Estamos acostumbrados a huir del conflicto creyendo que si nos lo quitamos de encima o evitamos lo que nos incomoda estaremos mejor. Quizás en el corto plazo pueda existir algún alivio, sin embargo evadir nos hace perder la oportunidad de despertarnos y evolucionar. El camino son las relaciones, y en aquellas que más nos cuestan es donde están nuestros maestros escondidos.
Este juego de la vida no se trata de estar cómodo y tener placer, sino de crecer y evolucionar. No hay nada mejor en el mundo para eso que las personas cercanas.
A quien me diga que no tiene nada para hacer, lo invito a que se siente con su familia a conversar. Enseguida nos van a enseñar cuál es nuestra próxima tarea interna; van a presionar esos botones que nos movilizan. En ese momento podemos elegir echar la culpa, enojarnos, retirarnos, callarnos o hacernos cargo, animarnos a sentir la incomodidad y superarla.
Animémonos a sentir la incomodidad, no dura tanto; de lo contrario nos estaremos interponiendo a nuestra propia evolución.
¿Cómo están tus relaciones personales?. ¿Cuán sanas son?. No huyamos más creyendo que son “ellos”, simplemente están funcionando como espejo. Siempre, siempre, somos nosotros.
El ego probablemente se resista a verlo de esta manera, porque le encanta el modo víctima, pero asumirlo es la única manera de hacernos responsables en la vida y crecer.
Todo el tiempo proyectamos en el otro lo que no podemos ver en nosotros. No hace falta que viajes hasta la India a un Ashram a visitar a un gurú. Ahí cerquita, en el almuerzo familiar del domingo, está tu tesoro, tu posibilidad de evolucionar y no repetir comportamientos que no te sirven.
No es que todo lo que hace el otro es proyectado. Claro que hay comportamientos que simplemente observamos. La diferencia entre proyección y observación pasa por la reacción emocional que tenemos ante lo que vemos.
Por ejemplo: cuando planifico mi semana y pospongo actividades propias, o aprieto la agenda para incluir la de mis hijos mientras veo que el papá hace sus actividades y paseos sin siquiera integrarlos; todo eso me da muchísima bronca, me angustia y enoja, porque siento que es muy egoísta.
Esa situación que me provoca tal reacción probablemente me esté mostrando un egoísmo en mí que no puedo ver. Se trata de una proyección.
Ahora bien, en otras oportunidades también puedo ver algún comportamiento que no me gusta, como por ejemplo que cancele a última hora un compromiso, con las que si bien no coincido tampoco me generan sentimiento alguno. Esa sí es una observación, no me corre del eje.
Todo aquello que juzgamos en el otro, que reconocemos en el otro, primero está en nosotros. Descubrir nuestra sombra proyectada nos permitirá iluminarla. Cuando algo de otra persona te enoje o duela, acordáte de estas palabras: sonreí, mandá mucho amor y evolucioná. Ahí está tu camino espiritual.