó el ida y vuelta de los mails y me mandaron toda la documentación y las fotos. Por su parte, ellos me pidieron que les mande el video que se había hecho en pandemia donde lo mencionaron”, recordó Oviedo.
“Era un vasco cabeza dura, generoso, nada para sí, todo para los demás”
Así describió a Carlos Hardoy su amigo de la infancia y quien era su superior cuando, a los 58 años, sufrió el accidente cerebrovascular que provocó su muerte.

El padre Ignacio García Mata SJ (sacerdote jesuita) tiene hoy 85 años y durante más de una hora y media recordó a su amigo, el padre Carlos Hardoy SJ, en diálogo a través de la plataforma zoom con Carmen Oviedo y Gladys Carrillo.
Esta es la transcripción resumida de la entrevista que Oviedo compartió con PRIMERA EDICIÓN.
¿Cuándo se conocieron? ¿Sabe cómo nació su vocación?
Nuestras familias se conocían. La familia de Carlos vivía en el barrio de Belgrano. Cuando éramos chicos íbamos al consultorio de su papá que era dentista. Cuando lo conocí, él ya estaba decidido a ser sacerdote jesuita.
La vocación es una cosa misteriosa. Carlos podría decir lo mismo que yo acerca de que los parientes curas influyeron en nuestra vocación. Él es sobrino directo de Jorge Hardoy SJ. Y porqué motivo uno influye y otro no, es un poco misterioso.
¿Se ordenaron juntos como sacerdotes?
Carlos me lleva tres meses de edad, él era del 7 de marzo del 1938 y yo del 11 junio del 1938.
Él hizo el noviciado en Córdoba y a mí me mandaron a Montevideo. Pero luego de finalizar el noviciado, me integré con Carlos y sus compañeros al Juniorado también en Córdoba donde estudiamos Humanidades clásicas como latín, griego, un poco de literatura y cultura universal.
Fueron dos años enteros que fuimos compañeros en Córdoba. Luego nos enviaron a ambos a Santiago de Chile para seguir estudiando más humanidades y latín. Al finalizar nos enviaron al Colegio Máximo en San Miguel a estudiar teología y filosofía. Luego hicimos el magisterio, a Carlos le tocó en el Colegio del Salvador, en Buenos Aires y a mí en Chile. Pero luego de un año volví al Colegio del Salvador donde estuve con Carlos en la misma casa.
Me ordené en diciembre de 1968 y Carlos en diciembre de 1969 junto a Jorge Bergoglio, el actual Papa Francisco.
¿Qué recuerdos tiene de Carlos en esos años? ¿Cómo era Carlos?
Estoy hablando con ustedes porque lo quiero muchísimo. Era de una familia numerosa muy religiosa pero que a lo largo de la vida tuvo desgracias y accidentes. Así como a él le ocurrió lo del accidente cerebral, también le ocurrió a sus padres, y a una de sus hermanas. Yo lo definiría como un vasco cabeza dura, pero generoso, nada para sí, todo para los demás.
¿Se acuerda de alguna anécdota con Carlos?
Éramos estudiantes jesuitas y pedimos permiso para hacer un campamento en Bariloche. Como anécdota, Carlos era un hombre esforzado, decía que había que hacer ejercicio, había que caminar y nos metió en cada lugar en el bosque que nos hizo sacar la lengua afuera. Queríamos dejar de caminar, pero él insistía en seguir. Hasta que nos perdimos y terminamos acampando al lado de un lago. Carlos siempre era esfuerzo y trabajo. Además el tipo más generoso y querido.
Otra anécdota que recuerdo fue cuando nos fuimos a vivir a una pequeña comunidad durante tres años, en un departamento al lado de la vía del tren. Carlos era muy sensible a los ruidos y encima yo roncaba de noche. Y lo despertaba. Así que para no molestarlo un buen tiempo me puse una cinta en la boca.
Pero mi ronquido a él no le importaba, era todo corazón. Éramos alma y vida juntos. Teníamos misas y reuniones en común. Carlos era muy compasivo con los pobres y más de una vez hizo entrar al departamento a personas para resguardarlos del frío.
Otra cosa extraordinaria fue su 3CV, un coche viejo que no daba para más, pero él andaba con eso por la Patagonia y la Mesopotamia. También tenía una motito. Era un tipo que se cuidaba poco, se movía con libertad.
¿Siguió en contacto con él cuando vino a Misiones?
Sí, claro. Yo era su Provincial, así que viajaba permanentemente a visitarlo. Quejas de él no tenía ninguna. Lo que sí puedo decir es que era un despiolado bárbaro, no se preocupaba por tener las cosas en orden, tenía un montón de cachivaches.
¿Tuvo algún problema de salud antes de fallecer?
Sí. El 4 de abril de 1990 asumió como párroco en Santos Mártires, Posadas, y el 13 de mayo sufrió un derrame cerebral y se lo trasladó a Regina, residencia jesuítica, para recuperarse. Una vez recuperado volvió a sus funciones.
¿Usted era el provincial jesuita al recibir la noticia de su fallecimiento?
Sí. Envié a Eldorado a un sacerdote para acompañar en lo que fuera necesario a sus familiares que se hicieron presentes en el Hospital.
¿Nos podría dejar un mensaje final sobre el padre Carlos?
Carlos es un hombre que expresó su amor hacia los demás como sacerdote, hasta sin saberlo él, porque no se lo habrá propuesto. Su vida siguió sirviendo a otros. Para mí es motivo de satisfacción que un hermano nuestro haya sido un pionero, sin pretenderlo él, en la donación de órganos. Nos llena de gozo a los jesuitas que la provincia de Misiones lo haya reconocido. “Ne quid nimis” que en latín significa “Nada en demasía si amamos a Dios”.