En ciertas palabras subyace un significado histórico, en algunos casos, o fonético, en otros, que les otorgan cualidades muy curiosas. Por ejemplo, la fórmula “OK”, que se usa para decir “todo bien”, proviene de la expresión castrense “cero muerto” (“0 killed”), en tanto que si se silabea “novio”, puede concluirse que el amor es ciego: se enamoró y “no vio” que ella no le convenía.
En esa misma línea, la palabra “casamiento” asusta a muchísima gente y con razón: partiéndola en dos, se obtiene “casa” y “miento”, una fórmula que augura trampa e infidelidad en el hogar y que explicaría por qué tanta gente se ha sentido identificada con aquella canción de los Pimpinela que dice: “Me engañaste, me mentiste, me dijiste…”.
Se dirá que, en semejante situación, se tiene “derecho al pataleo”, pero ojo, que esto no significa lo que comúnmente se cree: su origen se remonta a Ávila (España) hace varios siglos, cuando los seminaristas del viejo convento de Santa Bárbara le pidieron a su superior que les permitiera saltar un rato, esto es, patalear, para quitarse el frío de los pies; a esa autorización se la llamó “derecho al pataleo”.
Sea con pies fríos o calientes, la palabra “matrimonio” tampoco consuela: proviene del latín “matrimonium”, que a su vez deriva de “matrem” (madre) y “monium” (calidad de). O sea, que el matrimonio es una unión que le permite a la mujer ser madre no soltera. Es una institución machista, un patrimonio del marido para procurar que su hijo, en lo posible, no lo sea del verdulero.
Y como acotación al margen, “patrimonio”-de “pater” (padre) e idéntico sufijo- se reservó para los bienes adquiridos por herencia, que antiguamente, sólo recibían… ¡los varones!
¿Y la mujer? Viene del latín “mulier”, que a su vez deriva de “molleris”, que no significa un ser con mollera, medianamente pensante, sino algo aguado o blandengue, como la molleja de la vaca. Tradúzcase: un ser humano pasado por agua, débil y sin músculo.
A propósito: “músculo” proviene de “músculus”, que se conforma con “mus” (ratón) y “culus” (pequeño). Según explica Ciro Cabrera Córdova, sería etimológicamente “el pequeño ratón que se forma en el músculo al hacer una flexión”, de lo cual -asegura- también derivó “muslo”, aunque aplicado sólo a la parte superior de la pierna.
Abreviando…
“OK” y “snob” (castellanizado como esnob) son dos anglicismos de uso frecuente, pero que a veces se aplican mal por desconocerse su origen. En los Estados Unidos, durante la guerra civil, se estilaba informar en una pizarra la cantidad de bajas habidas en cada batalla: se ponía el número y al lado la expresión “killed” (muerto) o simplemente su abreviatura, “K”. Cuando no había bajas, se ponía “OK” (cero muerto).
“Snob” es también una abreviatura, originada en las listas de alumnos de las universidades inglesas de Cambridge y Oxford: se ponía el nombre de cada uno y al lado, su condición nobiliaria; si no era noble, se le agregaba la sigla “s/nob” (“sine nobilitate”, sin nobleza). Así, hoy un snob es tenido por un ser distinguido, pero en realidad es todo lo contrario.
En cuanto a “novio”, la licencia usada al comienzo de esta nota no es chiste: podría derivar del latín “novius” o “novus” (nuevo) y aplicarse a la nueva persona que entra en la vida de alguien; pero también puede provenir de “nobus”, el velo de las novias, que sirve para que no se le vea la cara, de modo que “no vio” encajaría perfecto.
Al yugo
Una cosa es hacer lo que uno ama y le gusta y muy otra, cumplir con un “trabajo”, palabra cuyo origen no puede ser más detestable: deriva del latín “tripaliare”, que a su vez proviene de “tripalium”, un yugo de tres palos en el que antiguamente se ataba a los esclavos para azotarlos.
Por extensión, la palabra “trabajo” se aplicó a las actividades físicas que cansaban al cuerpo y lo dolían, como las labores de campo: tras haber arado, la persona se sentía como “apaleada”, aunque más tarde llegó a abarcar también a maestros y oficinistas.
En cuanto a lo que se recibe como paga por un trabajo, la historia da cuenta de que “salario” deriva de “sal”, sustancia muy apreciada en el pasado como desinfectante (proviene de Salus, la diosa de la Salud) y no sólo como condimento y conservante.
En Grecia, a los esclavos se los canjeaba por sal y de allí surgió el dicho “no vale su sal”; en Roma, los soldados que cuidaban la Vía Salaria -un camino que se construyó entre las salinas de Ostia y la capital del imperio, cinco siglos antes de Cristo- recibían parte de su paga en sal, de donde surgió “salario”.
Por último, convendría no olvidarse de “ortografía”, que proviene del griego “ortho” (bueno, correcto) y “grafo” (escribir). Así, se puede escribir correctamente o carecer de ortografía, pero tener “buena ortografía” es tan redundante como “subir arriba” o “bajar abajo”.
(Publicado originalmente en nuestro suplemento dominical EDICIÓN del 13 de enero de 2008)