El cultivo del achiote ha tenido importancia desde épocas precolombinas debido a que se ha explotado con la finalidad de obtener una pasta que ha sido utilizada en la elaboración de condimentos, cosméticos, en rituales religiosos y medicamentos.
El color rojo anaranjado de la cubierta de sus semillas las vuelven sumamente atractiva, el rojo anaranjado, intenso y persistente, que queda cual marca, mancha, señal, indicio, delatora o indicadora, como sangre que puede significar o resignificar, dependiendo del caso, de los hechos, de la historia, de lo esperado, de las estructuras, de saber o no saber, de sentir o no sentir, que la sangre es, lo que se transmite, lo que tenemos por dentro, de lo que vienen nuestros antepasados, y están dentro nuestro, en el hierro, en el hematíe cuyo núcleo desaparece al madurar y ¿entonces? ¿Qué somos? ¿Acaso perdemos identidad cuando desaparece el núcleo de este tipo celular?
Nada de eso, al contrario, células libres de regímenes dictatoriales marcados por ADN helicoidal que provee mensajes, solo una vez los emitieron y ya fue suficiente para que el pequeño eritrocito siga su vida, siendo aquello para lo cual fue creado, transportador de oxígeno que revitaliza paso a paso cada tejido.
Son las historias que guardamos en la sangre las que nos hacen nobles y altos, fieles al linaje o pobres y tontos, sin rumbo ni pasado, o un pasado al cual no tenemos nada que reconocerle. De cualquier manera, están ahí, en nuestra sangre.
Pero volviendo a orellana cuya bixina extraemos para teñir de rojo-anaranjado nuestros cuerpos, nuestros alimentos y nuestros ornamentos, para en reminiscencia darnos lugar a tal vez, una conexión aireada, oxigenada, dinámica y fuertemente ferrosa que nos permita pertenecer, con orgullo o vergüenza, al linaje.
Tantas guerras por y en nombre de la sangre, como amnésicos sobre el origen del movimiento que ésta posee, una bomba que se enciende desde antes de tener forma humana. Válvulas superpuestas en perfecta sintonía que movilizan la sangre cual raíz en capilaridad permanente de árbol tropical compite con el suelo por el agua y los nutrientes.
¿Serían las raíces y los vasos conductores de xilema y floema, equivalentes a estas venas y arterias conectadas al bobo corazón? Tal vez se trate solo de eso: conexiones, reflejos, vivencias suaves, tan suaves como cuando el ritmo mengua y baja la presión, tal vez por eso existe el achiote, con su rojo anaranjado color, para mostrarnos por fuera, lo que llevamos por dentro.