Si ninguno de los dos hace lo contrario a lo que vienen asegurando en las últimas semanas, en las próximas elecciones presidenciales los argentinos no veremos en las boletas dos de los nombres más relevantes de los últimos años.
En las listas del oficialismo y la oposición podrán figurar Fernández o Macri (de hecho el primo del exmandatario buscará gobernar CABA), pero, siempre que Cristina y Mauricio se mantengan en sus dichos, ninguno de esos apellidos serán los suyos porque, aseguraron ambos, ya no serán candidatos.
Y vale repetirlo -porque de confianza andamos bastante cortos los argentinos-, de confirmarse lo expuesto, será la primera vez en casi un cuarto de siglo que dos de los dirigentes más gravitantes (para bien o para mal) de esta parte de la historia no pondrán sus nombres en juego en una elección.
El dato no es menor porque implica además un nuevo contexto en un país acostumbrado a los presidencialismos fuertes y personalistas.
Y también porque gane quien gane en las presidenciales, tomará las riendas de una economía descompuesta y con gruesas fallas estructurales, con una sociedad atravesada por la pobreza y el hastío hacia una dirigencia que insiste en darle la espalda y abrir una brecha cada vez mayor.
Si es que en verdad ni Cristina ni Mauricio se anotan en las listas, estaremos frente a una nueva etapa.