El horror en primera persona. Esa frase define los testimonios que las víctimas del asalto al banco de El Soberbio entregaron a la Justicia horas después del hecho. Y esas declaraciones fueron luego la base de la investigación que se realizó en Brasil y terminó con la condena a los cuatro apresados.
Las mismas reflejan la gravedad del hecho, el terror que vivieron los vecinos de la localidad y, principalmente, la crueldad y frialdad con la que actuaron los autores del hecho. PRIMERA EDICIÓN pudo acceder al expediente y recopilar testimonios nunca antes contados del lamentable episodio que se cobró la vida del policía Ballesteros y marcó un antes y un después.
Un testigo clave
Una de las declaraciones más fuertes es la de uno de los testigos -cuyo nombre se reserva- que fue tomado como escudo humano por los delincuentes en la huida camino a Brasil.
“Vi que llegaron dos personas vestidas con ropa militar y armas largas y entraron al banco. Primero pensé que había pasado algo y la Policía había llegado como refuerzo. En eso, esas personas salieron con un policía, lo tiraron al piso y le gritaban en portugués que se quedara quieto. Y ahí comenzó a gritarnos a todos que no nos moviésemos, que al primero que corriera, le iban a disparar y matar”, relató el testigo.
“Enseguida los asaltantes empezaron a gritar ‘¡ahí vienen ellos! ¡ahí llegaron!’ Entonces pregunté quiénes eran. Y me dijeron que era la Policía. Ahí recién entendí que era un asalto. Se escuchaban muchos tiros de todos lados”, dijo.
En cuanto a la ejecución de Ballesteros, el testigo reveló: “En eso, vi que el policía estaba arrodillado, comenzó a temblar, cayó y le empezó a salir sangre. Ahí le dije al asaltante que mire a ese hombre, que estaba muerto. Él miró y me dijo en portugués: ‘¡qué barbaridad! Se están matando entre ellos. ¿Por qué será que mataron al policía? Y ahí nos dijo que todos eramos testigos de que ellos no habían matado al policía. Ahí uno de ellos me agarró por el brazo y me tenía como escudo humano”, relató el hombre.
“Me pusieron en la camioneta y quedé colgado del lado de afuera. Le pedí que me soltaran, porque me iba a caer y morir, pero entonces uno de los delincuentes me agarró del brazo y me dijo que me quedara tranquilo, que no me iban a hacer nada”, relató. “Cuando escapaban, iban tirando; no sé cómo no mataron más gente”, agregó.
Consultado por los investigadores, ese testigo agregó un testimonio duro y revelador respecto a Ballesteros: “Ese pobre muchacho murió injustamente, porque no se resistió en ningún momento y ni siquiera levantaba la cabeza”.
DOLOR. Las tapas de PRIMERA EDICIÓN, reflejo del horror que vivió El Soberbio.
“¡¿Dónde está el gerente?!”
Otro de los testimonios reveladores fue el del gerente del banco, quien también fue utilizado como escudo humano en la huida. “Ese día vi que dos personas entraron al banco gritando que eran de la Policía Federal y que querían al gerente. Cuando estaba saliendo de la gerencia, uno de ellos me agarró, me apuntó a la cabeza y me llevó junto al policía Ballesteros. Ahí escuché un disparo, pero no conseguí ver si el policía salió en ese momento del lugar”, contó.
Los delincuentes llevaron al gerente y al tesorero a la bóveda. “Nos pidieron que la abramos, pero como tardé, nos pidieron el dinero de los cajeros automáticos. Ahí me pusieron de rodillas en el piso, apuntándome constantemente con un arma en la cabeza. Después me llevaron a la bóveda y ahí retiraron el dinero. Después me enteré que se llevaron todo lo referido a la seguridad, cámaras, computadoras”, indicó.
Sobre el escape, el gerente recordó: “Salimos, me agarraron y me llevaban colgado en la ventana del lado acompañante, usándome de escudo humano. En un momento, pensé en tirarme, pero cuando me moví un poco vi que me estaban apuntando con un arma de fuego”.
Tanto el gerente como aquel primer testigo acompañaron la fuga de los delincuentes alrededor de 1.500 metros, hasta que finalmente fueron liberados.
Sobrevivir de milagro
En el expediente también consta el testimonio de un efectivo de Gendarmería Nacional que se salvó gracias al casco y al chaleco antibalas. El uniformado fue alertado por los vecinos y enseguida se dirigió junto a sus camaradas hacia el banco, donde fue recibido con una lluvia de plomo.
“Me acuerdo que fueron muchos disparos. Uno de ellos me dio en la cabeza y otro en el pecho. Eran muchos disparos, así que me tiré debajo de un camión para poder protegerme, ya que estaba sangrando. Ahí viene una persona corriendo, me toma del brazo y me saca de la zona de fuego”, contó el gendarme, otra de las víctimas de los asaltantes brasileros.