La serenidad es una emoción para cultivar y disfrutar. Es la clave para atravesar los momentos difíciles y al mismo tiempo nos hace vivir la vida en plenitud. ¡Qué mejor oportunidad para descubrirla!.
Es el momento oportuno en que estás dedicado a vos mismo. Partamos de ideas establecidas como ¿podemos mantener la calma en estos momentos?, ¿somos capaces de permanecer serenos cuando no son gentiles con nosotros?. Te invito a descubrir que sí se puede, mediante la adquisición de ciertos hábitos.
La propuesta es trabajar en las emociones en forma constante y recorrer el camino de optimismo para potenciar y aumentar la felicidad.
Te recuerdo que tendrán un efecto muy beneficioso en el buen desarrollo de las relaciones afectivas y sociales, para un mayor rendimiento laboral y para el logro de una mayor satisfacción en la vida. Ten en cuenta siempre que influye enormemente en nuestra salud mental y en nuestra calidad de vida. No es nada difícil pero hay que intentar lograrlo de a poco.
La serenidad se trata de poder estar en paz con uno mismo y de ser capaces de responder ante cualquier situación, sin dejarnos arrebatar por sentimientos o emociones desestabilizadores.
En este enero en que te encuentro distendido y reflexivo, te pregunto lo siguiente: ¿Cuándo te sentiste en plena paz y serenidad, satisfecho con ese momento?. ¿Hace cuánto sentiste que la vida es realmente agradable y hermosa?. ¿Cuándo sentiste tu cuerpo completamente libre de todas las tensiones físicas?.
¿Deseas saborear todo lo bueno e incorporar nuevos modos en tu vida con más frecuencia?
Entonces vayamos a los tips:
* Me detengo.
* Palmas hacia arriba, tomo aire por la nariz y exhalo lentamente por la boca.
* Observo mi cuerpo, emociones y pensamientos (mientras permanezco con los ojos cerrados).
* Prosigo con lo que estaba haciendo desde la consciencia.
Esta técnica es muy fácil de implementar en los momentos de estrés y cuando se tiene la sensación de que la cabeza no puede parar de pensar. Te sugiero que enciendas un sahumerio de lavanda o rosa. También puedes colocar una gota de aceite esencial de lavanda en cada palma de la mano y detrás de las orejas.
Debemos tomar este estado de quietud como un regalo a nuestro espíritu, a nosotros mismos y porque lo merecemos.
Aprender a cultivar la serenidad no se trata de sentarnos a meditar en el silencio, en soledad; o de contar con largos lapsos de tiempo libre, sino de aprovechar cada momento que podamos para parar y conectar con nuestro interior.
Un aspecto importante es aprender a aceptar todo el abanico de emociones que como seres humanos estamos programados a experimentar, sin juzgar sino abrazando cada instante como único.
La serenidad alcanza no sólo momentos de felicidad sino también situaciones de dolor. Nos permite conformarnos como seres humanos más fortalecidos. Es uno de los ingredientes más importante para tener tranquilidad de ánimo.
* No somos seres racionales sino seres emocionales que razonan.