El perdón es algo que damos, pero por sobre todas las cosas nos damos, porque cuando logramos perdonar verdaderamente a alguien, nosotros sentimos un profundo alivio, una paz maravillosa, los sentimientos de dolor, de ausencias, de rabia, desaparecen y podemos caminar por la vida más felices.
El perdón es de adentro hacia afuera y tiene una fuerza poderosa, no se trata de palabras, sino de un profundo sentimiento de que aquello que nos dolió o que nos faltó, si bien es un hecho que ocurrió, decidimos seguir adelante, sin llevar la carga pesada de sentimientos que nos hacen daño.
A veces, nos toca perdonar a personas más lejanas y otras, a miembros muy allegados a nuestro entorno familiar; no importa de quien se trate, el proceso siempre es el mismo, y todo empieza con la verdadera intención de perdonar.
La intención de perdonar es el punto de partida, pero luego el siguiente paso es poder salirnos de nosotros mismos, de “lo que sufrimos”, “lo que nos faltó”, “no me pidió perdón”, y muchas voces que surgen dentro nuestro y nos mantienen atados al sufrimiento, al dolor y a la rabia.
Si nos damos la oportunidad de mirar un poco más allá, veremos que esa persona que nos hirió la mayoría de las veces no tuvo la intención de hacerlo, cada uno tiene sus batallas propias y hacen lo mejor que pueden con lo que ellos han aprendido de sus propias historias.
Muchas veces las personas que nos han lastimado, no se acercarán siquiera a pedir nuestro perdón, o porque ya no están, o porque no se han dado cuenta del daño que nos han hecho, o porque no encuentran el valor para hacerlo; aún así, si tenemos la intención de perdonar, podemos hacerlo.
Una técnica que resulta muy útil y muy sanadora es cerrar los ojos y visualizar a esta persona con todo detalle, parada muy cerca frente a nosotros, la miramos directo a los ojos, sentimos su presencia y luego él o ella nos dice: “Perdoname, no quise hacerte daño, solo hago lo mejor que puedo”.
A veces el perdón es para nosotros mismos, por aquella oportunidad que dejamos pasar, por las veces que aguantamos una situación que no nos hacía feliz, por las veces que pensamos que no podíamos, y una vez más, el secreto está en mirarnos con amor, abrazarnos y decirnos: “Perdón por pensar que no podías, no volverá a pasar”.
Perdonar no es olvidar, es superar lo que nos pasó, es ver lo que ocurrió, y envueltos del poder del amor, decidir que lo bueno supere a lo malo. A veces podemos continuar la relación y otras no; pero da igual, ya en nuestro interior no queda más lugar para el dolor, o la rabia porque la magia del perdón llenó esos vacíos con el poder del amor.